El próximo 16 de marzo, Augusto Pansard se subirá a las tablas del teatro Cervantes para pregonar la Semana Santa de su Málaga. Pero para que ese rito pueda cumplirse, tendrá que enfrentarse primero a su propia memoria y llenar de recuerdos el folio en blanco, que este miércoles comenzó a “mancharse” de vivencias. 

Sin pausa pero sin prisa, a ritmo lento y tras constantes revisiones, los párrafos empiezan a surgir. No es tarea sencilla, reconoce el propio Pansard, que en estos días ha empezado a trasladar las notas que ha tomado en el móvil durante el último mes a la pantalla del ordenador. En su corpus emocional todavía vibra la emoción y el cosquilleo que sintió el día en el que recibió la llamada del presidente de la Agrupación, José Carlos Garín

Aunque lejos de escenografías preparadas (hay que recordar que Francisco Jiménez Valverde se enteró de su nombramiento en una auténtica encerrona en la que también participó Antonio Banderas), su encargo llegó con una llamada al teléfono un domingo por la tarde.

“Era esa hora en la que nadie espera recibir llamadas porque uno está con la mente más puesta en el lunes; con esa melancolía que nos invade cuando se acerca el momento de volver a trabajo. Sonó el teléfono y era José Carlos. Tras saludar y preguntar por mi salud, me dijo: ‘Sé que esto posiblemente se pueda hacer con un ritual distinto, revestido de otro romanticismo, pero a mí no me sale y me gusta mucho más la línea recta. He pensando en ti para que des el pregón de la Semana Santa de 2024’”, recuerda en el programa Con la venia, de 7tv.

La respuesta no fue obligada, sino "inmediata": "Por supuesto que sí. En ese momento, se hizo el silencio. Soy hombre de palabra pero hay situaciones capaces de enmudecer al charlatán más reticente", apunta el también profesor y abogado. 

Cuenta Pansard que en ese momento llegó su mujer y, tras pedir permiso al presidente para contárselo (estos hitos suelen estar revestidos de un protocolo y un secretismo de máximo nivel), procedió a darle el anuncio. Nuevamente se hizo el silencio, roto únicamente por una frase que él define como lapidaria: “Ella me preguntó ¿pero esto es de verdad?", rememora.

Los orígenes de un cofrade

Para remontarnos a los orígenes de este cofrade hace falta echar la vista atrás. Mucho más de 20 años atrás (que nos llevaría a 2004, cuando dio por primera vez un pregón). Concretamente a 1966 y a la capital andaluza: “Podemos decir que a mí me nacieron en Sevilla. Mis padres eran maestros de escuela y estaban en Paradas, por lo que se desplazaron hasta el Hospital de Fátima y allí llegué al mundo. Únicamente estuve el tiempo en el que tardaron en darle el alta a mi madre, porque después volvió a Paradas para instalarme en Málaga al año y medio de nacer", explica. 

Quizá la formación profesional de sus padres fue la que, de algún modo, le llevó a convertirse en el cofrade que es hoy en día: “La escuela me lleva a mí a Pollinica. En aquellos tiempos uno no se daba de alta en las hermandades, sino que se apuntaban. Mis padres daban clase en el colegio de Martiricos, donde estaba también un profesor llamado don Francisco Muñoz Estrella, que entonces era primer teniente hermano mayor de Pollinica”. 

Esta eminencia cofrade, conocida por ser uno de los mayores hacedores de tronos en miniatura de la Semana Santa de Málaga, fue el que le dio a Pansard, con cinco años, una hoja para que “se apuntara”. En su casa, tras la explicación de sus padres de lo que significaba, comenzó su andadura cofrade.

Su familia, pese a ser de profundas convicciones religiosas y amantes de la Semana Santa, no formaban parte de ninguna corporación debido a la interinidad y búsqueda del acomodo profesional. Pero eso no impidió que fuera creciendo en torno al Señor de su Entrada en Jerusalén.

“Ellos me acompañaban en las colas en la torre de San Felipe para coger mi equipo. Allí estaba don Francisco Triviño, que te ponía una vara de madera en la espalda y decía la talla que tenías. Era tan pequeño que mi primera vez fue de carguito, aunque mi sueño era ponerme el capirote, por lo que me ponía de puntillas para ver si así me lo podían dar y dejar de usar la faraona”, recuerda. 

Junto a la escuela, hay un segundo ambiente que también le llevó al universo de los varales y capirotes: “Esta otra parte nos lleva a los vecinos. En mi bloque vivía Rafael Rodríguez, que ocupaba el cargo de teniente hermano mayor de Sentencia. Él fue el que nos apuntó a toda la chavalería. Para mí fue muy importante porque allí no había figura de hebreo, sino que se entraba directamente con el capirote, así que me dirigí muy contento al Río de la Plata, la tienda del queridísimo Paco Piédrola, a tomar medidas de la túnica porque entonces eran en propiedad”, explica. 

Pero todavía faltaba una última pieza en el puzle: la Piedad. Los avatares del destino le llevaron a pronunciar el pregón de esta hermandad en 2004 tras la petición del hermano mayor, Miguel Olmedo: “Nunca había dado un pregón; mi mundo cofrade se limitaba a la devoción a los titulares, pero yo acepté. Cuando me postré delante de la Señora del Molinillo sentí amor a primera vista. Fue la primera vez en la que conscientemente me hice hermano de una cofradía por voluntad propia y no porque me apuntaran”, subraya. 

Un pregón libre y en compañía

Reflexionando sobre el modelo de pregón que dará el próximo mes de marzo, Pansard apunta a que para él, todos los textos que se han pronunciado se merecen el máximo respeto del mundo, solo por el hecho de “haberle dedicado un cacho de la vida para Málaga”. 

Partiendo de esa base, defiende que en el pregón “cabe lo que quiera el pregonero”: “Es su espacio. Desde mi punto de vista, el mío no va a ser descriptivo. No quiero limitarme únicamente a la alabanza ni a la loa, sino que debo decir algo y transmitir algo. Cabe la opinión siempre desde el respeto, siempre desde la caridad y siempre desde la óptica constructiva para aportar algo en torno a lo cual se pueda edificar y construir. La crítica que separa o que divide o que ahonda en una herida para cicatrizar otra no cabe”. 

Por eso, el espectador se va a encontrar con un espíritu crítico apreciable desde todos los ángulos. Tantos como visiones tiene un pregonero que ha pasado por ser nazareno, hombre de trono o público. "La Semana Santa es tan transversal... Cada persona, con sus propios ojos, puede ver algo completamente distinto al que tiene sentado al lado", asegura.

Pansard se muestra agradecido por la compañía. Y es que uno de los principales consejos que ha recibido ha sido que se rodeara de un equipo cercano para “servirse de ellos”: “Ese grupo ya está formado, dispuesto para empezar a trabajar la semana que viene. Yo expondré mis ideas, escucharé las que ellos me den e iremos diseñando todo lo que esté de nuestra mano para ese día”, expone. 

Pero por mucho equipo que le acompañe, la realidad es que durante los próximos meses el pregonero va a tener que deambular en solitario por el folio en blanco. ¿Qué emociones florecen en la piel del orador ante un reto tan importante? ¿Es miedo? ¿Es incertidumbre?

La respuesta la tiene el protagonista: “Tengo ese profundo respeto que hace que tenga o viva en mí un permanente cosquilleo en el estómago, una cierta tensión. Si eres capaz de controlarla, como yo así lo espero, es tremendamente positiva porque te aporta esa pequeña dosis de adrenalina que te impulsa a expresarte. Si yo dejara de sentir ese cosquilleo, el mismo que siento cuando entro a un aula de universidad o que siento cuando entro a una sala de juicio, correría el riesgo de que uno ha profesionalizado el pregón”.

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