A finales de 2022, muchos profesores percibieron que en las aulas había entrado un invitado sorpresa. El entonces recién lanzado ChatGPT empezó a hacerse notar en el ámbito académico por un motivo claro: los alumnos de colegios, institutos e incluso universidades lo utilizaban para hacer los deberes. Una de las docentes que lo notó fue la doctora de Filología Inglesa Lola Fernández de la Torre.
Esta profesora titular de la Universidad de Málaga se dio cuenta de que había "algo muy poderoso" en este último lanzamiento tecnológico. "Ponía las tareas que yo le daba a mis alumnos en ChatGPT y me las resolvía de forma maravillosa... Así que me di cuenta de que yo no podía poner esas tareas. Era un cambio tecnológico que afecta a la metodología docente", afirma Fernández de la Torre en una entrevista con EL ESPAÑOL de Málaga.
Así, ella decidió coger la sartén por el mango y empezar a formarse —pese a no ser su campo— en esa inteligencia artificial generativa. Ahora, enseña en dos cursos de titulación propia la Universidad de Málaga cómo utilizar la IA de forma "ética y eficiente" para trabajos fin de grado (TFG), trabajos fin de máster (TFM); además de en otras tareas académicas. Todo comenzó tras percibir en sus propias carnes ese primer impacto de ChatGPT.
"Escribí al rector de entonces, José Ángel Narváez, una carta sobre todo lo que estaba pasando. Le dije que ya no podíamos evaluar así", relata Fernández de la Torre: "Me contactó la vicerrectora adjunta de Docencia de entonces, Eva Millán, y me dice que le ha encantado la carta. Empezamos a hablar y comenzamos una colaboración para trabajar en IA y docencia... ¡siendo yo de filología inglesa!".
Comenzó entonces la cruzada de esta profesora por darle la vuelta a cómo nos imaginanos el mundo académico post-ChatGPT, empezando por eventos informativos y mesas de debates: "Hay profesores con una edad avanzada, muy habituados a su metodología, que no se plantean un cambio aunque el escenario haya cambiado", señala la doctora.
"Yo soy una profesora de inglés aplicado al turismo, pero es que veo que esto es transversal. La IA se ha democratizado y aquí estamos ya todos", argumenta Lola Fernández de la Torre: "Cada cual tiene que traducirlo a las necesidades de cada sector. En mi caso, el sector docente. Yo ya llevo 30 años en la Universidad y conozco bastante las necesidades del alumnado. Ahora tengo que adaptar la herramienta a esa situación".
Así, el pasado curso académico lanzó con la Universidad de Málaga el I Certificado de formación continua en el uso ético y eficiente de herramientas de inteligencia artificial generativa, procesos y estrategias de investigación en la elaboración de TFGs y TFMs, que impartió ella misma. Tuvo más de 50 alumnos, lo que le ha animado a dar una segunda edición del curso y, además, abrir otro para tareas académicas más genéricas. Son online y sus plazos de inscripción terminan los próximos 26 y 23 de septiembre, respectivamente.
"Los alumnos muchas veces no saben ni cómo estructurar un trabajo. Tienen primero que saber el producto que van a obtener de la IA, porque todo no vale", reflexiona Fernández de la Torre: "Ese es el gran peligro que hay ahora con el alumnado, que han visto en esta herramienta su salvación para no tener que quebrarse la cabeza. El alumno es el foco y el que debe dar el veredicto final al resultado".
Ella ya ha afinado el ojo y afirma ser capaz de detectar cuando le dan "trabajos de IA genéricos": "En el momento en el que sabes usarla bien, vuelas. Pero hasta entonces, estás en una especie de bucle en el que solo obtienes resultados básicos, mientras que los TFG y los TFM son estudios muy específicos. Se trata de aprender procedimientos para obtener resultados satisfactorios".
Desde su perspectiva, existen riesgos en ambas partes de la docencia: por una lado, el del alumnado que "tiene falta de información sobre el riesgo de usarla en sus tareas" y por otro, el del profesorado "que ya no quiere dirigir un TFG por si le usan la IA". Pese a todo, destaca que la mayoría de las opiniones de sus compañeros de docencia ha sido positiva.
"La academia no puede mirar a otro sitio. Cuando los alumnos estén en la calle trabajando, se lo van a encontrar a la IA e incluso les van a exigir saber usarla", sentencia la doctora de Filología Inglesa: "Yo, como profesora, siento que mi deber es formar a mi alumnado al nivel más alto en competencias profesionales. No tengo más remedio que enseñar qué les espera fuera".