José Antonio sostiene la mano de Elizabeth pegada a la suya. La admiración que siente por su hija se hace notable a través de su mirada, que se mantiene transparente y sincera. Están sentados en un banco del parque Jurado Lorca de Vélez-Málaga.
Elizabeth López García se refuerza el nudo de sus cordones rosas y se aúpa para comenzar a caminar con la ayuda de su bastón, que le sirve de guía para esquivar los obstáculos que se presenten en su camino. "Vamos mejor a otro lado más tranquilo", sostiene su padre, mientras se dirige a una plaza en la que la sombra que ofrece un gran olivo es protagonista. Y se agradece por la 'soleá' de la zona.
Eli, como la llaman de manera afectuosa sus padres, se vale por sí misma andar, pero requiere de la vigilancia de José Antonio para evitar correr riesgos por la severa pérdida de visión que sufrió hace más de diez años. Es mediodía y el ruido de los pájaros que sobrevuelan el parque es el único impedimento que obliga a alzar la voz más de lo habitual.
"Su hija sufre un tumor en la hipófisis". Estas palabras las pronunció un oftalmólogo a José Antonio en el año 2007. Tras varias pruebas y varios "imposibles" de que Elizabeth "no viese nada" por el ojo izquierdo, la fatalidad llegó a esta familia de la Axarquía.
"Esta niña se está riendo de nosotros", le decían a Conchi, la madre de la joven Elizabeth, los médicos que atendían a la menor, que por aquel entonces apenas tenía 12 años de edad y estaba a punto de enfrentarse a la muerte por culpa de una "falta de rigor y atención" en el seguimiento de su caso.
A día de hoy, Elizabeth tiene 26 años y presenta un 86 por ciento de discapacidad -así lo certifican los documentos- que le impide desarrollar la vida con una mínima normalidad. Su familia asegura que "no veían normal los síntomas" que sufría, pero "no entendían nada de medicina, hasta que decidí empaparme de lo que le estaba ocurriendo a mi hija", sostiene su padre.
Tras varios meses de lucha, lograron que se le realizase una resonancia magnética a Elizabeth a finales de noviembre del mismo año, con el objetivo de "entender que estaba ocurriendo". Los dolores "iban a más" y la pérdida de visión cada vez era "más acentuada". El resultado no fue esperanzador. Pero sí era claro.
"A mí se me cayó el mundo encima", reconoce José Antonio. Una gran masa tumoral se había apoderado de gran parte de la glándula hipófisis de Eli. Por fin se daba una respuesta a las permanentes "pérdidas de visión y continuas cefaleas" que sufría su hija. Sin embargo, la resignación entra en escena: "Si lo hubiesen observado antes, mi niña no estaría sufriendo todas estas secuelas".
Con el diagnóstico ya definido, el doctor Miguel Ángel Arráez se hizo cargo de la vida de Elizabeth: "Hoy está aquí sentada gracias a él", admite. Está muy agradecido a su labor y ensalza el "inmenso tacto" que demostró al operar a su hija "el día que no le tocaba trabajar".
La operación estaba prevista para el día 21 de enero de 2008, pero el día 12 del mismo mes la joven sufrió "una grave necrosis" y tuvo que ser operada de urgencia. "Era sábado", recuerda José Antonio. "Fue una operación para salvarle la vida. Sin duda". Elizabeth perdió la vista completamente tras esta cirugía y tardó "más de dos meses" en poder recuperar una ligera claridad en sus ojos.
Asimismo, el día 9 de junio del mismo año, Eli se enfrentaría a una nueva operación para tratar de extirparle el tumor que "tanto había costado diagnosticar". "Si este tratamiento se hubiera hecho antes, mi hija no hubiera perdido tanta vista y el tumor no hubiese crecido tanto", lamentan sus padres.
La familia López García reconoce que son testigos de Jehová, por lo que se aferraron a esta ideología para confiar en que su pequeña Elizabeth saldría bien de aquel eterno quirófano. En este sentido, a nivel judicial, los padres de Eli están "muy agradecidos" a Damián Vázquez, el abogado, colaborador de los servicios jurídicos de la Asociación 'El Defensor del Paciente', que presentó la demanda contra el Servicio Andaluz de Salud. Este especialista aceptó el caso "desde el minuto uno" y les ha acompañado en este proceso "durante más de 12 años".
"Si mi hija hoy no nos falta es gracias a nuestro abogado y gracias a Dios", relata José Antonio. Elizabeth está viva y "está bien", por lo que esta familia de Vélez-Málaga se muestra agradecida al personal sanitario que permitió que su vida no se apagara hace más de diez años.
Elizabeth, 13 años después
La vida de Elizabeth ha estado marcada por una mala pesadilla de la que nunca va a poder despertar. Pero eso no le impide vivir con fuerza y energía gracias a sus padres, que le sirven de guía "y de lo que haga falta". Sin embargo, reconoce con tristeza e impotencia, que "sé que no voy a poder estudiar ni trabajar por mis condiciones".
A Eli le encanta la música y la pintura, -"el arte en general"-, pero sus limitaciones le han impedido formarse en esta temática: "Me quedaba dormida en las clases y tengo muchos cambios de sueño".
Además, expone que le resulta complicado conciliar el sueño por las noches: "Si apenas cierro los ojos para descansar es imposible que rinda en el trabajo". Esta misma noche ha estado "con los ojos como platos" hasta las cinco de la mañana, explica su padre. Lo achacan a los problemas que sufrió en la glándula hipofisaria, que "es la encargada de controlar las hormonas".
"A mí me encanta recordar mi infancia", afirma Elizabeth. Una sonrisa se le dibuja en la cara mientras que la mirada de su padre se mantiene firme y llorosa mientras mira el rostro de su hija. "Ya no me acuerdo como es ver bien y me encantaría poder recordarlo".
Eli es una "superviviente" que nunca ha decidido darle la espalda a la vida, y ha optado por seguir peleando contra cada obstáculo que se ha encontrado. Hoy, con 26 años, le encanta jugar con su perrita Nora y disfrutar de su familia en un primer piso de la calle Soléa de Vélez-Málaga.