Julia Bialetska y Eugene Tomilin, mujer y marido, ya teletrabajaban a distancia antes de la pandemia de la Covid-19. Estaban en la paradisiaca isla de Bali, en Indonesia, cuando vieron una imagen que les cambió la vida: unas enormes montañas de residuos plásticos en el océano. "Era una imagen horrible, no podíamos pensar en nada más. Empezamos a hablar de este tema todo el tiempo, con la perspectiva de qué podíamos hacer para cambiarlo", explica Bialetska en una entrevista con EL ESPAÑOL de Málaga.
Esa inquietud se ha hecho una realidad: ahora ella es CEO y él es jefe de tecnología (CTO) de S.Lab, una compañía tecnológica que ofrece una alternativa biodegradable al plástico y que ha establecido el municipio malagueño de Coín como su base de operaciones. La pareja, de origen ucraniano, huyó de aquel país tras la invasión rusa y encontró en el ecosistema tecnológico de la Costa del Sol el hogar ideal para su emprendimiento.
¿Cómo empezó todo? Tras el shock de las montañas de plástico en Bali, se pusieron a investigar para buscar alternativas menos contaminantes que ese material. "Fueron un par de años de discusiones, de hablar con los demás e investigar el tema. Mezclábamos plástico natural con plástico sintético, pero nos dimos cuenta de que entonces seguíamos obteniendo algo sintético", narra Bialetska.
"Empezamos a hacer algunas pruebas en nuestra cocina, y con esos ejemplos empezamos a hablar con clientes potenciales para recoger feedback", explica la CEO de S.Lab. La fecha en ese momento era 2021, en el boom del comercio electrónico durante la pandemia, por lo que "todos se dieron cuenta de cuántos plásticos y paquetes usamos en realidad".
Pasaron a una producción más profesional del material, todo ello desde Ucrania, hasta que en febrero de 2022 comenzó la invasión rusa de su país. Fue entonces cuando se mudaron a Málaga: "Veíamos a la Unión Europea como nuestro mercado objetivo, porque cuenta con regulación que ayuda a promover este tipo de soluciones de sostenibilidad. Miramos el mapa de la UE y tuvimos en cuenta varios factores, como los salarios, impuestos, acceso a los puertos... Incluso temperatura, porque nuestro material crece en una temperatura más alta", cuenta.
"Nos planteamos España y Portugal, pero Portugal tiene más condiciones para empresas de software. En aquel momento formábamos parte de un programa de aceleración [StartupWiseGuys] que estaba abriendo su oficina en Málaga y pensamos que ya tendríamos entonces una red de apoyo", explica Bialetska.
La apuesta municipal por la sostenibilidad medioambiental o la presencia del parque tecnológico, además de la buena disposición que encontraron al hablar con las administraciones públicas, terminó de decidirles: "Hablamos con la Junta de Andalucía, les explicamos lo que hacemos, y su pregunta fue qué necesitábamos y cómo podían ayudarnos. Les dijimos que necesitábamos un lugar físico para establecer nuestra producción y nos propusieron un espacio".
"Al principio fue un poco complicado porque no teníamos tanta información de proveedores y colaboración con empresarios locales. La mayoría de las cosas las tuvimos que ordenar desde Ucrania y enviarlas a España", reflexiona la emprendedora: "En un mundo ideal, si yo quiero establecer una empresa de hardware en Málaga, sería bueno tener algún tipo de plataforma de recursos, donde poder buscar todo tipo de perfiles, asesores, departamentos universitarios con los que colaborar..."
Una revolución en el embalaje
El material que S.Lab propone para sustituir al poliestireno es una combinación de dos componentes naturales: por un lado, desechos agrícolas como tallos de cáñamo y lino; por otro, micelio, la red de raíces de los hongos. La combinación de ambos produce un material fuerte y resistente que es completamente biodegradable.
"Después de usarlo, puedes tirar nuestro material al suelo, al océano o al bosque y desaparecerá completamente en 30 días. Es totalmente natural", subraya la CEO de S.Lab. Esa propuesta ha convencido a distintas empresas del sector de la salud, la belleza o la electrónica, contando entre sus clientes a marcas como L'Oréal. En el futuro, planean expandirse a otros sectores como el de la alimentación o las farmacéuticas.
Sus próximo planes también pasar por aumentar su capacidad de producción y llegar a 50.000 paquetes producidos al mes para finales de este año. Para ello, trabajan en mejorar la tecnología de sus líneas de producción y en una especie de "minifábricas" mediante las que podrán establecer pequeñas líneas de producción de su material biodegradable más cerca de sus clientes.
"Todavía no es una gran cantidad, pero de algún modo ya será escala industrial. Queremos tener un impacto real en el mundo, así que esos serán nuestros próximos hitos", adelanta Julia Bialetska.
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