En Los últimos días de Roger Federer, el escritor británico Geoff Dyer investiga el estilo tardío, cómo tratan los genios con la decadencia: el colapso de Nietzsche en Turín, las luces abstractas de Turner, los reveses maduros del tenista suizo. Uno de los casos más interesantes es el del Nobel Dylan, que en cada gira vuelve a cantar sus éxitos de manera irreconocible. Escribió Sam Sephard: "Si se resuelve un misterio, el caso se archiva. En el caso de Dylan, el misterio no se resuelve nunca, así que el caso sigue en marcha. Se produce una y otra vez, durante años y años".
Unos treintañeros Arctic Monkeys salieron al escenario principal del Cala Mijas Festival este jueves rozando las once de la noche a hacer rock en camisa, alguno en chaqueta, e iluminados con colores ocre y crema; pero la mística adulta se tambaleó cuando apareció en las pantallas el primer plano de Alex Turner y hubo gritos de "¡Guapo!".
¿Qué se hace cuando ya has salvado el rock and roll y tu próximo reto es la mediana edad? La mayor banda del siglo XXI —y muy particularmente, su frontman— ha respondido a esa pregunta abrazando la seducción de su propia decadencia, una fase de orgulloso Elvis en Las Vegas que da continuidad estética a lo mostrado en su anterior álbum, el infravalorado Tranquility Base Hotel & Casino. Dos caballos tiran su carro alado: el que le pide sus grandes éxitos, más rápido, más rápido, y el que le incita a ralentizar el tempo para paladear cada verso con gusto de crooner. Son los días maduros de Alex Turner.
En su único concierto en España de esta gira tras cuatro años sin echarse a la carretera, actuaron ante un público de varios miles de personas entre las que lo mismo se hablaba inglés que español o alemán. En un inicio ostentoso, todas las lenguas se juntaron para cantar al unísono el riff de Do I wanna know? y que there's this tune I found that makes me think of you somehow, and I play it on repeat.
Comenzó a sonar toda la potencia de Brianstorm, el Cala Mijas se echó a saltar y Turner —vaqueros campana, camisa azul claro con cuello Mao y botines negras con tacón— se permitió un grito para enfervorizarlo aún más. Instantes después, en Snap out of it, disminuyó la velocidad a su propia banda; que milagrosamente logró una adaptación constante para acompañarle mientras se regodeaba en cada matiz y, aún así, seguir sonando tan ajustado a las versiones de estudio como el producto premium que son.
"Muchas gracias, everybody", dijo Alex Turner tras lentificar también el estribillo de Crying Lightning, pero luego volver a arrasar con Don't sit down 'cause I've moved your chair. Soltó la guitarra para poder dedicar toda su fuerza a cantar, señalando con la mano al público, el Yours is the only ocean de Potion approaching. Acto seguido, aseguró que era un placer estar aquí de nuevo, aunque fuese la primera vez que actuaban en la provincia de Málaga o, siquiera, en Andalucía.
Durante la parte instrumental de Cornerstone, el público se sumó con palmas a la banda, que tocaba a la velocidad de la versión grabada; pero, cuando reentró Turner, la ralentizó a su ritmo de viejo dandy. Las palmas del público quedaron entonces fuera de tempo y, con un gesto, el vocalista pidió que parasen. Movió la cadera, se echó para atrás el flequillo y cada vez que se le volvía a caer era un triunfo, jaleó en silencio en alguna de las rápidas, y luego dijo en inglés: "Sois muy amables".
Al presentar Why’d you only call me when you’re high?, como un reflejo visual instantáneo de la viralidad, volvieron a surgir miles de móviles entre el respetable. Le siguió la única canción que tocaron de su próximo disco: I ain't quite where I think I am, un ritmo funky que prometió sorpresas en el álbum, The Car, cuyo lanzamiento está programado para octubre.
La explosión llegó inevitablemente con I bet you look good on the dancefloor, el himno que les lanzó el estrellato vía MySpace cuando no eran más que unos adolescentes en su Sheffield natal. Tras cerrar los ojos, concentrado, para cantar el falsete de Knee socks; Turner lanzó besos como respuesta a los gritos al escuchar los primeros acordes de 505.
Los Arctic Monkeys interpretaron aquello tan antiguo de hacer como que se iban, para luego volver y cantar algún tema más. Nadie en el público se marchó, pero tampoco se exigió con demasiados gritos el retorno de la banda: simplemente, se sabía que habría escena poscréditos. One point perspective, Arabella y R U mine? cerraron el espectáculo.
Las rápidas sonaron rápidas; las lentas, muy lentas. Alex Turner hizo lo que le dio la gana. A juzgar por las pedidas de matrimonio vía Twitter, el embrujo sigue vivo.