Sobre el césped del Nou Stadi de Tarragona, un rato largo después de haber acabado el partido y con los jugadores ya con cierta calma después del terremoto había uno más sereno que ninguno. No era Nelson Monte, que también. Tenía, y tiene, 16 años y una hora antes había cogido el timón de un barco a la deriva para enderezar el rumbo. Era Aarón Ochoa.
El joven marbellí fue el penúltimo recurso de Sergio Pellicer cuando al Málaga ya sólo le quedaba el Cautivo -después entró Juanpe-. Para la segunda parte de la prórroga lo metió en el campo sacando a Einar. Tras tres intervenciones a dos toques acelerando el juego, en una puso un centro al área, estaba en tres cuartos y orientó el cuerpo para recibir en las mejores condiciones un balón que le había dado Dani Lorenzo, controló con la zurda, avanzó acomodándosela con dos toques con la diestra para disparar seco a la esquina abajo, Varo la despejó de puños y allí estaba Dioni para mandarla a la cazuela. Eso mismo de Aarón no lo había hecho prácticamente ningún jugador del Málaga en todo lo que se había jugado de partido.
Era su novena aparición con el primer equipo, después de que Pellicer sorprendiese a propios y extraños allá por el mes de diciembre cuando lo metió en el campo contra el Eldense en el partido de Copa del Rey a los 27 minutos para sustituir a Juan Hernández. El banquillo estaba lleno de pesos pesados pero el de Nules apostó por él.
Hasta Tarragona, fue titular contra la Real Sociedad también en la Copa del Rey y contra el Ceuta, los dos en La Rosaleda. Mérida, Intercity, Recreativo Granada, Atlético Baleares y Murcia habían sido sus otras apariciones. Ha estado alternando el primer equipo con el filial, con el que también jugó el playoff a Segunda RFEF sin suerte. Para la batalla final, los últimos quince minutos de la temporada, fue el elegido por delante de pesos pesados del vestuario como Sangalli, u hombres más veteranos como Javier Avilés. Pero para veterano, la de Aarón. Para descaro. Aarón. Para "sinvergüenza", que era lo que había pedido Pellicer antes de la final, Aarón Ochoa.
"¡Quién me iba a decir a mí que yo iba a entrar hoy en convocatoria y jugar el partido!" le decía a EL ESPAÑOL de Málaga más o menos en el mismo lugar donde había controlado el balón y arrancado para irse directo a la portería de Varo.
Asegura que creyeron hasta el final por "nunca se puede perder la fe", porque "esto es una familia y no vamos a parar de pelear hasta que nos derrumben".
Antes de seguir disfrutando de la fiesta a su manera, con calma, como un veterano, mandaba un mensaje a la afición: "Estoy enamorado del Málaga".