"No tengo la certeza de haberla merecido, pero sí aseguro que es una satisfacción llevar sobre el pecho un signo visible de mi adscripción irrevocable y mi propósito de servir a la Iglesia de Málaga". Fueron las palabras con las que Carlos Ismael Álvarez agradeció la imposición de la medalla Pro Ecclesia Malacitana.
El que fuera hermano mayor de la Esperanza recibió esta condecoración por parte del obispo de la Diócesis en atención a los méritos, y a una conducta de servicio a la Iglesia como cofrade en el ejercicio de las tareas encomendadas tanto en la Archicofradía como en las hermandades del Rocío y del Cautivo durante las intervenciones episcopales.
Durante su intervención, Carlos Ismael Álvarez se refirió a los dos lugares en los que adquirió "la certeza de que el hombre es cuerpo y alma": "En mi casa y en el colegio (los Maristas) aprendí la veneración por mis mayores; el amor a la verdad; el afán de saber, la sed por las respuestas y la aventura estimulante de perseguir las intuiciones. Los fundamentos que aún sostienen mi conciencia".
Una experiencia "en el Dios amoroso" que desde su juventud ha vivido, "con talante mediterráneo y andaluz", en la cofradía de la Esperanza. Defendió el trabajo realizado a lo largo de las décadas por los "hermanos ejemplares" que han desarrollado una labor de manera entusiasta y comprometida, "compartiendo proyectos e ilusiones" por una misma causa.
"A la hora en la que muchas personas, legítimamente, están en sus casas con la bandeja de la cena por delante, viendo la televisión, los cofrades, que han tenido una jornada laboral, académica o profesional no menos dura y exigente que las de ellos, están en sus respectivas cofradías trabajando en las más distintas labores que van desde la acogida a los necesitados hasta la preparación de los cultos. Y lo están haciendo con una clara conciencia de que trabajan, desde la Iglesia Malacitana, por la causa de sus Titulares, es decir, por la causa del Evangelio", subrayó.
En referencia a los periodos en los que estuvo al frente de las hermandades intervenidas por el Obispado, Álvarez expuso que las cofradías, a veces, "generamos tensiones y conflictos que, por nuestra notoriedad y presencia en la sociedad y por la propia pasión con la que sus hermanos vivimos nuestras cosas, adquieren una gran relevancia, se magnifican, generan escándalo y, en cualquier caso, son impropios e inaceptables en quienes nos congregamos en instituciones de una religión cuyo primer mandamiento es el amor". Abogó por desterrar ese "exacerbado y nefasto sentido posesivo, íntimamente unido al personalismo".
Agradeció a las corporaciones del Cautivo y del Rocío su adhesión a la concesión de esta medalla, señalando que durante su etapa como comisario se integró en ellas "como un hermano más" durante unos meses inolvidables, y tratando con gente "abnegada, buena y desinteresa" que le acompañarán por siempre.
Hizo alusión, de manera especial, a su Archicofradía del Paso y la Esperanza, apuntando que se trata de una parte esencial de su vida, y dirigiéndose en último lugar al obispo de la Diócesis: "Los cofrades somos recursos humanos a su disposición, un innegable activo de la Iglesia Malacitana. Cuente siempre, monseñor, con nosotros para afrontar los retos enormes a los que los cristianos nos enfrentamos en esta hora confusa y revuelta: desde la transmisión de la fe hasta la formación necesaria para dar razón de ella, pasando por el plantarle cara a la secularización". Como respuesta, Jesús Catalá le agradeció los servicios prestados y recogió el ofrecimiento, afirmando que "cuenta con los cofrades".
El acto, que tuvo lugar durante el tercer día de triduo a la Virgen de la Esperanza, contó con la participación del coro del Colegio de Abogados de Málaga, así como con la asistencia de su decano, Salvador González Marín, y de los hermanos mayores del Rocío, Francisco Javier Martín, Cautivo, Mario Ortega y la vicepresidenta de la Agrupación de Cofradías, María del Carmen Ledesma, entre otras autoridades.
Carlos Ismael Álvarez (1951), abogado de profesión, fue hermano mayor de la Esperanza entre 1992 y 2002, consiguiéndose la designación del templo como basílica menor durante su mayordomía. También ocupó la vicepresidencia de la Agrupación de Cofradías durante el mandato de Clemente Solo de Zaldívar. Fue pregonero de la Semana Santa de Málaga en 1997, así como comisario episcopal del Rocío y el Cautivo.