Ser campeón nacional de una especialidad de velocidad en circuito y no tener carné de conducir es perfectamente posible. La prueba de ello es el título logrado este fin de semana en el circuito de Barcelona por el piloto de 16 años Marco Aguilera, que directamente desde el karting y a la edad mínima reglamentaria dio el salto a los coches grandes con la idea de aprender y poder lanzarse a metas más importantes.
El Campeonato de España de Turismos, CET, es un campeonato en transición sobre el que la Federación Española de Automovilismo ha puesto muchas esperanzas, intentando recuperar el esplendor que tuvo a principios de los años 90 y que se ha visto mermado en el presente por crisis económicas y sanitarias que lo han dejado muy devaluado. Sin embargo, esta realidad no resta méritos al joven piloto malagueño que ha pilotado consistentemente y en claro proceso de mejora personal en su pilotaje que le proyecta con optimismo su futuro como piloto.
Pero conseguir ese título en la última prueba del calendario en Barcelona no ha sido fácil, sino más bien una pesadilla de la que despertó la misma mañana del domingo cuando acabó la carrera. Los acontecimientos se remontan a la jornada del sábado por la tarde, cuando tenía lugar una de las dos carreras del fin de semana. En ella, solo con terminar se aseguraba el título, pero la mecánica de su Hyundai i30 quiso ser la protagonista de lo que al final ha sido una bonita historia de compañerismo y trabajo desinteresado.
Con una avería de motor que era imposible de reparar en el circuito se ponen en marcha una serie de acontecimientos: era sábado por la tarde, sobre las 17:30, cuando Aguilera entraba en los boxes del circuito sin poder acabar esa carrera. El título estaba perdido porque no había forma de reparar durante la noche ese coche antes de la carrera del domingo por la mañana.
Alguien recordó que un piloto de Málaga, Luis Barrios, tiene un coche igual que no participaba en esa carrera, dentro de una nave de nuestra capital, con el mismo motor que necesitaba Marco Aguilera y su equipo. Una llamada de teléfono al dueño del coche sirvió para que Barrios no dudara en prestar su motor. El problema era la distancia, unos 1050 kilómetros, y el tiempo, ya que eran las 19:00 horas del sábado cuando se iniciaron los acontecimientos para llevar ese motor hasta el circuito, pero la camaradería entre el grupo de cequinceros, como se hacen llamar, hizo que todos fuesen a la nave a ayudar a sacar el motor del coche de Barrios y meterlo dentro de una furgoneta que saldría a las 21:00 para Barcelona y que conducía el tío del piloto.
Después de 10 horas de viaje ininterrumpido el vehículo llegaba con el preciado motor al circuito a las 07:00 del domingo, empezándolo a montar el mecánico Oscar Zambudio, solo con la ayuda de una persona más. La carrera comenzaba a las 10:00 de la mañana, pero lo que parecía imposible ocurrió: Marco Aguilera pudo salir a la misma, acabarla y ganar el título. Una historia de amistad desinteresada tan destacable como el propio título conseguido por Marco Aguilera.