El escenario, casi convertido en una moto, rugía para dar el pistoletazo de salida. El espíritu del vehículo se trasladaba al grupo de bailarines que, junto con Rosalía, aparecía sobre la tarima con cascos luminosos. La artista catalana se elevó entre ellos, como si el motor hubiera cobrado vida. Se descubrió la cabeza y, entonces, la moto fue el público, febril.
Rosalía lució en la noche de este jueves en Marenostrum Fuengirola su poderío y rango, dejó claro que ella era la mami, y el auditorio la condujo en volandas por cada nuevo giro que daba.
Vestida de rojo Malamente, con botas altas, trenzas, jersey de manga larga y falda de uniforme estudiantil, comenzó con el manifiesto Saoko: "Yo soy muy mía, yo me transformo". El respetable, varios millares de motomamis y motopapis que hicieron de la colina del castillo de Sohail un Coachellita, lo coreó. "Málaga, esto es para que no me olvides nunca", dijo antes de seguir con el reggaeton minimalista de Candy.
Con fondo blanco de estudio fotográfico, ocho bailarines en una coreografía casi infinita, amor por los planos contrapicados y dos pantallas verticales retransmitiendo cada movimiento, la cantante de San Cugat del Vallés sublimó un espectáculo Tik Tok en directo en el que las canciones en segunda persona iban dedicadas a la cámara.
Si su tercer disco, Motomami, es un tratado sobre su relación con la fama; su World Tour lo es sobre el público, interpretado por momentos por un equipo de baile sobresaliente. Danzaban con ella en los temas eufóricos, le miraban extrañados en los más reflexivos, le rodeaban en círculos en los más asfixiantes, siempre ejercieron su papel de tercero ajeno a la primera persona: la mami, la motomami.
La artista se erguió con mirada desafiante mientras mascaba un chicle inexistente al principio de Bizcochito, imposible de no seguir a saltos. Se puso unas gafas de sol para entonar La fama y se dejó caer lentamente en el suelo mientras cantaba sobre cómo no había manera de que esa obsesión se le fuera.
— ¿Qué se come aquí esta noche? ¿Espeto, no? ¿También es la tierra de Picasso, no? Tierra de arte —dijo la Rosalía más localista, antes de empezar con Dolerme sola con la guitarra eléctrica, a lo Shakira en la Superbowl.
El multiverso motomami abrió otra puerta astral, en este caso al pasado, con De aquí no sales, que se fundió con Bulerías ("Soy igual de cantaora con un chándal de Versace que vestiíta de bailaora", ay) para convertirse en un poderoso recordatorio de que la superestrella mantiene el quejío.
Tras un Motomami en el que los bailarines interpretaron literalmente a la moto —también fueron pared o cama a lo largo del espectáculo—, la artista recordó la dedicatoria a su sobrino de G3 N15, una balada para la historia que entonó en un podio al que la subieron los bailarines con los brazos en cruz.
— ¿Tú has venido acompañado? ¿De tu madre? ¿Cómo se llama? Mucho cariño y un aplauso para Miguel y María José —se reveló Rosalía a un niño del público en primera fila. Luego, recomendó dedicar La noche de anoche a los acompañantes íntimos y bajó con un palo selfie a hacerla en dueto con la primera fila. Los miembros del público a los que dio el micrófono quedaron a varios kilómetros de su rango vocal y ella, comprometida con la causa, respondió con un compasivo: "Muchas gracias, Málaga, suenas bonito".
La artista se sentó en una silla de salón de belleza sola en mitad del escenario, se limpió el sudor y el maquillaje con una toalla deportiva blanca y se cortó las extensiones de las trenzas, mientras escuchaba esa voz de la tentación en el desierto de Diablo: "Y como tú ninguna, brillas como la luna, brillas como mis prendas".
Rosalía procedió a presumir a piano de buena salud sexual y vozarrón con Hentai, mientras que el fondo parecía el de una pantalla de Windows. "Segundo es chingaaaaaaarte, lo primero es Diooooooos", cantó, y paró. "Te digo una cosa, como tiene que ser", incidió. Y volvió al tema: "So so so so so so good, so good"
En temas como el himno Pienso en tu mirá, las pantallas verticales y el fondo se convirtieron en una sola superficie para reflejar un primerísimo primer plano de la cantante, que de esa forma cantó Como un G con expresión de virgen dolorosa.
En su particular repaso al abecedario, no obstante, dejaba que el público le dijera las palabras ("A de alfa, altura, alien; B de bandida; C de coqueta...") y gesticulaba como para merecer cada uno de los calificativos. "M de Málaga también", dijo. El público enloqueció por enésima vez con una sinfonía reggaeton de la Gasolina de Daddy Yankee, el Papichulo de Don Omar y sus propios TKN y Yo x Ti, Tú x Mí. Para el momento de esa fiesta, ¿cuántos géneros había tocado ya?
El acto final comenzó con la que quizás sea la canción española más importante de la década, Malamente; siguió con la copla Delirios de grandeza y el megaéxito Con altura. Tras un rápido fregado a contraluz, el equipo de baile y Rosalía aparecieron montados en patinetes para bailar Chicken Teriyaki; tras lo que llegó el momento de la crudeza de Sakura, en la que no podía dejar de llegar a todas las notas más agudas de su discografía.
CUUUUuuuuuute fue la guinda del ecléctico pastel. Una esquina del público hizo un pogo mientras se dejaba la voz con ese "que aquí el mejor artista es Dios". El gran motopapi.