Málaga

Rocío Márquez (Huelva, 1985) emprendió hace años un camino apasionante con Firmamento y Visto en el Jueves. La cantaora ha estado tres años inmersa en un proyecto junto al productor jerezano Santiago Gonzalo Bronquio. Ambos querían explorar, disfrutar y sobre todo componer con libertad. Y así lo hicieron en la casa de campo de la onubense afincada en Sevilla en plena pandemia tras el confinamiento.

El resultado, Tercer cielo (Universal, 2022), es un disco de alma flamenca que hermana sonoridades tan dispares como los verdiales y el rugir de una moto, el autotune con la rumba o el garrotín con unas distorsiones rockeras. Esto mismo (salvando las distancias) lo hizo en su momento Camarón de la Isla en La leyenda del tiempo de Camarón y Morente en Omega junto a Lagartija Nick. 

La poeta Carmen Camacho se ha encargado de revisar las letras de autores actuales como Macky Chuca, Luis García Montero, Antonio Manuel y la propia Camacho e inspiradas en Lorca, Unamuno, San Agustín y Antonio Mairena. La cantaora presentará el ambicioso espectáculo este sábado en el Teatro del Soho. Será la propuesta más transgresora de esta edición de Flamenco en el Soho.

He leído que Tercer cielo es fruto de una larga y reposada estancia en su casa, en el campo. Qué privilegio hacer algo así cuando todo va tan deprisa… 

Ha sido un regalazo. Me lo voy a apuntar para repetir en próximas ocasiones. Es otra manera de funcionar. Todo estaba muy condicionado por el contexto pandémico. El primer año prácticamente no había bolos. Teníamos mucho tiempo y muchísimas ganas de compartir. Teníamos la necesidad de juntarnos, probar, disfrutar y celebrar. Y este ha sido el resultado. 

La leyenda del tiempo y Omega son discos muy celebrados que mezclan tradición y vanguardia. ¿Este trabajo puede considerarse un hermano por ambición y por resultado?

Te agradezco muchísimo la pregunta. Que se pueda considerar o pensar desde ahí es un subidón. Admiro a Enrique Morente y soy una gran aficionada al flamenco. Este disco no lo hemos hecho con ninguna expectativa. Nos dijimos: "Vamos a reunirnos, probar y si vemos que tira pa'lante, lo compartimos con la discográfica e intentamos ver si de aquí puede salir un disco e incluso un espectáculo. Y si no, nos quedamos con la experiencia de habernos juntado y haber probado". Este proyecto nació de una manera muy relajada y con cero expectativas. Por pretensión, desde luego que no. Por resultado, nada más que puede contestar el tiempo y la gente. Hablar de Enrique son palabras mayores. Que pueda salir su nombre a colación de un trabajo nuestro nos emociona mucho.

"Quiero ser quien soy de nuevas / voy a parirme a mí misma", canta en Droga cara. Menuda declaración de intenciones… 

(Ríe). Esa frase resume la intención del disco. Todo gira alrededor del autoconocimiento, el permiso, el autocuidado, de abrazar esa zona nueva y desconocida, de reinventarnos, de darnos esa posibilidad. Hemos hecho este disco para estar vivos y sentir ese vértigo que en el arte es incuestionable e indispensable para que tenga sentido.

¿Se pone límites?

Claro, como todo el mundo (ríe). Mi trabajo en los últimos años está siendo intentar conocerme y ver dónde están esos límites. Una vez los conoces, debes ir probándote, disfrutándote y conociéndote. En esas zonas menos conocidas es donde de repente puedes encontrar más frescura y más originalidad. 

Hablamos de límites. Usted empezó muy pequeña en peñas flamencas tradicionales y concursos de cante jondo. ¿Qué aprendió allí?

Muchísimo. Me siento muy afortunada con mi trayectoria. He aprendido tanto en las peñas y en los festivales, y también de la afición flamenca. Además de los estilos, los compases y las melodías, que es un conocimiento precioso, estos espacios te dan la posibilidad de tener unos cimientos firmes para ir haciendo y deshaciendo lo que en el momento vayas sintiendo. Esa es la base y te agarra a la tierra. Sin olvidar esos códigos que hay que experimentar y que tienen mucho que ver con nuestra tierra. También hay muchas personas que me han marcado de esa época.

La definen como "una renovadora del flamenco". ¿Usted siente algún peso en la mochila cuando la llaman así?

Agradezco un piropo como ese o cualquier otro. Te saca una sonrisa y te motiva. Pero también intento tener presente que es una opinión externa. El centro lo debo poner en otro lado. Es muy peligroso poner el foco fuera en vez de dentro. Es la única manera de no sentir ese peso. Cuando lo he vivido así no lo he disfrutado. El arte hay que disfrutarlo. Sé que hay otras visiones y hay compañeros que lo viven de otra manera. Amo el arte, pero por encima de eso quiere verme bien y ser feliz. Intento ver las cosas con la mayor perspectiva posible y poner el foco dentro. 

Si hablamos de disfrute, este disco es lo más, sobre todo cuando uno se pone a todo volumen los verdiales Niña de sangre. La coreógrafa malagueña Luz Arcas me los definió como una música de trance y celebración. 

Estoy totalmente de acuerdo con ella. Lo vemos de una manera muy parecida. Cuando Santi y yo veíamos los puntos de encuentro entre la electrónica y el flamenco a los dos se nos venía a la cabeza conceptos como el cuerpo, la fiesta y el baile como algo revolucionario. Las diferencias entre las fiestas en los Montes de Málaga con los verdiales y una rave no son tantas. Hay más cosas en común que diferencias como el trance, la comunión y la fiesta en las que se entra. Esto te invita a un estado muy concreto y ahí es donde nos queríamos encontrar. 

¿Lo tradicional, el folclore y la liberación no son conceptos opuestos, no?

En absoluto. De hecho, si lo sentimos como opuestos es que quizá hemos llevado el término a otro lado de su propio origen. En un principio fue la fiesta y la liberación. No puede ser que por querer conseguir una perfección técnica o querer llevarlo a un sitio más profesionalizado de repente perdamos esa frescura, esa naturalidad y esa liberación. Lo siento en el propio origen de esas manifestaciones. En esta propuesta escénica también tenemos eso súper presente. Si el camino que estamos visitando en lo musical tiene tantas aristas y capas, eso también se tiene que reflejar en la puesta en escena. Habitar el espacio y el cuerpo en directo se ha convertido en un disfrute para nosotros.

Incluso mezcla rumba con autotune a dúo con Livia Marin Alizaga. ¿Qué opina de esos cantantes de ahora que van a festivales y hacen playback?

Cada uno tiene que hacer las cosas como las vaya sintiendo. Más allá de opiniones personales, hay varias cosas que celebrar. Meter autotune y efectos es casi la norma en la música actual. Eso está permeando en el flamenco. Habrá quien le guste y a quien no, pero hay propuestas flamencas que se permiten eso. Hablamos del flamenco del siglo XXI. No es nada revolucionario. Es algo que está comunicándose con lo que está pasando en otros estilos musicales. También hay una gran diversidad. Habrá que ver en cada caso porque los cantantes tiran de playback o no. Que exista esa diversidad, ese debate y esas formas y que el flamenco esté presente en todo esto a mí como aficionada me alegra mucho.

¿El flamenco siempre estará en constante movimiento, rejuveneciéndose, por mucho que se empeñen los puristas?

Ha estado moviéndose siempre, desde los orígenes. Qué gracioso que sigamos cuestionándonos esto cuando es lo que ha ocurrido en otros casos. Echamos la vista atrás y el flamenco siempre ha tenido distintas vías y distintas formas de expresión. Ya el Mochuelo en Cilindro de cera tiene una guajira acompañada de piano. Val del Omar impulsó ese vínculo del flamenco con la electrónica. Hay referencias para todo. Todos esos caminos ya se han abierto. Hay muchos caminos y muy distintos. Cada uno debe recorrer el que más le llene.

¿Usted está contenta de su camino? En varias entrevistas reconoce que ya "no hay vuelta atrás".

Es una buena noticia que no haya vuelta atrás. Tu persona y tu ser se va impregnando de las cosas que vas haciendo, y te das cuenta de que cosas que quieren continuar contigo. Me gusta mucho la expresión que utiliza El Niño de Elche de 'ex'. No me veo reflejada en la palabra exflamenco, pero este sentimiento de haber pasado sí. Esto depende mucho de la actitud con la que se haga. En este disco hemos tenido una actitud relajá y muy disfrutona. Es la primera vez en mi carrera que estoy tan de permiso, de disfrute y de querer compartir. El miedo acaba cuando una acepta lo que es. Para mí sería más difícil aceptar la indiferencia que aceptar que a alguien no le gusta lo que hago. No lo considero valentía. Esto es lo que soy hoy.

¿Se te viene a la cabeza algún primer recuerdo asociado al flamenco?

Te diría que uno con mi prima Nuri y mi madre. Ellas cantan muy bien. Fueron las primeras personas de la que aprendí una letra de fandangos. 

¿Se imagina una vida sin el cante?

Hasta hace poco te hubiera dicho que no. Ahora mismo te digo que sí. Me imagino muchísimas vidas. Por el tiempo que hace falta para desarrollar los proyectos llega un momento en que nuestra vida es esto. Preparas espectáculos, vas a ver a tus compañeros, haces discos, grabar canciones. Está todo muy enfocado al cante y al flamenco. Hay veces que fantaseo y me digo: "¿Y si me salgo de este mundo, qué haría?". Me apetece hacer tantas cosas. Cada vez me siento menos identificada con esto del cante, y me apetece menos hacer lo que hago.

Pero la curiosidad la mantiene intacta.

La única manera de no perder el entusiasmo es dejar de identificarnos con eso. En el momento que te identificas, agarras lo que funciona y dejas poco permiso a buscar otras formas para ti misma.

Antes hablábamos de celebrar. ¿Ingredientes para una buena fiesta?

Buenos amigos con los que tenga mucha confianza. Y de banda sonora pondría El corte más limpio. Y si tuviera un día libre, me iría a ir a Punta Umbría para estar con mi gente. Tengo muchas ganitas. 

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