Dar dos pasos en el escenario del Martín Carpena la bastaron a Joaquín Sabina para poner al público de Málaga en pie. Apareció el genio de Úbeda casi un cuarto de hora después de lo anunciado en las tablas y, como un resorte, los testigos de la vuelta a los escenarios de Sabina tras su caída en Madrid, lo acogieron con una ovación cerrada antes de descorchar su primera de las dos noches que está anunciado en Málaga recordando que "cuando era más joven la vida era dura y feliz", una vida en la que "mañana era nunca".
Antes de continuar versó sobre Málaga, sobre sus amigos Antonio Banderas y María Barranco y recordó la sucursal de La Mandrágora que tenía en la capital de la Costa del Sol, Zambra. Era su refugio en una "Málaga la bella" con "verdial" y "boquerón".
A Málaga llegó Sabina girando 'Sintiéndolo mucho' y sin nada que olvidar de su pasado y con ganas de "envejecer sin dignidad, aunque al fusil ya no le quede ni un cartucho"; y siguió con un "futuro cada vez más breve" y las resacas más largas, en definitiva, como un "Superviviente, sí, ¡maldita sea!.
Se paró a respirar y dedicar 'Cuando aprieta el frío' a amigos que había entre el público, como la cantante malagueña Vanesa Martín. Con un corazón de "muelles laboriosos", bombín blanco con cinta negra, y americana negra con rayas blancas y rojas, fue despachando Sabina la primera parte de su concierto, que lo tuvo dos horas sobre el escenario, con algún receso en el que lo suplió su banda.
Lejos de estar seco "como una Kawasaki en un cuadro del Greco", el cantante de 74 años demostró estar en plena forma, con un concierto adaptado a sus tiempos. Unos tiempos que son los de siempre, como cuando puso al Carpena a "celebrar la vida" de "una amiga que ya no está", y Málaga supo reír -y cantar- como llora Chavela Vargas". Fue el primer clímax de concierto.
Antonio de Diego le dio un respiro al genio con 'La canción más hermosa del mundo', y ya con una camisa de lunares rojos, cogió sitio y mesa y se sento y templó la 'Una canción para la Magdalena' junto a Mara Barros, la corista de una banda en la ya no vino a Málaga su hasta hace poco inseparable Pancho Varona.
Una Mara Barros que se vistió de Concha Piquer para darle paso a 'Sin embargo' con la 'Y sin embargo, te quiero'. A Sabina se le fueron envenenando los besos hasta llegar a 'Contigo', porque los "amores que matan nunca mueren", igual que el de los incondicionales del de Úbeda, que fueron cerca de 7.000 en las gradas del Martín Carpena.
Unas gradas que tardaron en volverlo a ver '19 días y 500 noches', las que han pasado desde aquel 2019 en el que Sabina actuó por última vez en Málaga.
Unas gradas desde las que le pidieron 'Princesa' varias veces y a la que Jaime Asúa le puso las notas más rockandrolleras antes de desatar el delirio del público, que gritó el tema entero. Amagó Sabina con la despedida, cuando más arriba estaba el ambiente, pero todavía no era demasiado tarde para irse, Princesa.
Fuera los lunares y el bombín blanco para aparecer de nuevo de negro impoluto, americana y sombrero de media copa para que, en una versión reducida le dieran las diez, las once y casi las doce sobre el escenario del Martín Carpena.
Pero antes, el genio de Úbeda, que este domingo repite, repartió 'Pastillas para No Soñar' para vivir cien años. O al menos, cuarenta años en la cima, como demostró anoche Joaquín Sabina en Málaga, contra todo pronóstico.