La Semana Santa de Málaga ha experimentado una evolución constante en las últimas décadas. Las imágenes de hombres de trono pagados ya forman parte de un imaginario que se visualiza en blanco y negro. El paso valiente y decidido de una generación joven marcó un antes y un después, permitiendo que los hermanos de las cofradías pudieron ocupar un hueco en los varales. Detrás de esta transición se encuentran miles de nombres que, aunque no aparezcan en los libros de historia, fueron responsables de una bocanada de aire fresco en el seno de las hermandades.
Personas como Chico Banderas, quien en conversación con el canal Las Cofradías, recuerda cómo era la Semana Santa de 1980: "Teníamos un descanso oficial al llegar al Pasillo de Santa Isabel. Allí te encontrabas los estandartes tirados y los tronos vacíos". Imágenes del pasado que vuelven a la palestra para analizar y reflexionar sobre nuestro presente.
¿Cómo ha cambiado Lágrimas desde aquella primera salida bajo palio en 2004?
La Virgen de Lágrimas no pertenecía a Fusionadas. Organizaba el rosario y a raíz del incendio de 1980 se incorpora al título de la Cofradía. Yo vivía en Sebastián Souvirón y desde el balcón, junto a mi hermano, veía la procesión muy temprano con el cura llevando un megáfono; mi madre, junto al resto de las madres, iba rezando. Decidimos que ya era hora que la Virgen pudiera salir bajo palio. Lo conseguimos el 4 del 4 de 2004. No queríamos salir en un trono de flores, sino que todo estuviera ya definido.
Empiezas en 1980 en Exaltación.
Debajo de mi casa se montaba el tinglado de la Paloma. De la mano de mi madre íbamos a plaza Arriola. Era muy tarde pero veía los tronos y a los portadores. Aquello me dejó impresionado. Vivía en el meollo de todo eso. Yo entré a formar parte de Fusionadas porque la cofradía tenía dos equipos de fútbol. En aquel momento la hermandad era muy humilde. Recuerdo que viajábamos con asiduidad a Sevilla para hacer un seguimiento del grupo escultórico, que lo estaba haciendo Dubé. Creo que nos costó 350.000 pesetas. Todo esto coincide con un momento de la historia en el que la juventud comienza a integrarse en los varales.
El comportamiento de los hombres de trono ha evolucionado en estos años. Antes era común ver gafas de sol, chicles, gente que se salía de su sitio...
Cada hombre de trono ha cumplido una función importante, desde los cargadores del puerto hasta nuestros días. Cuando yo salía en el Rescate o en Exaltación teníamos un descanso oficial al llegar al Pasillo de Santa Isabel. Allí te encontrabas los estandartes apoyados en la pared o los tronos vacíos. Los mayordomos te solían regalar un paquete de tabaco o un bocadillo. Gracias a Dios, eso ha desaparecido. Eso sí, creo que no hay que renegar de nuestro pasado porque esa juventud fue la que se implicó en las hermandades en su momento.
Fuisteis precursores de un cambio.
Sí. La juventud que viene ahora trae unas ideas que son mejores para la Semana Santa. Nosotros hemos pasado por situaciones que ahora suenan chocantes. Yo empecé a sacar tronos en 1980 y ese mismo verano se nos quemó la imagen de la Exaltación. Tocó comenzar de cero después de que la cofradía hubiese ardido delante de nosotros. Fue un palo muy duro, pero Málaga y la Agrupación se volcaron y nosotros continuamos trabajando.
¿Cuál es la primera vez que entras en la Virgen de la Esperanza?
En la coronación, en 1988. Un hermano me dejó que fuera en el segundo turno y a partir del año siguiente, varios cofrades fusionados decidimos meternos debajo del manto y compartir varal con los pagaos. Iba Pepe Martos con nosotros y el objetivo de los capataces era que el conjunto de los participantes perteneciera a la Archicofradía. Es un trono totalmente distinto al resto.
Al principio no queríamos meternos en el submarino, pero mis compañeros hicieron una promesa muy especial a raíz de un problema de salud que tuve: el día de la Esperanza de 1993 le pusieron un pañuelo en la mano a la Virgen y me lo entregaron. Me operé en Los Ángeles y al año siguiente, en 1994, salieron todos de promesa en el submarino. ¡Cualquiera los saca ahora de allí! Se ha creado un grupo fantástico del que he formado parte durante 25 años.
Los submarinos se han convertido en un elemento casi indispensable para entender la Semana Santa de Málaga.
Con el tiempo las cosas van cambiando. El submarino de la Esperanza fue el primero y a partir de ahí se fue extendiendo a otras cofradías. Mi hermano lo contó en su pregón de 2011: en los submarinos, todo el mundo se iguala. Puedes ser un político, fontanero, abogado o actor de Hollywood. Allí empujamos por igual y sufrimos por igual.
¿Cómo se ha convertido el submarino de la Esperanza en un grupo cohesionado que tiene vida durante todo el año?
Se hace gracias a la unión que hay dentro. Hemos organizado tres verbenas benéficas montando lo más grande. El último año asistieron más de 10.000 personas. Nos dividimos en varios grupos en función de las tareas: cocina, prensa, coordinación... Pero no ha sido el único caso; con la carrera del Corte Inglés también participamos todos e hicimos un donativo bastante grande. El objetivo es tener siempre presente esa obra social importantísima y que apoye a la bolsa de caridad tan buena que tiene la Esperanza.
Carlos Ismael Álvarez fue una de esas personas que optó por daros esa libertad de grupo sabiendo que veníais a aportar.
Exacto. Con Carlos Ismael y Bujalance, que también fue un gran hermano mayor. Con el tiempo he perdido algo de contacto, pero la unión que hubo en ese momento era maravillosa. Ha sido una de las mejores experiencias que yo he vivido como hombre de trono.
Y la figura de Manolo Picasso.
Por el puente de los difuntos, organizamos una excursión en la que vamos de peregrinaje hasta el lugar en el que falleció. En el lugar en el que él murió hay un pequeño monumento en el que está la Virgen de la Esperanza. Siempre que vamos ponemos romero y rezamos, pero al final también mantenemos viva esa llama que le definía: las risas, el buen rollo... Recuerdo que el primer año que fui, la Guardia Civil alucinaba con nosotros. No entendían como podíamos estar riendo y llorando al mismo tiempo.
Es uno de los eventos más importantes, pero tenemos varios días señalados en el calendario: la entrega de la estatuilla de hombre de trono a uno de nosotros, la imposición de medalla a los niños... Y por supuesto el Jueves Santo, que es lo que nos une: la Virgen de la Esperanza. Gracias a ella nos hemos conocido y hemos formado este grupo.
En el año 2004 llega un momento clave para Fusionadas: la Virgen de Lágrimas y Favores bajo palio. ¿Cómo lo vivisteis?
Yo entré en la cofradía por la comisión de Exaltación, pero luego llegó el reto más grande, que era la Virgen de Lágrimas y Favores saliera en procesión. Comenzamos a trabajar muchísimo para conseguir los fondos necesarios; organizamos rifas, casetas en la feria... De todo. El día en el que la vimos bajo palio fue glorioso. Todavía salía en rosario, de madrugada, pero ver toda la candelería encendida significó haber cumplido ese sueño.
He de decir que también peleamos mucho por mantener nuestro día, el Domingo de Ramos. Creíamos que incorporar otro trono el Miércoles Santo era convertirla en una más. Conseguimos nuestro espacio por la mañana y creamos una manera de entender la Semana Santa. Marcamos un estilo que ahora llevan otras cofradías.
De hecho, fuisteis de los primeros en acompasar las marchas.
Cierto. Nosotros veníamos de nuevos, así que teníamos nuestros ensayos y coordinábamos una serie de pasos. ¡Ojo! También nos criticaron en su momento. Veníamos de una Semana Santa en la que el tambor marcaba el tiempo, por lo que interpretar una marcha de esa manera chocaba bastante. Pero creo que se hizo una cosa que favoreció la evolución y que a día de hoy está mucho más asentado.
Prueba de ese buen resultado es que hay una tasa de repetición muy alta.
Tenemos 200 personas contando con el submarino, de los cuales un gran número acaba repitiendo. De hecho, contamos con una lista de espera porque, aunque se jubilan algunos compañeros, hay más gente que quiere entrar. Creo que es uno de los tronos con un gran poder de convocatoria, aunque vamos a ver ahora cómo reacciona la gente después de la pandemia.
Hay un momento clave el Domingo de Ramos: poco antes de la salida, todos los hombres de trono se ponen delante de la Virgen y cantan el himno.
Se produce mucha química. La gente se abraza y la emoción llega al pecho. Las ganas que tenemos después de este año va a ser mucho más grande, porque venimos de una pandemia que nos ha tenido retirados de las procesiones durante dos Semanas Santas.
¿Qué le falta a Lágrimas?
Un Cristo (dice entre risas). No, no. Yo creo que vamos bien. Estamos dando pasos a buen ritmo. Pertenecemos a una cofradía complicada, con seis mayordomías, pero es la única manera de organizarse. Es cierto que ahora está la polémica de que Fusionadas va a salir desde la casa hermandad, pero nosotros afortunadamente vamos a poder seguir estando en San Juan, al igual que Vera Cruz.