Mantener un negocio familiar durante más de 100 años no es sencillo. En un siglo se dan momentos buenos, malos, relevos generacionales; crece la competencia, y hasta te puedes encontrar con una pandemia mundial que echa por tierra cualquier previsión. Pero aún así hay algunos que son capaces de sobrevivir y hacerlo con un modelo tradicional.
¿El secreto? Tener una clientela fiel; ser, por ejemplo, la única ferretería que hay el Centro Histórico de Málaga; ofrecer un servicio especializado, y basar su propuesta en una atención personalizada y cercana.
Los últimos estudios realizados sobre el sector confirman la importancia de que los establecimientos den el paso y acepten la digitalización como una herramienta más con la que potenciar sus posibilidades de negocio. En especial en un escenario temporal afectado de lleno por las consecuencias de la crisis de la Covid.
Por más que haya muchos empresarios que siguen resistiéndose, la manera en la que la gente compra poco o nada tiene que ver con lo que ocurriría hace algunas décadas. Hoy día es posible comprar cualquier objeto o prenda fabricada en un pequeño pueblo y que el repartido toque a la puerta de tu casa pasados unos días.
EL ESPAÑOL de Málaga ha charlado con los responsables de algunos de los más antiguos negocios de la capital de la Costa del Sol: la sombrerería Casa Pedro Mira, la ferretería El Llavín y Zaldi Hogar. Y una pregunta central: ¿Cómo han podido sobrevivir y aguantar más de un siglo con sus puertas abiertas?
Zaldi Hogar
Llegar a las tres generaciones y permanecer abiertos 172 años no es sencillo, sobre todo cuando han pasado por el establecimiento abuelo, padre, hijo y nieta. Clemente, el nieto del primer propietario y actual dueño, cuenta a este periódico un refrán que tienen en su familia respecto al problema de los negocios tradicionales: "Abuelo comerciante, hijo comerciante y nieto mendigante".
La pandemia les afectó. "Notamos el cambio, pero cuando abrimos las puertas después de la pandemia la gente se dio cuenta de que tenían sábanas muy rotas y muy antiguas, o las paredes de los pasillos. Llamaron a los pintores para que pintaran las cortinas", explica. Y eso supuso una oportunidad que permitió compensar la crisis por el cierre durante la cuarentena.
"Epifanio, dame cosas buenas, que soy pobre", le decían al abuelo del actual propietario sus amigos y clientes. Clemente admite que en un mundo globalizado como el actual siempre habrá alguien que dará más barato los productos, pero el público se ha mentalizado en la idea de que lo barato sale caro. Con esta máxima, de momento, a Zaldi Hogar no le va mal del todo. "Hombre, me gustaría que nos fuera mejor, como a todo el mundo, pero no nos va mal".
Casa Pedro Mira
Fundada en 1880, esta sombrerería, situada en calle Especería, lleva más de 140 años ofreciendo un trato personalizado y productos especiales que no todos los comercios tienen. Chisteras, sombreros de calañés o de Panamá...
Aunque no siempre ha sido sencillo. El negocio ha pasado por momentos bajos, pero como relata María Jesús Navas, esposa del dueño, resurgió hace 6 o 7 años. "De seis años para acá es verdad que la cultura de los sombreros está volviendo. La gente joven está utilizándolo; sobre todo aquí en Málaga, que en verano ya es por precaución facultativa, nos tenemos que cubrir del sol".
La pandemia les afectó, pero lo han llevado bien gracias al tener el local en propiedad y una clientela fiel. Según cuenta, "en el momento que abrimos, estaba aquí". Lo que le faltaba eran los turistas, que fueron volviendo poco a poco. Hay foráneos que les visitaron hace tres años y que ahora vuelven a la tienda.
Debido a su servicio personalizado, según Navas, no quieren hacer uso de nuevos canales de venta. "La prenda de cabeza es una cosa muy personal. A cada uno nos va un tipo de sombrero, no todos tenemos la misma cabeza. Tú me puedes pedir un sombrero y yo te lo mando, pero ese sombrero no te va a quedar bien. No todos tenemos la cabeza redonda, hay personas un poco más estrecho..."
María Jesús no sabe cómo será su negocio dentro de cuatro años, pero sí sabe que, a pesar de todos los vaivenes, siguen funcionando y luchando: "Yo no tengo la infraestructura para estar llevando y trayendo sombreros, que es una cosa muy delicada y se estropea. Prefiero el trato personal con el cliente y ofrecerle lo que es el producto".
El Llavín
Esta ferretería se encuentra ubicada en calle Santa María y lleva casi 140 años ofreciendo el mismo servicio. Su actual dueño, Luis Arribere, destaca que se trata de la única ferretería del Centro y, por ello, "va sin problemas; la gente viene".
Arribere lleva al cargo del establecimiento desde hace 40 años. Preguntado sobre la adaptación que han tenido que llevar a cabo en estos años, admite que el modo de vender se ha transformado, entre otras razones porque cada día hay menos personas que vivan en el Centro.
"Es un negocio anacrónico para los tiempos que corren", dice ferretero para describir su local, que sigue funcionando igual que hace 100 años. O lo que es lo mismo, carece de redes sociales y página web.
Sí ha habido transformación en cuanto a la clientela: "Antes venía más gente, vivía más gente en el Centro. Ahora son más de bares, de restaurantes, de tiendas, de hoteles, de apartamentos turísticos... Los de mantenimiento y tal compran más", añade.