Maruja, de Madrid a Málaga por amor: medio siglo como vecina de calle Larios
María García Carmona se instaló en un cuarto piso de la señera vía en 1968. Desde entonces, esta vecina del centro ha criado a sus cuatro hijos, ha visto cerrar muchos comercios locales y ha vencido al virus.
27 agosto, 2021 07:15Noticias relacionadas
María García Carmona vive en calle Marqués de Larios desde hace más de medio siglo. Desde entonces ha atesorado allí muchos de los recuerdos que tiene de su matrimonio con Antonio Romero Mata; ha criado a cuatro hijos; ha vivido un atraco en la Farmacia Mata de su marido y otro en la suya de calle Compositor Lehmberg Ruiz; ha visto desde su balcón la vía desierta en plena pandemia; y hasta ha vencido al virus.
Esta vecina del centro, natural de Madrid, se vino a Málaga por amor. Lo suyo con Antonio fue un flechazo instantáneo en cuanto se conocieron haciendo Farmacia en la capital. Así que Maruja no dudó en mudarse un mes después de casarse con el ilustre farmacéutico, en diciembre de 1968. "Él lo tenía claro: de la ciudad no se iba. Además, se hizo cargo de la farmacia que había regentado su abuelo Antonio Mata Vergel", cuenta García Carmona durante una entrevista con EL ESPAÑOL de Málaga.
La pareja se instaló en un cuarto piso de una casa de alquiler, antes habitada por los padres del marido, en el número 8 de calle Larios. "En Madrid vivía enfrente del Retiro. Me he acostumbrado toda mi vida a no tener vecinos. Y de pronto me vine. Eres joven y vienes ilusionada. No echo para nada de menos Madrid", se sincera la farmacéutica, que dice estar "muy a gusto" porque tiene cerca a su hija Pilar Romero, que trabaja en la farmacia de abajo, y a sus amigas.
Sin ascensor ni agua
Maruja recuerda su llegada al piso de Larios entre carcajadas. "Es un encanto de calle. La casa donde vivimos es antigua y sin ningún tipo de lujo: no tenía ascensor y el agua se cortaba cada dos por tres. Imagínate eso con cuatro niños que vinieron poco a poco", relata esta vecina, que no ve tantas ventajas en vivir en pleno centro. "Se trata de una calle peatonal y tienes que meter los bultos a pulso. Me compré un carrito con cuatro ruedas donde meto todo", explica.
Eso sí, ninguna de las vistas del centro puede competir con las de su vivienda. "Desde aquí observas la Catedral y todos los tejados. Al fondo hacia arriba se pueden ver los Montes. Desayuno viendo los tejados de todas las casas y el cielo. Nunca he tenido reloj en mi casa. Siempre me he asomado a la ventana a ver la hora en el reloj del monumento. Mi reloj de casa era el de la Catedral", señala orgullosa.
Para Maruja, "lo bueno de vivir en calle Larios es que en un momento estabas en el meollo". "Había mucho ambiente. Salieras a la hora que salieras siempre había gente", rememora. Esta vecina recuerda con cariño la cafetería La Cosmopolita, un emblema de la céntrica vía de la ciudad junto a la Farmacia Mata y la heladería Casa Mira que cerró en 2008 tras 60 años de actividad.
La madrileña ha visto evolucionar la arteria principal de la ciudad (ahora la quinta calle más cara de España), que ha pasado de tener muchísimos comercios locales a estar llena de franquicias. "Donde está ahora Massimo Dutti había una tienda de ropa muy buena llamada Geles. También conocí los Almacenes Gómez Raggio sin ser grandes. Estaban estos y los Almacenes Gómez Mercado (los malagueños descubrieron en los 70 las escaleras mecánicas y las prisas). Ahora el edificio de la calle número 10 va a ser un hotel", precisa.
-¿Es excesivo el número de franquicias instaladas en el centro?
-Hay demasiadas. No sólo ocurre aquí. Te vas a cualquier otra ciudad del mundo y te encuentras los mismos comercios. Es una pena. Se pierde la identidad de un lugar.
También se acuerda de la Plaza del Obispo cuando estaba llena de coches aparcados en doble y hasta triple fila y de aquel señor paseando con todas las llaves de los vehículos que dejaban. "Con lo bonita que es la plaza y su fuente... La utilizaban como aparcamiento. Ahora da gusto verla", recalca.
Maruja cree que la Gran Vía malagueña ha cambiado a mejor. "Cuando me casé la gente quedaba en la entrada de Larios. Eso estaba lleno siempre de vespinos. La renovación de la vía a través de su peatonalización la reanimó. En los 90 no había un alma en el centro porque había menos bares, estaba lleno de bancos y la gente ya no iba tanto a tapear, y se quedaba en los barrios", recuerda la vecina, que se chupó la última gran obra en 2002. "Trabajaban por las noches. Desde arriba me asomaba y lo veía desde una perspectiva privilegiada", relata.
La ciudad, dice, también ha evolucionado "maravillosamente bien". "La calle Larios está preciosa. Antes el centro estaba muy degradado. Había casas antiguas medio derruidas. A día de hoy está bastante saneado", subraya. La vía también ha ganado en materia de seguridad porque ya no hay tantos robos. Y respecto al asunto del ruido, que ha empeorado a causa del turismo masivo y de borrachera, la vecina parte de la base de que no le importa. "Pasa el camión de la basura y si estoy durmiendo ni lo oigo", zanja.
El centro luce bien, pero la vecina afirma que "hay partes del centro que necesitan un lavado de cara, sobre todo algunas callejuelas" en alusión a la vía que hay al final de calle Granada y que da a Carretería. "Esa calle me encanta, pero le hace falta un arreglo. Las que hay alrededor del Thyssen también me gustan mucho. Estas callejuelas son pequeñitas pero emblemáticas", señala.
-¿Le gustan las luces de Navidad que ponen en su calle?
-A mí me encanta. Me gusta que engalanen Larios. No tenemos un rascacielos emblemático, pero tenemos una calle preciosa.
Esta vecina de 76 años sólo se marcha de calle Larios durante verano para huir a una casa en el Atabal. Mientras continúa trabajando en su farmacia de calle Compositor Lehmberg Ruiz, de la que es dueña desde 1977. Su hija, Pilar Romero, la define por teléfono como una superwoman. "Además de trabajadora es muy buena persona. La mejor madre del mundo", admite la farmacéutica, que insiste en recordar que su madre volvió en seguida al tajo después de vencer el coronavirus.
La pandemia le pilló en la Gran Vía malagueña. De hecho, dice que el coronavirus lo cogió ahí. "Me impresionó verla vacía durante tanto tiempo. Venía de trabajar de la farmacia y no había ni un alma. Me dio pena. Me asomaba desde el balcón y no veía a nadie", recuerda. La malagueña de adopción ha afrontado numerosos desafíos viviendo en la céntrica calle, cuya inauguración cumple este viernes 130 años. ¡Larga vida a calle Larios y a Maruja!