El contexto económico en el que el país se encuentra sumergido mantiene la tensión en todas las actividades profesionales. El maremoto de la inflación, que está asolando a Europa, hace que las previsiones para este 2022 no sean positivas. Junio ha registrado un encarecimiento del 10% y los distintos sectores miran con preocupación al futuro; entre ellos, la hostelería.
La situación ha alcanzado tal magnitud que desde el Consistorio están empezando a estudiar cómo hacer frente a una de las principales demandas que reciben por parte de los afectados: el pago de las autorizaciones para la ocupación de vía pública.
La concejala de Comercio, Elisa Pérez de Siles, relata que, actualmente, la ordenanza exige que la renovación de las licencias por mesas y sillas se produzca únicamente cuando las tasas y deudas estén al corriente de cobro. Tal y como recoge el documento municipal, el incumplimiento de esta tarifa motivará que no se actualicen las "autorizaciones otorgadas".
La dificultad que algunos empresarios tienen para solventar el encarecimiento de los gastos obliga a plantear alternativas desde el propio Ayuntamiento: “Nos piden un acuerdo para el fraccionamiento del pago. Estamos estudiando la posibilidad de flexibilizar esa exigencia”, asegura.
Esta medida se integraría dentro de un paquete de acciones a las que hay que sumar los tres millones en ayudas (cuyas bases las trabajó el Ayuntamiento en consonancia con Mahos), acuerdos de exenciones e impuestos durante la desescalada. La tendencia alcista en el precio de los víveres hace que los establecimientos miren con preocupación la llegada de la feria: “No saben cómo va a desarrollarse”.
Desde el sector de la Hostelería se muestran inquietos ante los retos que han de venir en los próximos meses. Fuentes de Mahos explican que la carestía es un fenómeno que está afectando a todas las actividades productivas, pero que el gremio lo sufre por una doble vertiente: el propio precio de la materia prima y el de los combustibles, indispensable para el transporte.
Esa doble penalización es lo que les ha hecho cambiar las perspectivas iniciales, que eran notoriamente positivas: “Se siente la amenaza de la inflación, sobre todo si no se corrige, tal y como parece que va a ocurrir”, apuntan desde la Asociación.
Los datos conocidos hasta la fecha reflejan que la afiliación a la hostelería, en Málaga y Andalucía, se encuentra por encima que en el mismo mes de 2019. En concreto, un 2% más que junio del último año prepandémico, el año récord de los récord. Sin embargo, la facturación está siendo un 15% menor.
Además, el peso que recae sobre cada una de las partes también desajusta la balanza. Mientras que la subida media en España fue del 10,2% el último mes, en la hostelería se ha mantenido entre el 4% y el 5%: “Estamos soportando la mitad de la subida”. Esto genera una reflexión clara desde Mahos: “Las empresas están cumpliendo con su parte del contrato social, metiendo fuerza de empleo en la economía y tirando del carro”.
El día a día
Uno de los numerosos establecimientos que están sufriendo esta crisis es Carretería 111. El responsable de la taberna, Francisco Arcas, relata a EL ESPAÑOL de Málaga que su apuesta pasa por "no tocar los precios". A priori, puede resultar una opción factible teniendo en cuenta lo proclive de las fechas para el negocio.
Sin embargo, el encarecimiento de los precios impide que ese incremento de ventas vaya acompañado de un aumento de las ganancias. Subraya que ha pasado de ganar 50 céntimos por cerveza a obtener solo 30 ahora: “Con los refrescos ocurre lo mismo (especialmente desde la subida del IVA a las bebidas azucaradas)”, afirma.
El kilo de pechuga de pollo, uno de los casos más señaladas por este empresario, también está dando problemas: mientras que antes estaba a 4,20; ahora no baja de 6,50: “Con dos raciones soy capaz de pagar ese coste, pero también tengo que incluir la parte proporcional del local o la luz, que ha subido una barbaridad”, alega.
Las previsiones para los próximos meses “son malas”: “Nos las estamos viendo. Para agosto parece que la cosa va a estar difícil, y eso que todavía no hemos llegado. Sobrevivimos gracias a los grupos de amigos que vienen aquí a reunirse porque se sienten como en su casa”, comenta.
El alcance de este fenómeno no entiende de sectores ni temáticas; la corriente se lleva por delante cualquier registro. José F. es socio de un restaurante de comida mexicana. Ante una disyuntiva de compleja solución, argumenta que “no hay muchas posibilidades”: “Sube todo y por tanto tú también tienes que subir. Nuestro público es joven y ahí se ha notado un poco esa merma”.
Eso sí, precisa que ese incremento de la carta no se ha hecho para ganar más, sino para mantener los márgenes de beneficio que manejaban antes del despegue inflacionario. Su caso, además, resulta especialmente significativo porque, desde que decidieron comenzar la aventura, “no han tenido un año normal”: “Primero la pandemia, luego la pospandemia, y ahora nos encontramos con esto. No tenemos posibilidad de analizar cómo estamos evolucionando”.
Los refrescos, el aceite de girasol, la carne… productos básicos que también han sufrido las complicaciones de la huelga de transporte: “Son muchos los engranajes necesarios para que esto funcione. Con lo que gastaba antes en un mes y medio, ahora me llega solamente para un mes”.
La situación se está pudiendo salvar gracias a los clientes fieles, la mayoría familia, que son capaces de asumir un incremento de “dos euros” por comensal: “Todos hemos tenido 15 o 16 años y siempre preferimos ir a sitios en los que poder ahorrar algo para poder salir más”, ejemplifica.