Fue Luis Aragonés el que le dio el mando a los bajitos en la selección española y el resto de la historia es de sobra conocida. Salvando todas las distancias, el mejor Málaga CF del curso ha llegado cuando Sergio Pellicer ha formado un centro del campo con los hombres de buen pie, pero con menos músculo: Ramón, Febas y Fran Villalba. 

Tras el desastre en La Rosaleda en el partido contra el Racing de Santander, cuando se perdió y el equipo se quedó al borde del abismo, Pellicer se replanteó la forma de jugar de su equipo. Contra los cántabros, la medular fue más industriosa, con Alberto Escassi y Genaro. La expulsión del sevillano nada más arrancar la segunda parte dio al traste con todas las esperanzas del Málaga. 

Había que hacer algo y Sergio Pellicer se plantó en Las Palmas, con el conjunto canario líder, con un centro del campo nuevo: Ramón, Febas y Villalba en la mediapunta. La apuesta era clara, quitarle la pelota a los de García Pimienta. No lo consiguió, pero el Málaga dejó buenos minutos de fútbol y el técnico de Nules ha ido repitiendo la fórmula desde entonces, con la salvedad del encuentro en Andorra, donde Villalba cumplió sanción. Precisamente, el peor partido de esta serie. 

En esta cambio de imagen del Málaga, la figura clave ha sido Ramón, que ya contra el Cartagena en el último partido completó los noventa minutos, después de que Pellicer lo haya ido dosificando después de su poca participación durante casi toda la temporada. Pero el entrenador del Málaga es quien mejor conoce al de Órgiva y ha sabido encontrarle su sitio en un equipo moribundo que está resucitando a su ritmo. 

Aunque el Málaga solo ha tenido más porcentaje de posesión de balón que el Leganés en estos partidos, la calidad de dicha posesión ha sido superior a lo que se ha visto a lo largo de la temporada. El equipo ha generado más ocasiones y se ha conectado mejor con los delanteros. 

En una plantilla con N'Diaye, Escassi, Genaro o Luis Muñoz -también Jozabed-, Pellicer ha retirado el músculo del once para poner mejor trato a la pelota en el centro del campo, y el resultado es que el malaguismo está llenando autobuses para meterse 2.000 kilómetros entre pecho y espalda con destino a Lugo, donde el Málaga juega el próximo domingo, después que haya apostado por creer en el milagro de los suyos, que es lo que supondría la permanencia en Segunda División

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