Dicen que el miedo es libre. Cada cual lo interpreta y lo dimensiona como quiere. Y eso es poco más o menos lo que sucede cuando uno se da una vuelta por la calle Carretería y habla con algunos de sus comerciantes. La obra de transformación del eje está presente. Aún sin obreros y sin polvo, es como si este histórico eje, que viene a rodear el casco antiguo, estuviese ya levantado.
Deambular por el primer tramo de Carretería, el mismo en el que desde el lunes se centrará la actividad del proyecto, es hacerlo por un espacio casi sin vida. Varios locales cerrados, quizás desde hace tiempo, cuando la pandemia era más acusada.
En otros casos, los inquilinos ya anunciaron semanas atrás su marcha, buscando con ello anticiparse a las molestias que toda obra genera. Es el caso del local Julia Bakery. El portavoz del PSOE en la Casona del Parque, Daniel Pérez, elevaba a una docena el número de cierres confirmados.
En la consulta, hay resignados, otros temerosos del impacto que pueda tener sobre sus negocios, y algunos que, pese a la incidencia negativa, tratan de mirar más allá y pensar en cómo quedará el eje cuando estén terminados los trabajos.
Miguel López es propietario de una tienda de tapizados. "Tenemos un temor máximo; somos gente veterana en la calle, llevamos como 60 años y hemos visto mucha obra", explica a EL ESPAÑOL de Málaga.
La experiencia le hace pensar que una cosa es el plazo que se dice, que en este caso es de 18 meses, y otra cuándo se termina. "Nos gustaría que alguien firmara esos plazos", añade.
"Aún no sabemos cómo vamos a entrar y salir para que el negocio siga trabajando; si no, nos vamos a tener que ir obligatoriamente de la calle"
Pese a largo tiempo que lleva el establecimiento en la zona, admite que la posibilidad de cierre existe. Y se muestra crítico con la falta de información. "Aún no sabemos cómo vamos a entrar y salir para que el negocio pueda seguir trabajando; si no, nos vamos a tener que ir obligatoriamente de la calle", afirma.
La queja por la falta de información es reiterada por varios de los consultados. "Cero información sobre las fases de la obra", lamenta Nicolás, gerente de la cafetería y heladería Desiderio. Este establecimiento abrió sus puertas hace algo más de tres años. Su posición es la de afrontar la situación. "Va a ser difícil, pero comercialmente se pueden buscar alternativas, con la esperanza de que después de la obra sea muy bueno", explica, y agrega: "Nuestra idea es aguantar".
A pocos metros del cruce de Carretería con la Plaza de San Francisco, se encuentra la Librería Renacer. Uno de sus propietarios es Enrique. Atiende paciente, con la serenidad de quien, según cuenta, ya sabe lo que es ser vecino de una obra. "Me preocupa cómo puedan afectar las obras pero este establecimiento es un superviviente", dice.
Asegura que ya sobrevivió años atrás a los trabajos de reurbanización en la calle Granada y a los que se realizaron en el mismo edificio en el que se encontraban, "con cascotes encima". Lo que al final obligó al traslado de la tienda no fueron las molestias, sino la subida de los alquileres.
"La ley Boyer, que aplicaron los populares, multiplicó por cuatro los alquileres, nos sacó de calle Granada a Carretería", cuenta. Y, tirando de ironía, viene a resumir la losa que pesa sobre los pequeños comerciantes. "Siempre digo en broma que la ley Boyer nos sacó de Granada a Carretería; la próxima ley nos sacará a la Avenida Barceló; la siguiente, a Carlinda, y la siguiente al Escándalo", dice con media sonrisa.
De la llegada a Carretería pasan ya casi siete años. Ahora pagan menos por el arrendamiento, pero se nota una menor presencia de gente en la calle. Es lo que tiene "salir del eje del Centro histórico y venir al anillo, al que acude el que quiere acudir".
"La ley Boyer nos sacó de Granada a Carretería; la próxima, nos sacará a la Avenida Barceló; la siguiente, a Carlinda, y la siguiente al Escándalo"
Lejos de caer en la tentación de dejarse llevar y lamentarse, confía en que desde el Ayuntamiento se hagan bien las cosas. "Si se actúa por zonas y se permiten los accesos, sobreviviremos".
Al lado mismo de la librería hay un quiosco de chucherías que regenta Héctor desde hace nueve años. La estructura forma parte del mobiliario de la vía desde hace tres décadas. Y ahora, por lo que sospecha Héctor, tendrá que cerrar. "A menos que me trasladen a otro sitio; esto está chungo", afirma.
Justo cuando Héctor conversa con EL ESPAÑOL de Málaga, Inés, que trabaja en un Compro Oro (hay como cuatro locales parecidos repartidos por la calle), cruza para dejarle un cubo con agua. A ella se le ve optimista.
"Creo que es una obra que va a ser para mejor", dice. En su caso, a diferencia de lo que puede suceder con otros negocios, opina que la obra afectará poco. "Nuestros clientes saben que no pueden venir en coche", añade.
"Los momentos de obra para todo el mundo son jodidos, a nadie les gusta, pero cuando esté hecha y sea semipeatonal va a gustar más andar por ella; al final será un beneficio para todos los negocios que están en la calle", reflexiona Alex, al frente de un bar que hace esquina con Ollerías.
"Cuando esté hecha y sea semipeatonal va a gustar más andar por ella; al final será un beneficio para todos los negocios que están en la calle"
Es el sentir de una parte del músculo empresarial de Carretería, una calle en la que proliferan a cada pocos metros los edificios de apartamentos turísticos. Es la nueva realidad de la periferia de la almendra, que ahora se abre a un proceso de transformación histórico.
De cumplirse las previsiones municipales, Carretería pasará a ser un eje semipeatonal en unos 18 meses. La operación se desarrollará en varias fases, tratando con ello de amortiguar el impacto. La primera en acometerse se extiende entre la Tribuna de los Pobres y Postigo de Arance.
Uno de los objetivos marcados es que el peso del tráfico de paso se verá seriamente limitado, quedando reducido en un 21%. La instalación de cámaras en la entrada a la misma permitirá filtrar el acceso sólo a aquellos que estén autorizados. Tras casi cinco años de espera, ya ha empezado la cuenta atrás.
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