"La Semana Santa de Málaga tiene sus problemas, pero es mucho más brillante y participativa que antes"
¿Cómo fueron las crisis del pasado?, ¿en qué situación se encuentra el modelo procesionista?: "Lo que ocurrió en los 60 se debe en parte a que ciertas personas se encadenaron a los sillones".
8 abril, 2022 05:00Noticias relacionadas
Durante los encuentros cofrades de EL ESPAÑOL de Málaga en Taró Restaurante, este medio quiso reunir a dos familias (padre e hijo) cuya implicación en sus respectivas cofradías ha marcado el devenir de las mismas. Durante la conversación, los cuatro participantes debatieron sobre cuestiones relativas a las crisis que en el pasado vivió la Semana Santa, la situación en la que se encuentra actualmente el modelo procesional y la necesidad de que las nuevas generaciones asuman responsabilidades: "Lo que ocurrió en los 60 se debe en parte a que ciertas personas se encadenaron a los sillones".
Carlos Ismael Álvarez fue hermano mayor de la Archicofradía de la Esperanza entre 1992 y 2002, pero su currículum está conformado por una larga lista en la que la vocación de servicio vertebra todos los hitos: comisario en el Cautivo y Rocío, persona clave en el Centenario, y un cofrade entregado. Ahora, varias décadas después de que iniciara sus andadas, echa la vista atrás para recordar cómo eran las procesiones en aquella década de los 60. Explica que comenzó a ir por la hermandad en 1965, coincidiendo con la "época baja" de la Semana Santa: "Había una sensación enorme de retirada y preocupación, con problemas de hombres de trono y nazareno. Cuando se habla ahora de la crisis que hay, siempre digo que no hay ni punto de comparación con lo que fue en un pasado. Ahora quizá hay 10 o 15 huecos en un trono o en las filas; antes, la situación era tan grave que los portadores o penitentes eran una especie en extención", subraya.
Asegura que nada de lo que se ha escuchado durante esta Cuaresma le suena a nuevo: "Ya lo viví cuando tenía 15 años y era un muchacho", apunta. Expone que las cofradías comenzaron a remontar en 1976. En vísperas de la Transición, comienza un período ascendente que llega hasta los tiempos más recientes: "La Semana Santa de Málaga tiene los problemas que tiene; quizá, algunos de ellos estructurales, pero como conjunto es mucho más brillante y participativa que entonces. No hay color. ¡Hemos pasado de hombres de trono asalariados a hermanos!", incide.
Decir el nombre de Ramón Gómez Ravassa es hablar de una de las personalidades que a lo largo de la historia reciente han marcado los designios de la Congregación de Mena. Pese a haber tenido la oportunidad "en su momento", las circunstancias laborales impidieron que fuera hermano mayor: "Pero no me arrepiento; en mi cofradía he hecho todo lo que tenía que hacer", cuenta. Gómez Ravassa comenzó a formar parte de la corporación de Santo Domingo cuanto tenía 9 años. Ahora, con los 80 a las espaldas, rememora cómo fueron sus primeros cargos de responsabilidad: "El mítico Carlos Rubio me dio una lista con todos los hermanos y me dijo que organizara la procesión. Hablaba Álvarez de que en la Esperanza iban 15 hachetas, pero nosotros no llevábamos muchas más".
Como preámbulo, puntualiza que las cofradías no dejan de ser el reflejo de la sociedad: "Con el nacionalcatolicismo de la posguerra, las cofradías empiezan a vivir un momento de gran expansión. Pero cuando ese movimiento decae, la gente empieza a despegarse", afirma. Destaca que antes, el hecho de tener una lista con todos los hermanos era algo casi inexistente: "Los hermanos eran los hijos de las familias de toda la vida".
Carlos Ismael Álvarez coincide en el planteamiento de que existe un paralelismo entre las cofradías y la sociedad: "Cuando decimos que hay menos nazarenos, también hay que decir que hay menos bodas, menos comuniones y menos bautizos, y menos nacimientos. Lo que hay ahora no tiene nada que ver con lo de los 60, cuando casi ni se podían pagar cuadrillas y las procesiones se planteaban ni salir".
Eso sí, Ramón Gómez Ravassa relata que ese proceso de auge también ha tenido sus contras: "Nosotros hemos recibido auténticas barbaridades en Carretería. Durante dos años en los que fui jefe de procesión, tuve que mover de sitio la sección de la Virgen para que pasara delante del Cristo porque nos avasallaban. La gente se ponía en Tejón y Rodríguez a esperar a la Compañía y no teníamos más opción que esa, o pasar a bastonazos. Pero con todo ello, Carretería es para mí la mejor calle cofrade. Antes era un embudo y no se podía salir, ahora sí".
Esas anécdotas están ubicadas temporalmente en los últimos años de la década de los 70. Tanto el hijo de Carlos como el de Ramón han nacido en un contexto en el que la Semana Santa estaba volviendo a resurgir; en todos los sentidos.
Cuando decimos que hay menos nazarenos, también hay que decir que hay menos bautizos, bodas, comuniones y nacimientos
Carlos Ismael Álvarez hijo sostiene que, a sus 41 años, ha nacido y crecido en "la edad de oro de la Semana Santa": "Dicho esto, tengo que contar una cosa. Me acuerdo que estando en el colegio, me llevaron a una tertulia de niños cofrades con Guadamuro. Antes de entrar, había unos señores hablando de que a una cofradía le faltaban hombres de trono. Eso sería a finales de los 80 o principios de los 90. Pues bien, a día de hoy, esa misma cofradía sigue teniendo el mismo problema", explica.
Subraya que de un tiempo a esta parte han entrado muchas corporaciones nuevas y otras sacan dos tronos cuando antes solo llevaban unas sencillas andas: "La vaca va engordando, pero tiene un límite. No creo que haya una crisis aguda, pero sí pienso que desde hace muchos años vivimos un milagro cuando, todas las primaveras, Málaga es capaz de generar tantísimos nazarenos, hombres de trono y participantes. Como ciudad, eso demuestra un músculo enorme. Y todo ello dentro de una sociedad secularizada y con desapego a todo lo que huele a religión".
Prueba de ello es que cada vez que ha habido un evento de grandes características (magnas, extraordinarias, traslados...), la gente "se ha volcado": "Málaga responde. Las calles se llenan, las sillas se llenan... Pero las filas y los varales no. Y eso creo que responde a una falta de compromiso: es más fácil ser espectador que actor. Con estos condicionantes, no tengo la sensación de que haya una crisis como tal, aunque eso no quita que algunas hermandades se están resistiendo debido a esa coyuntura social".
Ramón Gómez hijo afirma que él, al ser un poco mayor, sí que conoció parte de esa Semana Santa de los 70: "El cambio que vino con la transición se notó muchísimo. Coincido en el planteamiento de mis compañeros. Creo en que esta situación no se debe tanto a la falta de gente, sino a la imposición de una sociedad con una gran falta de valores que rechaza todo lo que huela a religión. Por ello, somos nosotros los que tenemos que salir a dar testimonio público de nuestra fe".
El relevo generacional
La necesidad de que nuevas generaciones se incorporen a los puestos de responsabilidad es un hecho patente en el mundo de la Semana Santa. Pero este hecho solo es posible si previamente el sillón a ocupar ha quedado vacío. Carlos Ismael Álvarez sostiene que "todo el mundo tiene una época": "Tienes que saber dejar paso. Las cofradías tienen que estar en manos de personas de 40 o 50 años. Parte de la crisis de la que hemos hablado del 65 y 66 nace porque había un grupo de personas que se había encadenado al sillón y no quería irse de ahí".
Cuenta Gómez Ravassa que hace unos años, en un congreso de hermandades, se planteó el caso de una corporación de Torremolinos que llevaba seis meses en busca de un hermano mayor: "Propuse que la mejor solución era disolverla, porque si nadie tenía apetencia de ser el máximo dirigente, es que no había vida. Efectivamente, se les dio un margen de dos meses y al día siguiente ya había un candidato. Esa existencia de actividad es fundamental para que los proyectos continúen".
Pese a todos los sinsabores de una cofradía, todo merece la pena cuando el trono se levanta
Por su parte, Carlos hijo expone que, "con el máximo respeto a los mayores", la gestión que se hace a día de hoy no tiene nada que ver con lo que hacía hace 30 o 40 años: "Antes era mucho más familiar y se arreglaba entre unos pocos. Ahora se mueven unos importes económicos mucho mayores. La comunicación también ha influido tanto para bien como para mal. Gestionar una cofradía supone un sacrificio personal enorme".
Pero ese esfuerzo no solo repercute en el tiempo, también en el dinero. Los cuatro coinciden en que la asistencia a actos benéficos, viajes, protocolo..., acaba suponiendo un desembolso importante. Eso sí, si después de cada junta de gobierno, alguien pasa la hucha pidiendo para caridad o cualquier otro proyecto, "esa persona deja de ir".
Dar un paso al frente
Carlos hijo argumenta que la ausencia de liderazgo también responde a la falta de compromiso: "Exige una implicación absoluta. Tengo el convencimiento, y eso no me lo va a quitar nadie, y lo discuto con quien sea, que los sinsabores son muchos más que las alegrías. Y eso quema porque estás gestionando grupos humanos muy grandes, donde la estética tiene un componente muy importante y todo el mundo entiende de ello. Hay que tener muchas ganas para quitarle tiempo a tu trabajo y familia para atreverse a dar un paso al frente y asumir las responsabilidades. A todo el mundo le gusta ver los toros desde la barrera. Llegar a tu cofradía con las cuentas pagadas, las cartas mandadas y la procesión preparada para salir es muy cómodo".
Gómez Ravasa coincide con su planteamiento, aunque añade que al final "siempre merece la pena": "En el momento en el que suena la campana, y se levanta el trono, todo cobra sentido".