Internet llega a nuestras casas a través de la fibra óptica, un fino cable que transmite datos a gran velocidad mediante la luz. Pero no llega a todas partes, y no son extraños los casos de zonas rurales que quedan apartadas de su alcance, ¿por qué? "El problema de la fibra óptica es que desplegarla es costoso, y no puedes hacerlo donde quieras", explica en una entrevista con EL ESPAÑOL de Málaga el gerente de estrategia y desarrollo de negocios de AGPhotonics, Pablo Ginel. Esta empresa de origen universitario tiene una propuesta para ir más allá.
El proyecto de esta compañía pasa por combinar las comunicaciones inalámbricas, es decir, sin cables; con la fotónica, esto es, mediante el tratamiento de la luz para la transmisión de los datos. "AGPhotonics pretende intentar ofrecer una nueva tecnología a estas comunicaciones inalámbricas, al igual que se hizo con la fibra óptica y se sustituyó el cobre. Queremos llevar las comunicaciones ópticas al mundo inalámbrico", prosigue Ginel.
La comunicación inalámbrica más frecuente a día de hoy es la de la radiofrecuencia, pero desde la compañía malagueña creen que aplicar la fotónica al proceso tiene varias ventajas: la frecuencia es mayor, por lo que puedes enviar mayor volumen de tráfico; se utiliza un espectro que no está regulado y, por tanto, no hay que pagar una licencia para utilizar ciertas bandas de frecuencia; e incluso se dice que son más seguras. Pero AGPhotonics no se queda solo ahí.
"Queremos entrar en ese mundo, pero nuestra propuesta de valor tiene un nivel más. Las comunicaciones ópticas inalámbricas normalmente utilizan transceptores (elementos que reciben y transmiten información) que suelen ser del tamaño de una impresora y se colocan, por ejemplo, encima del tejado de dos oficinas que se quieran conectar para hacer una red privada", explica Ginel: "Este tipo de soluciones utiliza lentes y fibras, elementos muy costosos; y no pueden ser puestos donde quieras porque tienen un peso considerable".
Es justamente ahí donde AGPhotonics va, de nuevo, más allá: "Lo que pretendemos hacer es transceptores ópticos totalmente integrados dentro de un chip, lo que te da la opción de ponerlo donde tú quieras", matiza el gerente de estrategia y desarrollo de negocios de la compañía. Es decir, hacer que esas conexiones optimizadas puedan recibirse y emitirse desde dispositivos de menor tamaño que puedan ir montados en un dron, la punta de un avión o incluso un satélite.
De hecho, uno de los entornos donde más puede marcar la diferencia es en las comunicaciones intersatelitales, donde "la propuesta de AGPhotonics de reducir el peso de los transceptores es súper importante". "Además, al ser fotónica integrada con chips de silicio, su coste de fabricación se reduce masivamente cuando fabricas a gran escala. Si fabricásemos miles de estos transceptores, su coste sería mucho más barato que los que se utilizan a día de hoy", añade Ginel.
Born in the UMA
Todo este potencial de futuro en torno a cómo serán las comunicaciones de los próximos años ha nacido del departamento de Fotónica de la Universidad de Málaga, del que también ha surgido la compañía de salud Bioherent. La relación con la firma inversora en alta tecnología Bullnet Capital les llevó a reflexionar en torno a "qué teníamos y qué podíamos hacer con toda nuestra propiedad intelectual para el mercado", recuerda Ginel.
"Vimos una gran sinergia con esto de los transceptores para comunicaciones ópticas inalámbricas porque es un producto que requiere de dos grandes dispositivos: uno son los que se denominan receptores de comunicaciones coherentes, en el que el grupo tiene un gran conocimiento porque es lo primero con lo que comenzó su actividad en la fotónica, y el otro son las antenas ópticas integradas, que son claves para poder la información fuera del chip y las desarrollé y diseñé durante mi tesis", especifica el cofundador de AGPhotonics: "Si mezclamos receptores de comunicaciones con antenas, te sale casi medio transceptor".
Así, la tecnológica se fundó en mayo de 2023 como empresa de base tecnológica de la Universidad de Málaga, es decir, con un contrato de licencia con la UMA. Ahora son un equipo de cuatro personas, con un quinto ingeniero a punto de incorporarse, y "muchas ganas y perspectivas". Están situados en el edificio The Green Ray y en contacto con la Fundación Instituto Ricardo Valle, con el que pueden encontrar sinergias dentro del ámbito de la microelectrónica.
Todo este avance lo plantean, además, desde la consciencia de que los tiempos en el sector del hardware son más lentos que en el del software y requieren una importante inversión: "Ahora mismo nos encontramos totalmente en desarrollo, simulación y fabricación de prototipado. Lo que queremos para finales de 2024 es tener el transceptor probado en un entorno de laboratorio: todo muy feo, pero que funcione. Para 2025, queremos tener el producto mínimo viable del transceptor empaquetado".
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