El ajoblanco hay que tomarlo cientos de veces en la vida.

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El ingrediente de las abuelas malagueñas para que el ajoblanco te quede perfecto: la receta típica alta en proteínas

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El ajoblanco es un plato que se remonta a la época romana malagueña cargado de proteínas y que solo necesita tres ingredientes para prepararse. Durante la historia esta receta ha ido pasando de una generación a otra y de una época a otra, haciendo que diferentes culturas la añadieran a su recetario. 

Los romanos y, más tarde, los árabes contribuyeron a difundir técnicas que consolidaron diferentes ingredientes que enriquecieron la cocina local. En aquella época el ajoblanco pasó a ser un plato sencillo de preparar y un ejemplo de la mezcla de las diferentes culturas que habían pasado, no solo por Málaga, sino también por Andalucía. 

Esta sopa fría elaborada con ingredientes locales se convirtió en un plato estrella porque se adaptaba y se adapta perfectamente al clima caluroso de la región. Además, es un plato humilde de las familias andaluzas cuyos ingredientes son pan duro, ajo, almendras y agua.

Antiguamente se preparaba simplemente triturando estos ingredientes, y poco a poco se incorporaron otros elementos, como el aceite de oliva y el vinagre, que lo enriquecieron y le dieron su característica cremosidad y sabor refrescante.

Actualmente, el ajoblanco es un plato emblemático, popular en muchas fiestas y celebraciones que se suele servir con uvas moscatel o melón para darle un toque frutal y contrastar su sabor ligeramente ácido.

En el caso del ajoblanco de las abuelas malagueñas, el ingrediente secreto que suele utilizar es el comino molido. Este no es un ingrediente común, pero agregarle una pizca de comino le aporta un aroma cálido y ligeramente terroso que intensifica el sabor de las almendras y el ajo sin robar protagonismo.  

Los ingredientes principales para elaborar unas lentejas al estilo de las abuelas gallegas son los siguientes:

  • 200 gramos de almendras crudas y peladas. También se pueden tostar ligeramente algunas para dar un toque especial.
  • 150 gramos de miga de pan blanco, preferiblemente del día anterior.
  • 1 o 2 dientes de ajo, al gusto, aunque tradicionalmente lleva poco para no sobrecargar el sabor.
  • 100 mililitros de aceite de oliva virgen extra.
  • 30 mililitros de vinagre de vino blanco.
  • 700 mililitros de agua fría.
  • Sal al gusto.
  • Uvas blancas para decorar.
  • Trocitos de melón.
  • Comino molido.

Cocinado paso a paso 

  • Preparar el pan: Para empezar hay que remojar la miga de pan en un poco de agua fría durante unos minutos para que se ablande. Escurre bien para quitar el exceso de agua.

  • Triturar los ingredientes: En una batidora de vaso o en un procesador de alimentos, coloca las almendras peladas, la miga de pan remojada, los dientes de ajo, el vinagre y una pizca de sal. En este punto también se añade una pizca de comino molido. 

  • Añadir el agua: Añade una parte del agua fría y empieza a triturar. Luego, incorpora el resto del agua poco a poco mientras sigues batiendo, hasta obtener una mezcla suave y homogénea.

  • Emulsionar con el aceite: Con la batidora en funcionamiento, vierte lentamente el aceite de oliva en hilo fino. Esto ayudará a que la mezcla emulsione y tome una textura cremosa y sedosa.

  • Rectificar el sabor: Prueba la mezcla y ajusta de sal, vinagre o ajo, según tu preferencia.

  • Enfriar: Lleva el ajoblanco al refrigerador durante al menos una hora para que esté bien frío antes de servir.

  • Servir y decorar: Sirve en cuencos o platos hondos. Decora con uvas blancas, cortadas por la mitad y sin semillas, o con trocitos de melón fresco para un toque más frutal y refrescante. En ocasiones las abuelas también suelen espolvorear un poco de comino sobre el ajoblanco servido, como toque final y personal.

Proteínas del ajoblanco 

Las proteínas del ajoblanco vienen de las almendras y el pan. Las almendras son una fuente vegetal de proteínas y aportan aproximadamente seis gramos de proteína por cada 30 gramos de almendras. Además de proteínas, también contienen grasas saludables, fibra, vitamina E y minerales, como el magnesio.

En cuanto al pan, también contribuye con una pequeña cantidad de proteína vegetal. La cantidad depende del tipo de pan, pero el pan blanco suele aportar unos 3 gramos de proteína por cada 30 gramos de miga.