Marta Hazas y Javier Veiga son ya expertos en el Festival de Málaga y están encantados con el sol con el que les recibe la ciudad para presentar su nueva película, Amigos hasta la muerte, la ópera prima de él como director. “Yo llevo mucho tiempo haciendo este tipo de cosas, sobre todo en el teatro, pero es cierto que en ocasiones es un tanto esquizofrénico. Me gusta contar historias desde su inicio y que estas sean 360 grados. Lo complicado siempre es hacerlo y que te dejen hacerlo. Si te dejan, es algo maravilloso”, cuenta a este periódico el actor.
Juntos trabajan en Medio Limón, que se ha encargado de producir la película junto a Onírica Films (coproducción hispanomexicana) y Undodez -siendo los productores Marta Hazas, Eduardo Canto, Mauricio Ochmann y Javier Veiga-. Como curiosidad, tres de cuatro productores -Marta, Javier y Mauricio- protagonizan el filme y la química natural entre ellos es quizá el punto más fuerte de la película.
Sobre la falta de nombres de mujer en los puestos de producción, Hazas cree que es importante “arremangarse más y ponerse a currar con muchas ganas”. De hecho, este filme es una película independiente que han logrado levantar por cuenta propia, solo con algunas ayudas del gobierno gallego.
¿Y de qué va esta película? Como plantea la sinopsis, María, Nacho y Suso son tres amigos de toda la vida que han compartido muchas cosas juntos -quizá incluso demasiadas-. De repente, a dos de ellos les toca compartir el secreto de que el otro se va a morir. Pero antes les queda mucho por hacer: Planes, promesas, reproches, risas, reconciliaciones, recuerdos, más risas, alguna lágrima... y algo pendiente que quizás ha llegado la hora de destapar. Los tres van a descubrir lo poco que importan ahora las cosas que parecían importantes.
Es una comedia con tintes dramáticos, algo que es bastante difícil de conseguir según los actores. “Se mezcla una temática complicada con la que se hace incluso humor negro. Trabajar en una película optimista y luminosa cuando se habla de la muerte significa tener que ir con pies de plomo, pero creo que hemos conseguido ese resultado”, ha explicado Veiga.
Esta película nace de una obra de teatro. “Todos los que la veían nos decían que teníamos que hacer una película con ella”, expresan ambos. Según Javier, lo que más cambia es la dimensión espacial. En la obra de teatro solo hay una y en la película hay casi más de treinta; pero se mantienen los diálogos y gran parte de la historia.
Por su parte, Hazas no sabe con qué localización quedarse de todas las que se muestran. “El arranque de la película caminando por las calles de Orense me parece una barbaridad. ¡Es tan bonito! También adoro el teatro en el que hemos rodado. Me parece precioso… esa bombonerita. La cafetería del abuelo es otra de las más bonitas de las que he estado”, pronuncia. Veiga le recuerda en esa enumeración el Camino de Santiago. “Como también estamos con Rutas Bizarras ya ni lo mencionaba, pero es toda una belleza también. Hemos disfrutado mucho. ¡Hasta de la comida!”, prosigue la actriz entre risas.
La película se rodó el pasado verano. Según los actores, ha sido uno de los rodajes en los que más calor han pasado. Parte del equipo usaba gorras con hielo para soportar las altas temperaturas. "Aunque crean que el norte es fresco... ya decimos nosotros que no", cuentan bromeando. De hecho, Marta Hazas se parte de risa recordando un momento del rodaje en el que acudieron a una playa para hacer un travelling. "Era nudista y creíamos que la gente al ver las cámaras les daría pudor y se marcharían. Pero qué va, era todo un mar de culetes, que parecía eso un anuncio de colonia. Diríamos incluso que se quedaron más por estar allí rodando", recuerdan los actores.
Los que la han visto aseguran que cuando acaba, la trama de la película se mantiene en tu cabeza, hace reflexionar. “Me alegra muchísimo que esto ocurra. Al final, que la gente se lleve la reflexión a casa, que hablen en la cena sobre la peli, es para nosotros un éxito. Sin duda”, declara Veiga, quien reconoce que es de ese grupo de la sociedad al que le gusta hablar poco de la muerte. “Me cuesta enfrentarme a ella, quizá por eso he hecho esta película”, sostiene entre risas. Por su parte, Hazas opina que le encantaría poder vivirla como el pueblo mexicano, pero que le da más miedo “la enfermedad o la soledad” que la propia muerte en sí misma.