La Semana Santa de 2022 llegó envuelta en un halo de emoción por el reencuentro que poco a poco se fue disipando, dejando paso a tensiones y descontentos que eclipsaron lo verdaderamente importante. Resulta muy triste ver como otro año más se desmorona el trasfondo de la celebración, quedando reducidos los siete días de pasión a un absoluto mercadeo de argumentos y excusas en el que la culpa debe estar más que repartida.
Llegamos con el miedo a una supuesta desafección (cuya repercusión ha sido nula, afortunadamente) y nos vamos con el orgullo de pasear por una ciudad que vuelve a mirar a sus edificios pensando si el milagro de la primavera en Málaga ha sido cierto o no. Ahora, vivido el Domingo de Resurrección, es el momento de arrancar con los tradicionales balances y descomponer cada uno de los aspectos sobre los que toca reflexionar.
De los responsables
El análisis de la Semana Santa de Málaga del 2022 requiere la definición detallada del estado de la cuestión. La trascendencia que han tenido estos días ha sido de tal envergadura que necesita precisar todo lo posible qué factores dependen de cada uno de los actores de la celebración.
El vídeo de Manolo Sarria ha sido el desencadenante de una serie de reacciones en los medios nacionales que poco a nada tienen que ver con la realidad. El recorrido oficial tendrá muchas críticas, pero la privatización de la Semana Santa no es una de ellas. Para muestra, Alameda, la Marina o incluso algunos lugares de Atarazanas. Que esta nueva configuración ofrece más puntos para ver pasar los cortejos es un hecho demostrado. Otra cosa es que uno quiera verlos sin varias filas de sillas delante; pero ese es otro tema.
Querer buscar las procesiones en las bocacalles de Larios responde a un sinsentido de la ciudadanía, teniendo oportunidades mucho más afables en otros sectores del trazado. Reflexión similar cabe adjudicar a los que se quejan de las lonas que conforman el eje sur-este de la plaza de la Marina con Molina Lario y que "impiden la visión". ¿De verdad que alguien, en su sano juicio, pretende que una zona tan inhóspita esté abierta a la intemperie? La pregunta no ha de ser cómo favorecer la visibilidad ahí, sino por qué ese lugar forma parte del itinerario común.
Pero retrodeciendo al problema inicial (la demagogia mediática), llegamos a la conclusión de que se ha producido una desconexión importante entre los hechos y el relato (que no son lo mismo). La Agrupación de Cofradías se encuentra en estos momentos en una crisis reputacional real, en el que la política ha metido sus oportunistas manos para intentar rascar votos. Aquí ha habido una utilización del descontento para marcar agenda, y el resultado que tenemos es el de la intoxicación del problema cofradiero.
¿Y qué pasa con las terrazas? Pues que contra el poder de don dinero, nada se puede hacer. Lucha perdida contra un gremio que debería agradecer día y noche la actividad que genera el Centro gracias a las procesiones. Se ve que no es así. La idea que subyace a todo esto es muy clara: el modelo de convivencia que ha primado esta Semana Santa entre hermandades y hostelería en la vía pública no es viable.
De la comunicación
El caso es que, en este contexto, San Julián no puede permitirse el lujo de comunicar en verso y recordar tradiciones sonoras cuando no hay ni tan siquiera una estrategia definida para afrontar esta situación. Todo ello pasa por establecer una hoja de ruta. Explicar y señalar quiénes han sido los responsables de todo aquello que ha ocurrido externo a las hermandades; empezando por el Ayuntamiento y su plan de seguridad, que ha conllevado al aforamiento indiscriminado de calles que un día aparecían diáfanas y a la jornada siguiente valladas. No todo es culpa del RO.
A ese problema hay que sumar el desconocimiento manifiesto por parte de los cuerpos de seguridad a la hora de tratar al público, llegando a situaciones de tensión que son fácilmente subsanables. No tiene sentido que la Policía retire a empujes a personas que esperan ver pasar un trono de vuelta al que tan solo acompañan unos pocos grupos de cofrades.
¿Por qué eso no ocurre en otras provincias? ¿Por qué en Sevilla puedes ir cerca de los pasos y aquí las posibilidades de llevarte un empujón son tal elevadas? Quizá alguien deba revisar los protocolos de actuación y recordar que las actitudes chulescas con malagueños que solo disfrutan de su Semana Santa no son la mejor opción.
Del recorrido oficial
Parece complicado definir cada uno de los aspectos extraprocesionistas que han de ser tratados en un balance de Semana Santa. Pero después de señalar a las autoridades, consistorio, políticos y debates envenenados, toca centrarse en el eje de todo esto. El recorrido oficial requiere una reflexión profunda. Esta vez no vale con hacer una lista de aspectos positivos, negativos y mejorables. La "autocrítica" tiene que ir mucho más allá y no centrarse únicamente en el color de las vallas.
Los defectos que presenta se pueden dividir en dos grandes bloques: por un lado, los conceptuales (excesiva longitud, sinsentido del trazado, espacios por los que discurrir, entornos desangelados); por otro lado, los de convivencia con la ciudad y las procesiones. Los embotellamientos que se han generado están ahí y han sido contados por los medios, tanto al comienzo de la semana como el Lunes o el Miércoles Santo.
La gente no es que "esté perdida" o "poco acostumbrada", es que se queda encajonada entre dos o tres procesiones que no ofrecen una vía de salida mínimamente fácil. La funcionalidad de este trazado está puesta en duda; para muestra, el Domingo de Ramos. ¿Qué permeabilidad presenta un recorrido que ante cualquier retraso conlleva bloqueos en el discurrir de la jornada?
Quizá hay que preguntarse por qué un proyecto que venía a "solucionar los problemas de la Semana Santa" no ha tenido los efectos esperados. Quizá hay que preguntarse por qué no solo no ha sumado adeptos entre las hermandades inicialmente contrarias, sino que ha hecho que varias cofradías más se bajen del barco. Quizá hay que preguntarse por qué una propuesta tan "resolutiva" no termina de calar entre una parte amplia del público. La respuesta, evidentemente, no puede ser "este RO ha venido para quedarse".
De la vuelta a las calles
Pero, entre tanto conflicto, puede que no nos hayamos centrado lo suficiente en la calidad penitencial que las hermandades han puesto en las calles. Hay que recordar que hace no demasiados días, algunos estaban echándose las manos a la cabeza alertando de que este era el fin y que aquí solo íbamos a quedar cuatro gatos.
Y jornada tras jornada y procesión tras procesión, las corporaciones que componen la Agrupación de Cofradías han sacado a la calle unos cuerpos de penitentes que no hubiéramos imaginado ni en nuestros mejores sueños durante las noches de 2020 y 2021. Ningún trono se ha quedado sin salir porque faltaran hombres de trono; ninguna fila de nazarenos ha camino en soledad por una ciudad repleta de espectadores.
En todo caso, y tiempo al tiempo, habría que poner el foco en algunas secciones infantiles que quizá sí que han mostrado leves signos de afectación. Pero, como explican en la facultad, la anécdota no es noticia, así que no cabe más espacio para ello. Las bandas, las crucetas, los exornos... Componentes que forman parte de "lo estético" y que han brillado a un nivel excepcional. Para resaltar en mayúsculas.
La nota negativa, en este caso, recae sobre el tiempo, que no perdonó el Martes Santo e impidió que la jornada se pudiera vivir en plenitud con las ausencias de Rescate, Rocío y Nueva Esperanza. Además, la lluvia obligó a que las otras tres restantes (Sentencia, Estrella y Penas) tuvieran que acortar su itinerario para protegerse del agua.
Pero con todo ello, la congratulación general de haber vuelto a cumplir con nuestro cometido (procesionar por Málaga) ha de estar ahí. La reflexión netamente procesionista es que se ha consumado el deseo que durante dos años ha rondado nuestras cabezas. Dos primaveras han sido demasiado tiempo. Después de mil días, podemos decir con orgullo que por fin hemos vuelto al lugar del que nunca nos fuimos. ¡Feliz Pascua de Resurrección!