Para encontrar las primeras referencias a la devoción del Nombre de Jesús hay que viajar al pasado y remontarse a las primeras comunidades cristianas. Pese a que estos grupúsculos no habían desarrollado todavía muchos de los conceptos que forman parte de la Iglesia contemporánea, sí que tenían clara una cosa: "Encontraron en la figura de Jesús, la fuerza salvadora de Dios".
El teólogo Andrés García explica que, este hecho, se puede apreciar en numerosas escrituras, como en la carta de Pablo a los Filipenses: "Por eso Dios lo exaltó y le concedió un nombre superior a todo nombre, para que, ante el nombre de Jesús, toda rodilla se doble, en el cielo, la tierra y el abismo; y toda lengua confiese para gloria de Dios Padre ¡Jesucristo es Señor!".
Esta referencia nominativa no es una cuestión menor. Se trataba de una designación común entre los judíos del siglo I y cuya traducción viene a significar Yahveh salva. De hecho, en el Evangelio de Lucas existen alusiones claras al valor impositivo del nombre: Concebirás y darás a luz un hijo, a quien llamarás Jesús".
Tadeo Furest, albacea general de la Archicofradía de la Esperanza e historiador, explica que el papa Clemente VII, en 1530, le otorga el privilegio de celebrar con oficio propio esta fiesta a la Orden Franciscana, aunque con posterioridad pasaría a formar parte de las solemnidades de Jesuitas, Dominicos y otras tantas órdenes religiosas.
Posiblemente en la primera mitad del XVI, y de la mano de la Orden de Predicadores (o Dominicos), se funda en Málaga la cofradía del Nombre de Jesús, asentándose esta devoción que se ha mantenido hasta nuestros días a través de distintas imágenes pasionales, como el antiguo Nazareno del Paso (destruido en 1931) o la actual talla, obra de Mariano Benlliure.
Cabe señalar que, pese a que no hay fuentes históricas de la fundación de esta hermandad, el documento más antiguo en el que se cita data del 8 de mayo de 1567, y corresponde a un libro del Convento de Santo Domingo el Real. En él, consta la cesión de la capilla que estaba destinada al capitán Hernán Lorenzo de Zafra a la Cofradía del Nombre de Jesús.
No sería hasta dos siglos después, en 1721, cuando el papa Inocencio XIII estableciese para toda la Iglesia la fiesta propia del Dulce Nombre de Jesús, desgajándola devocional y litúrgicamente de la Circuncisión del Señor, y fijándola el domingo después de la Epifanía.
Este hecho se recoge en los estatutos de la hermandad de finales del siglo XIX (1891), donde se afirmaba que "el tercer domingo de enero de cada año, en que la Iglesia celebra la festividad del Dulce Nombre de Jesús...". En la mayoría de ocasiones, el tercer domingo del primer mes coincide con el segundo después de Reyes.
Con la llegada del siglo XX, se produce otro cambio en la celebración: "Pio X, a primeros del siglo XX, trasladó la festividad al domingo que cayera entre los días 2 y 5 de enero y por defecto si el primer domingo de enero se iba al 7, sería fijada la fiesta el día 2 de enero. En el Concilio Vaticano II, el Dulce Nombre de Jesús desaparece del calendario litúrgico", explica Furest.
Debido a ello, los estatutos de la Archicofradía pasaron a indicar que, mientras no se recuperara la celebración dentro del calendario litúrgico, se festejaría el primer día del año. Sin embargo, basándose en lo que afirma el Missale Romanum en su edición de 2002, que marca el 3 de enero como fecha del Santísimo Nombre de Jesús, la Archicofradía decidió establecer este día para la conmemoración devocional de su origen.
Es por ello por lo que, todos los años, el tercer día del primer mes celebra una misa solemne en su honor, además de un besapié. A causa de la pandemia, este rito ha quedado suspendido, y se ha sustituido por una veneración a la imagen que tallara Mariano Benlliure.