Los niños de los sesenta, setenta y ochenta soñaban con que los Reyes Magos les trajeran el que era el juguete más tecnológico de esa época, una pista de Scalextric, marca inglesa surgida a finales de los cincuenta y que en nuestro país construía bajo licencia la marca española Exin.
Esa marca británica ha dado nombre, al menos aquí, a una actividad que en realidad se denomina slot (carril en inglés) y que sigue despertando las mismas pasiones, aunque desde hace años también en las personas adultas.
Los primeros coches de slot se crearon en la década de los cincuenta, principalmente de metal, en varias escalas, aunque la 1:32 es la que al final se impuso en casi todos los fabricantes. Las pistas por donde los coches se desplazan, una mezcla de materiales plásticos con un surco (slot) de aluminio, permiten a los coches moverse porque sus pequeños motores eléctricos contactan por medio de unas escobillas con el carril de aluminio para transmitir la electricidad que los hace funcionar.
Esos primeros coches de metal empezaron a producirse en los años sesenta de plástico, mucho más barato y también más adecuado a la hora de reproducir todo tipo de modelos. Lo que en los sesenta era un juguete que muy pocas familias se podían permitir fue poco a poco reduciendo su precio y elevando la calidad para que unos años después fuese la auténtica locura de ventas en los Reyes Magos de cada invierno. Muchos años después, esos clubes de slot tienen entre sus socios a adultos e incluso jubilados que pueden jugar con esos coches a los que no pudieron tener acceso cuando eran niños.
En Málaga, uno de los más activos es el Club Slot y Punto, un verdadero santuario de carreras para adultos que hace palidecer a los niños que lo visitan, aunque, la verdad, es que hay muy pocos.
Rafael Díaz, su presidente, comenta que “los clubes de slot son realmente instalaciones donde se compite en carreras en miniatura, con sus propias reglas. Los coches de slot tal como salen de fábrica están pensados como juguetes para niños, pero aquí se transforman profundamente para competir, eliminando el imán que todos llevan, poniendo ejes huecos, neumáticos especiales, carrocerías aligeradas, amortiguadores y muelles mejorados y mandos con acelerador increíblemente sofisticados”.
En la práctica, un coche modificado puede costar unos 150 euros además de precio del propio coche, que está sobre los 50 euros. En cualquier caso, mucho más barato que competir con un coche de verdad. Otra forma de sentirse piloto.