Cada año que en estas páginas despido al carnaval de Málaga me viene a la cabeza una cuarteta escrita por Jesús Gutiérrez para su comparsa Los Patronos: "Ya se divisa la playa, la gente de pronto estalla sabiendo que acaba y que el fuego la magia no apaga. Las caras se desmaquillan y los disfraces se guardan y desnudo aguarda el disfraz de la vieja rutina".
Es verdaderamente difícil explicar mejor que él la sensación que decenas de carnavaleros han tenido este Domingo de Piñata en el corazón. Los que conformaban las filas del cortejo fúnebre en el Entierro del Boquerón pertenecen a ese selecto club para el que no pasan los años, sino carnavales. Y esta noche se pone de nuevo el contador a cero pensando en el de 2025.
Estaba previsto que la comitiva partiera hacia La Malagueta desde calle Larios a las 17.30 horas, pero se retrasó unos minutos. Expectantes, decenas de personas, entre las que había muchísimos niños disfrazados, esperaban en la plaza de la Marina y alrededores a que la fiesta comenzara. Porque sí, en el carnaval no se pierde la alegría ni en un entierro.
Monstruitos saltarines, Minnies bailongas o unos divertidos vaqueros fueron algunos de los grupos de animación que animaron la pena de enterrar al boquerón, siempre obra de Fernando Wilson, que este año lo fabricó con mal de amores. A unos días de San Valentín, flechas de Cupido y algunos pétalos de flores deshojadas se podían ver rodeando a este animal, que bañó con sus clásicas lágrimas al público presente en las calles.
Ha sido un carnaval completo, pese a los días lluviosos, que hicieron que la Fundación tuviera que hacer con los horarios un auténtico rompecabezas. Si iniciamos la cobertura de carnaval en EL ESPAÑOL de Málaga diciendo que teníamos que ver la vida como si fuera carnaval, con sus penas y alegrías... No me parece mal cerrarlo recordándola. El año que viene, más y mejor, si Dios Momo quiere. Viva el Carnaval de Málaga, y recordad: la vida es carnaval. Disfrutad de cada segundo como si fuera el último.