La sala Gava de Fuengirola fue uno de los primeros recintos que vio a Pablo Alborán cantar. En aquel entonces era simplemente un chaval que soñaba con dedicarse al mundo de la música. Los que sabían de su existencia lo conocían como el Blanco Moreno, bajo este apodo recorría los bares de la provincia de Málaga en busca de alguien que se parara a escucharle.
Desde entonces, su tierra natal no le ha fallado. En los trece años que lleva dedicándose profesionalmente a contar historias entre acordes, siempre ha tenido una legión de fans en su tierra, acompañándoles en sus mejores momentos, pero también en los más difíciles. Este sábado le han acompañado en una noche que, según sus propias palabras, "llevaba meses soñando". Pablo Alborán ha elegido Fuengirola para iniciar su gira La cu4rta hoja.
Los alrededores del Castillo Sohail estaban hasta los topes sobre las ocho de la tarde, cuando las puertas del recinto del Marenostrum Fuengirola se abrían al público. Entre la marabunta, comentarios como "no me puedo creer que vuelva ya", "al fin ha llegado el día" o "qué ganas tengo de verle", se repetían casi en bucle. Málaga tenía ganas de reencontrarse con su paisano, que llevaba días creando expectación con la cita a través de sus redes sociales.
La colina de la explanada del castillo se iba llenando poco a poco, pero también el puente sobre la A-7 y la playa del castillo. La brisa nocturna animaba a cualquiera a dar un paseo frente al mar, pero si encima esa misma noche la caminata tenía de banda sonora la voz de Pablo Alborán, parece que a uno le costaba menos calzarse las zapatillas y salir de casa. De hecho, hay quien no dudó en tender su toalla en la arena y dejarse llevar por las letras del malagueño.
Sobre las 22.05 horas el malagueño salía a escena. Cientos de puntos de luz se podían observar desde la grada. Eran los móviles de las miles de personas que se agolpaban en la pista y que querían captar el momento en el que el cantante comenzara a cantar los primeros versos de Carretera y Manta, el primer single de La Cu4rta Hoja que ya nos hacía intuir que el malagueño iba a llevar a sus fans ritmos nuevos, pero sobre todo muy movidos.
Entre bailes y gorgoritos --estuvo impecable vocalmente toda la noche y eso que no paró casi ni a beber agua--, cabe destacar que los ojos y la sonrisa de Alborán brillaban como pocas veces se ha visto antes. Estaba pletórico. Sabía que habían hecho los deberes y que con la reacción de su gente tras la primera canción tenían el sobresaliente.
Temas bailables como Tabú, No vaya a ser o Voraces pusieron a cien al público del Marenostrum Fuengirola. Pocos se atrevían a no levantar los brazos hacia el cielo como gesto de celebrar la vida. Porque los conciertos de Pablo Alborán son eso, una celebración de la vida donde todo cabe: hay hueco para agradecer algo entre saltos y a la vez para emocionarse recordando a la persona que nos hizo feliz... o nos hizo daño, porque nos duela o no, eso también es la vida.
“En esta gira quiero mantener la intimidad que conseguí con los conciertos en teatro”, dijo hace unos días Alborán. Y lo ha cumplido. El formato de concierto es absolutamente distinto, pues está previsto que llene grandes recintos, pero la esencia con la que llenaba sus primeros conciertos el Blanco Moreno sigue más viva que nunca. Espectacular fue el silencio que se hizo mientras que Pablo cantaba Solamente tú, esa canción que nunca puede faltar en sus conciertos. Enhorabuena, por cierto, a la persona que le apeteció poner un engarce entre Solamente tú y Perdóname, sencillamente espectacular el trance.
"Para mí es muy importante comenzar la gira en casa, con mi familia, con la gente que me ha visto crecer y ha hecho lo posible para que me pueda dedicar a esto", contaba Pablo a sus seguidores en un momento del concierto. Su familia siempre le ha apoyado en su andadura musical y algunos como su hermano Salvador están incluso dentro de su locura. Él se encarga habitualmente de la parte creativa de sus discos y giras y, después de haber tenido la suerte de poder haber asistido a todas, puedo afirmar en primera persona que lleva la mejor puesta en escena que su vida artística.
No falta nada en el show. Luces de colores, pantallas y cámaras de una calidad exquisita y hasta unos novedosos láseres y animaciones 3D que dan la sensación al espectador de que se salen de los LEDES. Si Alborán ha trabajado la elección del repertorio, los arreglos musicales y su voz con todo su equipo, la puesta en escena es sin duda la guinda del delicioso pastel, especialmente en el tema Saturno, donde traslada a su público a una nave espacial.
De la intimidad absoluta con A batir las alas, Qué siempre sea verano, Te he echado de menos, Prometo o Quién, a la travesura con Pasos de cero, 4u o El Traje. De la guitarra eléctrica a la española y de los bailes agarrándose la camisa con las manos a sus dedos en el piano. Tan rápido como has leído este párrafo se pasó el concierto y no porque fuese corto, pues se alargó casi dos horas, sino porque Pablo y su dreamteam (Antonio, Lolo, José y Manu) hicieron que se hiciera corto.
Tras quedar a oscuras el recinto, llegaron los bises. Pablo lo tenía claro: había que irse bailando y dejando huella en la gente. Y lo hizo, pues el resultado del conjunto del show, en comentarios del público en la salida, es el de toda una superestrella que no olvida sus raíces. Llueve sobre mojado, Vívela, Amigos y La Fiesta fueron los temas con los que los alboranistas se despidieron de su artista favorito, al que le queda mucha carretera y manta: Bilbao, Murcia, Valencia y Pamplona serán las próximas en disfrutar del malagueño, que deja en cada concierto, por cierto, una sorpresa con mucho ritmo a su legión de seguidores. Os toca descubrirla.
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