"Los inexistentes nos sobrevivirán a todos en la imaginación de las generaciones venideras (...) Todo lo que no sea visto a través de la imaginación será superado antes o después por el devenir de los tiempos. Llega un punto en el que para saber la realidad hay que recurrir a la novela", se cita en un momento del libro Vida y obra de Gabriel Maceli Campalans (Lengua de Trapo, 2022), el escritor Javier Padilla Moreno-Torres (Málaga, 1992).
Con esa filosofía propia de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós —en cuya reinvención contemporánea por parte de la editorial Lengua de Trapo se enmarca esta obra— y proponiendo descendientes del universo de falsas biografías de Max Aub, Padilla Moreno-Torres cuenta la historia de un personaje ficticio con todas las normas de no ficción. Todo lo que cuenta es cierto, salvo sus personajes principales.
En este relato de un Forrest Gump semiensayístico a la andaluza —que va desde los inicios de la fusión entre el flamenco y el rock del grupo Smash a la Gran Redada del Pasaje Begoña de Torremolinos, de unos jóvenes Alfonso Guerra y Felipe González a la Gira Histórica por la autonomía de Camarón, Carlos Cano, María Jiménez o Tabletom— se dibujan personas que nunca existieron, pero que son una destilación andante de su era. En el caso de Campalans, se trata de un revolucionario cronista sevillano de la contracultura andaluza de la Transición que termina siendo.... eurodiputado del PSOE.
Se trata de un giro de tuerca para el escritor malagueño, estudiante de doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad de la Ciudad de Nueva York y ganador del XXXI Premio Comillas de Ensayo por A finales de enero. La historia de amor más trágica de la transición (Tusquets, 2019). A partir de la figura (real) de Dolores González Ruiz, Padilla quedó atrapado en un tiempo que en su nueva obra vuelve a visitar: esta vez, en Sevilla y con el foco más puesto en la cultura que en la política.
Padilla Moreno-Torres presenta Vida y obra de Gabriel Maceli Campalans este viernes a las 19:00 horas en la Librería Proteo con Fran G. Matute y Héctor Márquez, y atiende a EL ESPAÑOL de Málaga en una entrevista días antes en la bodeguita de la Peña El Palustre.
¿Qué es lo que encuentras en esa época que te atrapa o te sigue resonando hoy día?
Hasta mi tesis doctoral tiene que ver con las transiciones. Esos momentos son muy interesantes porque se abren muchas posibilidades que al final se concretan en una, pero no en todas. Se abren infinitos campos tanto políticos como culturales y al final todos confluyen más o menos en cosas más institucionalizadas. La Transición es muy interesante por eso y por la manera en la que España decidió hacerla de la manera en que lo decidió.
Ambos libros los protagonizan personajes con ciertos ideales y sueños respecto a esa Transición que, al sistematizarse, se convierten en otra cosa. En el caso de A finales de enero, produciendo desencanto y tragedia; en Vida y obra de Gabriel Maceli Campalans, con otro tipo de transformación no tan trágica.
Hay dos cosas: el momento histórico y el momento de la vida de las personas. Coinciden en que eran jóvenes, con muchas esperanzas y muy metidos en un proceso histórico. Diez años después, ya no son tan jóvenes y, en el caso de Lola, ha tenido muchas desgracias. En el caso de Gabriel Maceli, también, en realidad. Los dos viven el proceso de Transición con desencanto, aunque de una manera diferente: Gabriel, con menos ira. Su vida es lo que pudo haber sido y no llegó a ser nunca. En cierto modo, la Transición fue eso, para bien y para mal. En un momento dado, mucha se gente se imaginó un tipo de España y al final llegó a ser otra, con sus cosas buenas y malas. Tampoco eran posibles en realidad muchas de las ensoñaciones que tenían las personas que luchaban contra el franquismo.
¿Qué hay de genuina verdad en la vida de Gabriel Maceli Campalans?
En realidad, mucho. Se ha construido en torno a cien entrevistas, visitas a libros y archivos. Casi todo lo que se cuenta en el libro es cierto. Yo de broma he estado diciendo todo el rato que Gabriel existía y que en él hay más verdad que en algunos de los personajes que hoy te cuentan todo de la contracultura sevillana. Como muchas veces son tan mitómanos, ya se han construido una imagen en torno a ellos que no se sabe qué es verdad y qué mentira.
Cuando la gente vuelve a su pasado, lo ficcionaliza casi siempre hasta el punto de que un libro de ficción compite con las memorias de estas personas y no se sabe qué es más real
Es una época que muchas personas reviven con mucha mitología. Todos corrieron delante de los grises.
Como la realidad a veces es tan extraordinaria, otra de las gracias del libro es ver que no sabes cómo pueden ser verdad algunas de las cosas que son ciertas y no sabes si lo son algunas otras que no. Como hay tanta fantasía en el recuerdo... Todo lo que recordamos es una historia de ficción en cierto modo. Comparar las cosas que me estoy inventando yo con las cosas que no me estoy inventando es un ejercicio muy complicado de realizar y está totalmente difuminado en el libro. Es muy difícil saber, por ejemplo, si el personaje de Rafael Torres fue real o no; eso ya se lo dejo al lector. Pero la idea es esa, que cuando la gente vuelve a su pasado lo ficcionaliza casi siempre hasta el punto de que un libro de ficción compite con las memorias de estas personas y no se sabe qué es más real.
Tienes durante el libro un constante toma y daca entre el relato en primera persona de Gabriel con tus notas de autor a pie de página. He disfrutado con cómo permites que un personaje ficticio se extienda, pero de algún modo no reniegas de tu posición de fiscalizar y contar con cierto rigor. ¿Cómo surge esa solución?
Pensé que sería divertido que yo —hasta cierto punto, porque no soy yo— estuviera dentro del libro y pusiera notas quejándome de que Gabriel se está inventando cosas. ¡Yo, que me estoy inventando a Gabriel, me quejo de que Gabriel se inventa cosas que no son ciertas y yo sé que no lo son por entrevistas que yo he hecho y él no! Es casi un triple juego de discusión entre personaje y autor que no sé hasta qué punto es original, pero me hacía mucha gracia. No sé hasta qué punto puede ser raro.
Respecto a la contracultura andaluza, tiene mucha potencia en los momentos previos en la autonomía. En los últimos años también se ha acentuado el interés por lo andaluz y, al mismo tiempo, la bandera de ese andalucismo la enarbola hasta el PP. También ahí hay ideales y expectativas que terminan absorbiéndose en un sistema concreto. ¿Qué vigencia ves a ese momento del andalucismo de la Transición en relación al actual?
Hay dos cosas importantes. Primero, que Andalucía y el proceso que se cuentan en el libro fueron importantes a nivel nacional: el proceso autonómico no se explica sin lo que pasó aquí. El "Café para todos" viene de una competición entre PSOE y UCD por hacer que la autonomía fuera por la vía rápida. El PSOE intentaba capitalizar el voto andalucista, porque tenía mucho miedo del Partido Andalucista. Eso explica que luego se haga todo el sistema autonómico para toda España.
Respecto a la vigencia, hay varias cosas importantes. La primera es que si no hubiera hecho así el diseño autonómico, pues habría consecuencias evidentes. No sé cuáles serían, no sabemos qué hubiera ocurrido si en España hubiera habido dos o tres comunidades especiales y el resto no. Por otro lado, creo que sí hay ahora una especie de resurgir. Hay muchos libros, Andalucía está hasta cierto punto de moda. Está el libro de Jesús Jurado, de La generación del mollete; también el de Luis Clemente o el de Fran G. Matute, que toca todos estos procesos de manera diferente. Me gustaría ver por datos exactamente hasta qué punto esto es un fenómeno editorial o también tiene que ver con un movimiento a pie de calle de la gente.
Estoy de acuerdo contigo en que el PP, y antes el PSOE, han usado la bandera andaluza. El PP regional, desde luego, es muy diferente del nacional. En cualquier acto hacen gala de andalucismo, y de hecho Adelante Andalucía o Podemos han usado un discurso andalucista mucho más fuerte que en la izquierda anteriormente. Sí que hay algo ahí a nivel de élites políticas, pero ya no sé a nivel de calle.
¿Los hippies de ayer son el mainstream de hoy?
El antifranquismo era muy heterogéneo. Estaban todos en contra de Franco, pero tenían ideas diferentes. Me ha sorprendido al investigar para este libro que mucha de la gente que en los 60 o 70 eran muy antifranquistas, en realidad en el sector de la música o la cultura no era muy de izquierdas. En los temas económicos, en concreto, yo creo que no lo han sido nunca. Algunos de ellos ya eran abiertamente de derechas. Quiero decir con esto que había hippies que no eran hippies seguramente y se consideraban a sí mismo hippies; pero que uno que hubiera vivido una vida más contracultural y más bohemia no hubiera considerado dentro de su mismo círculo. Esta gente ha tenido una evolución lógica a una especie de derecha liberal no al PSOE, sino a un PP quizás más abierto en temas sociales. De esta gente hay en los inicios de la contracultura.
Junto a ellos, había un grupo de hippies que han sido genuinos. Lo que les ha pasado es que se han hecho mayores y han tenido que cambiar su vida porque no es lo mismo tener 20 años y no tener una casa fija, tener muchos amantes y tomar droga a tener cincuenta. Ha habido cambios que han tenido que ver con las circunstancias personales de cada uno.
Depende de qué definición uses de hippies y cuánta gente entra, vas a ver una transformación diferente. Yo diría que en el grupo de hippies de Sevilla no había tantos, eran pocos; y estos pocos se han mantenido relativamente más genuinos. Otra cosa es que hubiera mucha gente más o menos contracultural y que se movían en ese grupo antifranquista o que también podía tener represalias del franquismo, pero no eran necesariamente de izquierdas y han tenido muchos de ellos en la derecha o en la institucionalización más grande. Hay gente que cambia de opinión y hay gente a la que simplemente le cambian las circunstancias.
Hay un problema en recordar la cultura con la gente que tenía mucho poder y dinero. Damos la versión de tres o cuatro personas, y detrás de ellos había mucha gente haciendo cosas muy interesantes
Es difícil envejecer en los márgenes.
Es difícil y no se acuerda nadie de ellos. Hay un grupo grande de Sevilla que yo creo que son increíbles y Fran G. Matute está rescatando del olvido, pero nadie se acuerda de ellos. Hay un problema en recordar la cultura con la gente que tenía mucho poder y dinero. Cuando se hace de una manera superficial, las personas que vamos al pasado solo hablamos con tres o cuatro personas y todos damos la versión de Gonzalo Pachón o de Gonzalo García Pelayo, y detrás de ellos había mucha gente haciendo cosas muy interesantes que merece la pena recordar seguramente más.
¿Se te han caído muchos relatos que te han contado investigando?
Sí, muchos. El más interesante es que todo el mundo dice es que ellos fueron los primeros en juntar el rock y el flamenco. Es una cosa impresionante, y evidentemente no puede ser. También hay un relato nacionalista español o andaluz en el que somos nosotros los que hacemos la fusión porque los que la hacen desde fuera tienen una visión españolizante u orientalista, algo así. Esto no se sostiene, porque de la misma manera que un español, un andaluz o alguien gitano puede decir que los que están mezclando no tienen ni idea; literalmente lo mismo podría decir un americano del sur de Estados Unidos respecto a un andaluz que está cogiendo el rock y fusionándolo con el flamenco. No hay ninguna diferencia. Es algo que te repiten constantemente, que aquí en Andalucía fue donde lo juntamos y todos los demás son meros imitadores, cuando en realidad no tiene ningún sentido si lo piensas un poco. La mezcla es mezcla ocurra donde ocurra. En los sesenta, tan extranjerizante era el flamenco para un americano como el rock para un andaluz. No sé qué pensarían los americanos cuando escucharon el inglés de los andaluces... Cuando cantaban los Beatles, no tenían ni idea de las letras.
¿Qué toca ahora? ¿Qué te apetece investigar?
Estoy haciendo una base de datos con otro grupo de gente de las élites españolas de la Transición y final del franquismo para ver qué les pasa: quiénes se mantienen en posiciones de poder y quiénes no. En el futuro, me gustaría extender eso a otros países y trabajar sobre ello. Comparar.
Hay una académica, Mónica Nalepa, que lo está haciendo. Se trata de seguir esa línea de investigación de saber qué ocurre con las distintas transiciones a la democracia y cuáles son los efectos en que las élites se mantengan en posiciones de poder o no.