Las campanas de la iglesia de San Juan comenzaron a sonar pasadas las 19:30 de la tarde. El repicar, que se alargó durante varios minutos, esbozó en el ambiente aires de despedida. El reencuentro de la cofradía de la Paloma con la que fuera su sede hasta 1995 llegaba a su fin. Con la salida del último hermano de la parroquia se cerraba el círculo que había orbitado durante el último año en la corporación del Miércoles Santo: el 50º aniversario de la bendición de María Santísima de la Paloma.
La cruz guía asomó por Calderón de la Barca pasada la media hora. Entre aplausos, el cortejó (más reducido de lo que acostumbra) comenzó su transitar por las calles del Centro de Málaga en busca de su capilla en la plaza San Francisco.
Como si fuera un paralelismo buscado, a unos pocos metros de la plaza Enrique García-Herrera, unos niños alimentaban con alpiste a unas palomas. Mientras, la Virgen se abría alimentándose del cariño de un pueblo que aguardaba a su paso.
Sobre las andas de procesión del Cautivo, la talla lució el nuevo manto de Camarín (diseñado y ejecutado por Samuel Cervantes y estrenado únicamente en su primera fase). El conjunto destacó por la altura conseguida gracias a la peana de procesión, aunque marcó la caída del manto y la altura de las velas. Las flores, en tonos blancos, así como dos discretas ceras rizadas, completaron el exorno.
A los sones de la banda de música de la Paz, la imagen de Luis Álvarez Duarte acompasó su caminar entre piezas de distinto corte. No faltó la icónica Malagueña, Virgen de la Paloma, así como obras de gran calidad (Procesión de Semana Santa en Sevilla o Sevilla cofradiera, a señalar) y otras que quizá respondieron a épocas pasadas.
Lejos de las grandes aglomeraciones que congregó en la procesión extraordinaria del mes de octubre, el cortejo buscó entornos más recogidos (en algunos casos aforados, como ocurrió en calle Nueva), favoreciendo el discurrir de la procesión en aras del calor de la gente. Los nuevos espacios para una corporación que suele transitar por grandes avenidas resultaron un acierto, ofreciendo una fotografía renovada de la cofradía
Especialmente reseñable fue el paso por Arco de la cabeza, donde sonó La Madrugá como antesala al encuentro con la cofradía de Viñeros. A la altura de la iglesia de las Catalinas, el trono avanzó hacia la calle Andrés Pérez, quedando la imagen de la Virgen en el atrio de la puerta, encontrándose en la distancia con los titulares de la cofradía correonista.
La cruz guía llegó a la capilla poco antes de las 11 de la noche. Atrás quedaba el triduo extraordinario en la iglesia de San Juan, la Virgen volviendo a presidir el altar mayor de un templo que siempre fue su casa, el reencuentro de la Paloma con la gente tras tres Semanas Santas de ausencia y las emociones vividas como colofón a la celebración. Tras este final, lo que queda el sentimiento común de aquellos hermanos que, llegado el momento, podrán decir: "Yo estuve allí".