Málaga

Hace 30 años ni el más optimista de los malagueños pensaría que el Parque Tecnológico de Andalucía (PTA) iba a convertirse en un referente a escala nacional e internacional, un lugar en el que habría más de 600 empresas asentadas con más de 22.000 trabajadores y una facturación agregada de 2.400 millones de euros. Ni en sueños se podría pensar que ese erial en Campanillas iba a generar, de forma directa e indirecta, casi el 10% del PIB y el empleo de una provincia como Málaga, donde la voz cantante siempre la han llevado el turismo y la construcción. 

Pues, aunque parezca mentira, los milagros existen. Y el PTA -ahora denominado Málaga Tech Park por su visión internacional- es, posiblemente, el mayor que ha ocurrido en la capital de la Costa del Sol. Hay un aeropuerto internacional excelente, una magnífica conexión ferroviaria o buenas autovías y autopistas. Pero la inversión en infraestructuras, con un clima como el de Málaga, era una apuesta a caballo ganador.

Lo difícil era convencer a los dirigentes de las empresas tecnológicas españolas y multinacionales a que vinieran a implantar oficinas y centros de investigación en la cuna del espeto y la cerveza en lugar de irse a las grandes urbes españolas y europeas. Y se ha conseguido, aunque gracias a una ingente labor que en su cuerpo han llevado desde hace tres décadas personas como Felipe Romera, director general de la tecnópolis desde su creación, el ya fallecido Pepe Pérez Palmis, Luis Fernando Martínez, Fernando Hardasmal, Pepe Blanco, Ezequiel Navarro, Juan Manuel Melero, Antonio Mediato, Álvaro Simón de Blas, Antonio Gómez-Guillamón, Luis Sanz... La lista de personas que han llevado al PTA a lo más alto es afortunadamente muy extensa y, lo que es mejor, sigue añadiendo nuevos nombres. Solo en este año se han incorporado 66 empresas con gigantes como Capgemini o un centro global de EY, entre otras. 

Un joven Felipe Romera explicando el proyecto a Don Juan Carlos y doña Sofía junto a Manuel Chaves y Pedro Aparicio.

¿Se imaginan que los principales partidos políticos se ponen de acuerdo en algo y arriman el hombro para buscar un bien común para la sociedad en lugar de enfrentarse continuamente? Eso es lo que ha ocurrido con el PTA -en Málaga se le sigue llamando así- y ese ha sido una buena parte del motivo de su éxito. La sociedad para gestionar el parque tecnológico malagueño fue constituida el 20 de abril de 1990 con un capital social de 40 millones de pesetas -ahora 240.000 euros- por parte de la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Málaga. En ese momento ambas instituciones estaban gobernadas por el PSOE con José Rodríguez de la Borbolla al frente de la Junta de Andalucía y el ya fallecido Pedro Aparicio como alcalde de Málaga. 

Era una forma de compensar a Málaga por las fuertes inversiones que se iban a hacer en Sevilla para la Expo de 1992, aunque la verdad es que nadie pensaba que este proyecto malagueño fuera a ser tan exitoso con el paso del tiempo. De hecho, ha dejado y está dejando más margen en Málaga que la Expo y la posterior adaptación de Cartuja en Sevilla. 

El PSOE siguió gobernando en la Junta hasta que Juanma Moreno fuera elegido presidente andaluz en 2019 mientras que el PP accedió a la alcaldía malagueña en 1995 con Celia Villalobos y ya no la ha soltado con Francisco de la Torre. Ha habido 24 años con un gobierno socialista en la Junta y popular en la alcaldía de Málaga y, sin embargo, nunca ha habido un problema. Al revés. Sabían que el PTA era una apuesta de presente y futuro para Málaga y no entraba en la arena política. Ahora el PP gobierna en Andalucía y Málaga y la consigna es la misma. De hecho, Felipe Romera ha sido el director general desde los inicios, independientemente del color político de los socios, a los que posteriormente también se unieron la Universidad de Málaga y Unicaja Banco. Precisamente esta semana ha sido elegida nueva presidenta del PTA Carolina España, consejera de Economía, Hacienda y Fondos Europeos en sustitución de Rogelio Velasco, que era consejero en el anterior gobierno andaluz por parte de Ciudadanos. 

Felipe VI, entonces Príncipe de Asturias, en una visita al PTA junto a Romera y De la Torre.

Es casi un milagro que los políticos dejen trabajar, que vayan todos a una por un objetivo común como era el crecimiento del parque tecnológico. Y los resultados fueron apareciendo. El 9 de diciembre de 1992, cuando abrió sus puertas, había 8 empresas con 130 empleados y unas ventas totales de 457.000 euros. Entre ellas estaban firmas locales como Cetecom o Ingenia que han crecido como la espuma en los mercados internacionales en estas tres décadas y que han sido adquiridas por la multinacional alemana Dekra y la firma española Babel respectivamente. También estaba el BIC Euronova, una incubadora en la que dieron sus primeros pasos empresas que ahora son referentes en sus sectores como la propia Ingenia, Aertec, VirusTotal (comprada por Google) o Sequel. Eran ocho empresas prácticamente en el desierto, con todo para ellos. Los trabajadores cruzaban la calle sin mirar porque no hacía falta. 

En 2000 ya había 184 empresas y 3.000 empleados; en 2010, 540 compañías y 15.000 trabajadores y en 2021 suman 624 con 22.328. El crecimiento ha sido continuo y constante. A ello han contribuido la llegada de grandes transatlánticos como Ericsson, Oracle, Accenture, Oppplus, etcétera. Pero la fortaleza del parque ha sido saber generar un ecosistema de empresas tecnológicas pequeñas y medianas que han ido creciendo con el paso de los años y que han llegado a ser grandes como Premo, Aertec o Airzone entre muchas otras. 

No es oro todo lo que reluce. También han muerto muchas compañías en el camino, pero es algo lógico en la vida empresarial y, sobre todo, en contextos marcados por la innovación, donde no siempre todo funciona o tiene salida al mercado. Entre los grandes fiascos del PTA están los cierres de Vitelcom -una empresa fabricante de teléfonos móviles que iba a comerse el mundo y le comieron las deudas- o Isofotón -un referente mundial en la fabricación de paneles solares que acabó devorado por el mercado y una pésima gestión con varios millones de euros públicos tirados a la basura-. Pero hoy se celebra un cumpleaños y hay que quedarse con lo bueno, que ha sido la mayoría. 

Una de las empresas ubicadas en Málaga Tech Park.

Se podría pensar que 30 años, realmente, es poco tiempo. El PTA es un parque joven pero le ha cundido, pues además de su gran desarrollo alberga la sede nacional e internacional de las asociaciones de parques tecnológicos y científicos (APTE e IASP). La sensación es que lo más importante puede estar aún por venir y en ello están trabajando porque el PTA está en continua expansión. Decía Felipe Romera en una reciente entrevista con este diario que el parque "está en la cumbre" porque no paran de llamar empresas interesándose en instalarse y que, además, va a estar geográficamente en el centro entre Málaga capital, la Costa del Sol y el Valle del Guadalhorce, un lugar al que cada vez se desplazan más personas para vivir y teletrabajar para empresas tecnológicas. 

¿Cuál es el límite del PTA? Nadie lo sabe. Romera, que ha demostrado ser bastante visionario en estas tres décadas, está seguro de que llegará a haber 50.000 trabajadores directos en la tecnópolis y clama al cielo porque se mejoren las infraestructuras para que puedan llegar esas personas -solo se puede ir en coche o autobús pero no hay Metro ni Cercanías-. El futuro dirá, pero una cosa está clara. Málaga está ahora mucho mejor que hace 30 años y uno de los grandes protagonistas ha sido el parque tecnológico.

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