Una matrioshka es el conjunto de piezas que componen una clásica muñeca creada en Rusia a finales del siglo XIX. Su particularidad consiste en el hueco de sus compartimentos donde albergan piezas iguales pero de inferior tamaño que cobijan otro nuevo ejemplo de estas. Siempre que acaben en número impar, pueden llegar a coexistir hasta 20 piezas de este característico recuerdo de visitantes y viajeros. A veces son iguales pero en otras ocasiones las muñecas alteran el rostro o la cromática que dan vida a su disgregado cuerpo. El caso es que siempre desafían al ingenio y al volumen para terminar encajando una dentro de otra.
A veces, muchas veces, más de cuatro veces, paso por la calle Molina Lario y veo una tienda muy antigua llena de telas, cordones, figuritas y otros curiosos objetos que rebosan su escaparate de cristal. En los meses de marzo y abril, el señor con bigote que la regenta suele poner columnas de capirotes de cartón, plástico y rejilla -para los más aerodinámicos del lugar- apilados de forma que encajan unos dentro de otros. Hay sitio para todas las tallas, medidas y longitudes. Y lo que es mejor, asequible a todos los bolsillos. La convivencia de estos artilugios de la Semana Santa es efímera, pues a medida que avanzan los días emigran hacia telas y oscuridades ajenas donde deben desarrollar su función. Aquí la matrioshka también es volátil, pues se disuelve en individualidades a contrarreloj.
Al igual que la diminuta última pieza de la matrioshka no puede albergar en su interior al resto de sus muñecas hermanas o el capirote de cartón del infante no sostiene sobre él a su compañero de tramo alto y robusto, es de justicia reclamar la coexistencia de grupos sociales y colectivos en el entramado de una supuesta ciudad en vías de ser una city. Encajar, convivir y coexistir entre malagueños y foráneos. La ciudad sometida al turismo de masas, el trono que no encaja entre terrazas y aceras estrechas y las cofradías aún insertas en un ideal romántico sostenido por el toda Málaga de pregones y 280 caracteres de twitter desde el que en ocasiones administran su soberanía. No estamos sólos. Actuar en consecuencia y asumir roles: convivencia entre colectivos y grupos sociales para no destruir modelos e identidades. Es hora de pensar de qué muñeca de la matrioshka participamos y cómo reubicarnos para que el juego encaje. Para que el trono encaje.
Ojalá un modelo sano en el que el guiri y yo pudiéramos comernos una caña de azúcar esperando a la Esperanza en Atarazanas.
Por cierto, si estás leyendo esto, ya hay torrijas. Y no a la guerra.