El día en el que la Agrupación de Cofradías llamó al encargado de hacer el cartel de la Semana Santa, Ángel Sarmiento llegó a Málaga convencido de que venía a una reunión de trabajo. La impresión cambió cuando, tras la puerta del despacho, se encontró al presidente de San Julián rodeado de sus colaboradores más cercanos.
Durante minutos y minutos, los responsables estuvieron explicando cuáles eran las condiciones de aceptar este regalo. Pero el joven artista antequerano sabe esto porque se lo recordaron a posteriori; de aquella conversación únicamente recuerda la respuesta que dio: “En mi boca está el por supuesto. A Málaga, los pies, las manos y los cinco sentidos”, afirma.
El próximo 11 de enero, Sarmiento se convertirá en el segundo autor del cartel más joven de la historia, por detrás de Vicente Zaragoza. Sus 25 años son el argumento irrefutable de una precocidad creativa que le llevó con 12 años a comenzar su carrera en el taller del imaginero José María Ruiz Montes.
Su biografía dice que estudió Bellas Artes en Sevilla, donde se graduó en 2021, que ha sido galardonado con el Premio Efebo de Antequera, que ha anunciado la Semana Santa de Huelva o la salida de cofradías como los Estudiantes de Antequera y el Carmen del Perchel. También se puede leer que del taller salió “su Cautivo” (siempre suyo, pero también “de todos”), titular en Villanueva de la Concepción.
Lo que no consta en ningún dossier de prensa, porque es imposible que así suceda, es que este joven de gestos acompasados y gafas redondas con moldura plateada busca a Mariano Benlliure y Mariano Fortuny en cada pella de barro, en cada troquelado de sus figuras. En el moldeado de todas las almas.
Sarmiento reta a Montaigne cuando afirmaba: “Dado que me encuentro inútil para este siglo, me entrego a aquel otro”, porque con su trabajo recobra sentido aquello que decía Kant de que lo bello es la única satisfacción absolutamente libre. Su espíritu decimonónico ha conseguido revivir en el siglo XXI, como si el tiempo fuera uno de esos test multirrespuestas en el que todas las opciones son verdad.
Su obra bebe de los clásicos, pero también de una cultura popular que se expande a todos los rincones. En sus carteles también hay pinceladas del cine, con una gama cromática que recuerda a las películas de Pedro Almodóvar. Los azules, los rojos, los amarillos del director de Ciudad Real son muestra del “desahogo referencial” que practica en cada creación: “Me apetece volver a mirarme y comprobar que estoy siendo coherente con lo que yo soy”, explica en el programa Con la venia, de 7tv.
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Pero también hay espacio para los escritores. Sarmiento recuerda que el cartel de Huelva, que resucita las terracotas costumbristas del siglo XIX, tiene reminiscencias de Antonio Gala y Jesús Quintero: “En una entrevista entre ambos, el poeta dijo que Cervantes fue el que mejor retrató a los españoles, porque nos define como Sanchos y Quijotes. Tenemos esa dicotomía que intenté reflejar en la obra, representando la dualidad de las personas”, añade.
Los referentes
Su obsesión como creador no es otra que “hacer entender que en siglo XXI”, los ismos, es decir, las corrientes, están “tan esquematizados y desgastados” que se pueden revolver todos en una suerte de caleidoscopio. Coger, retirar, alterar, cambiar, alterar… Jugar.
Para ello, necesita empaparse de los que son sus referentes: “Casi nunca los entiendo de un modo visual, sino que persigo el alma con el que esa persona toca el barro. Estamos hablando de la espontaneidad que tenía Mariano Benlliure moldeando, pero no como una cualidad que quiera implantar en mi obra, sino una forma sincera de acercarme a él, de trabajar mis piezas con esa mirada”, explica.
Y con estas enseñanzas se enfrentará al reto que tiene por delante: el cartel de la Semana Santa de Málaga, algo que pretende abordar desde la “más absoluta ambición”. Ante sí, el dilema de que su trabajo responda a la creatividad al tiempo que cumpla las expectativas de un público que no sabe con qué se va a encontrar. Una suerte de ventana de Johari, en la que hay elementos que solo conoce él, que solo conocen ellos, que todos sabemos y que nadie ha sido capaz de descubrir. Todavía.
Cordero de Dios
Sarmiento es un platonista convencido de la dualidad del cuerpo y el espíritu. De la doble lectura tiene la carne y lo inmaterial del arte. Su mayor obra hasta el momento lo avala: su Cristo para Villanueva de la Concepción es a la vez Cautivo y a la vez Cordero de Dios: “El Señor se enfrenta al público recogido como una persona que se entrega, como una persona que tiene miedo, como ese cordero al que se le ata de pies y manos. Una vertical para mí”, explica.
Su talla se muestra con los tobillos tan pegados que casi no se mantiene en pie, pero con una fuerza tan arrebatadora que es capaz de enderezar los renglones torcidos del arte. Pero para que esas líneas puedan seguir erguidas, el artista tendrá que construir primero el relato del que emanará el cartel.
Todo ello en un estudio donde la libertad ha de deambular haciendo gala a su propio nombre: “No podemos trabajar desde la angustia del qué dirán de mí cuando no esté, sino desde el punto de vista más limpio. Es allí donde vamos a poder ser nosotros mismos hasta sus máximas consecuencias”.