El Convento de San Agustín: la eterna deuda pendiente con Málaga
La reciente licitación de las obras de rehabilitación para que acoja la Biblioteca del Estado debe permitir cumplir con un proyecto largamente esperado.
17 julio, 2021 07:57Noticias relacionadas
Decenas de transeúntes pasan a su lado sin apenas detenerse. En el bullir incesante que a diario se produce en dirección al Museo Picasso nadie parece ser consciente de la riqueza histórica del número 6 de la calle San Agustín, en Málaga capital. Edificio cuyo origen se remonta al siglo XVI y que fue convento, sede del Ayuntamiento, Facultad de Filosofía… Y pese a este prolijo legado, durante años ha permanecido invisible, asolado por el abandono y siempre a la expectativa de un destino definitivo.
El viejo convento, construido por frailes agustinos, parece ahora sí atisbar el final de una larga travesía. En el horizonte, su rehabilitación integral y recuperación como sede de la Biblioteca del Estado en la provincia. Así será si el Gobierno central cumple con el último compromiso, a sumar a otros muchos anteriores incumplidos. Aunque a diferencia de episodios pasados, el Ministerio de Cultura ha licitado la contratación de los trabajos.
La apuesta inversora roza los 19 millones de euros (IVA incluido) con un plazo de materialización de 45 meses, lo que hace poco posible que se pueda poner un pie en el nuevo equipamiento antes de 2025.
La operación tomó como base el proyecto del arquitecto Luis Arranz, quien ha modificado de manera sustancial el proyecto anterior, contratado en 2007 a la empresa Aepo, mucho más lesivo con los elementos originales de San Agustín. "Es un proyecto de restauración en mayúsculas y mantenemos en su integridad la estructura del convento", aseguran los autores de la actuación.
La futura biblioteca tendrá dos accesos. Desde la calle de San Agustín se entrará a la parte que contiene los servicios internos de dirección, administración y trabajo bibliotecario, mientras que desde la calle de Pedro de Toledo se accederá a los servicios de la biblioteca abiertos a la mayoría de los usuarios. Uno de los elementos protagonistas es la construcción de una bóveda acrislatada sobre el patio principal, donde quedará localizada la sala de lectura y préstamo, especialmente pensada para el público.
A este elemento hay que sumar la apuesta por una fachada novedosa en Pedro de Toledo, "que sea malla, tamiz o celosía y que sin definir huecos consiga el efecto de decir que ese edificio es una biblioteca y además decirlo con la dignidad que proporciona una escultura".
La idea pasa por crear una doble piel: al interior con más cristal que macizo y por delante de ésta, una celosía de cerámica con los colores de los barros tradicionales de la región, con seis piezas del mismo tamaño y con las que se busca un efecto escultórico de estantería tradicional repleta de libros.
El paso dado por el Gobierno es saludado por los colectivos que reclaman desde hace años su recuperación. Sin embargo, algunas voces preguntan el uso. Entre ellas está la del responsable de la Comisión de Rehabilitación de la Asociación de Antiguos Alumnos de San Agustín, el abogado Antonio Checa.
"Tengo la impresión de que se queda corto, creo que se pueden hacer más cosas en ese edificio; es verdad que no tiene vuelta de hoja, ha habido poca participación por parte de las instituciones malagueñas, nadie ha podido opinar", añade.
A modo de sugerencia, aboga por haber destinado el edificio a algo parecido al Parque de las Ciencias de Granada, "con la entrada a un planetario, con temas de geografía".
"¿Cuántas personas van a entrar en ese edificio después de una inversión tan potente, buena para la ciudad, pero quizás desmedida para el uso que se le va a dar?", se pregunta.
El pasado reciente y el futuro de San Agustín van de la mano de la Biblioteca estatal, creada en 1835, cuando tras la desamortización recibió los fondos procedentes de los conventos. Este equipamiento vive desde hace 26 años en la Avenida de Europa, sede que iba a ser provisional a la espera de un destino definitivo.
Allí duermen unos 195.000 volúmenes, la inmensa mayoría bibliográficos. Pero no sólo. Porque en los depósitos permanecen ocultos a la inmensa mayoría de lectores, sólo accesibles para los investigadores, un buen número de incunables de siglos XVI o XVII, entre otros.
La escasa dimensión de las instalaciones impide que sus 23.000 lectores tengan al alcance de la mano la mayoría de las obras. Algo que, al menos en parte, será corregido con el traslado al viejo convento del Centro. "No todos lo tenemos a libre disposición; eso sería lo ideal, para que los lectores pudieran hacer uso de ellos, casi todo está en depósito", cuenta Antonia Morales, directora de la Biblioteca.
La situación se ve agravada por el hecho de que de las cuatro plantas de la actual sede, una está ocupada por restos arqueológicos que no se han llevado el museo. Pese a las actuales condiciones, Antonia valora el trabajo que se viene realizando en los últimos años, hasta el punto de ser una de las bibliotecas andaluzas con más actividades.
Pero cuando echa la mirada atrás, al momento en que llegó a la biblioteca, hace 16 años, reconoce que la sensación que tuvo, seguramente compartida por muchos malagueños, es que la biblioteca "estaba a la espaldas de la ciudad".
"No estamos invisibles, seguimos trabajando, con motivación; que nos dan San Agustín, olé, estupendo"
La propuesta del Ministerio de Cultura se antoja como una oportunidad para potenciar el valor de esta institución. Cuando se le pregunta por el proyecto, habla con "ilusión", destacando la "buena comunicación" con el equipo responsable de dar forma al proyecto de rehabilitación. A la espera de que la recuperación del antiguo convento llegue a buen término, Antonia no busca pretextos. "No estamos invisibles, seguimos trabajando, con motivación; que nos dan San Agustín, olé, estupendo", dice de manera expresiva.
La llegada al Centro, será, en cualquier caso, una parada más para una institución que desde su nacimiento ha pasado por numerosas dependencias. Del Instituto de Enseñanza Media a un piso alquilado en la Alameda Principal (1933), para años más tarde ubicarse en un edificio en la calle Alcazabilla. La demolición del mismo en el marco de las obras del Teatro Romano derivó en un nuevo y definitivo traslado a la Avenida de Europa, donde permanece desde 1994.