El concurso de canto del carnaval es mucho más que eso. Tras seis meses de ensayos, llega el momento de jugar tus cartas, planear la partida y organizar la estrategia. Esta jugada se lleva a cabo más allá del teatro, ya que el terreno de juego se extiende hasta las redes sociales, los medios de comunicación y el boca a boca. Lo interesante es que los contrincantes no son los otros jugadores, sino el jurado que los evalúa.
No solo se trata de saber elegir el repertorio ideal para el jurado. También debe prepararse teniendo en cuenta el beneplácito del respetable, así como su administración en pequeñas dosis. A ser posible, en tres.
La primera ficha a mover es familiar: representa la toma de contacto primaria con los más cercanos, el visto bueno de los que te quieren y esperan. Por norma general, nadie saca sus mejores cartas, aunque el juego ya ha empezado.
La segunda representa la consolidación de la estrategia: el jurado recompensa a los jugadores, aquellos que han presentado sus acertadosrepertorios, con el regalo de pisar el Teatro Cervantes.
A partir de este momento, se convierte en un tira y afloja de tinta y borrones. Es un baile entre pequeñas pinceladas de lo mejor de cada disfraz. En este punto del juego todavía hay más risas que lágrimas. Comienzan las quinielas de unos observadores que, desde sus butacas, gritan, aplauden, y ovacionan a sus favoritos.La última ficha es la definitiva. Todo o nada.
Aun habiendo cinco premios, solo un jugador abandona la partida complacido. El resto observa, con la sensación de merecer algo más. Sin embargo, el resultado no es tan simple de interpretar: no depende de tu juego, sino del gusto de un jurado compuesto por cinco personas, cada uno con su particular paladar carnavalero.
Una vez acabada la partida, llega el momento de disfrutar. Fuera nervios y estrés. Adiós, ensayos. Ya solo queda hacer vibrar cada rincón, cada esquina. Ya solo queda bañarnos en papelillos al aire libre en Calle Larios.