Para Manu López, "viajar es una fuente de conocimiento". Afirma que ha recorrido más de 70 países, lo que le ha permitido conocer otras culturas y formas de vivir opuestas entre sí. Pero su viaje más especial acaba de comenzar y tiene Málaga como punto de partida.
A sus 44 años, este hombre pernocta en altamar a bordo del John B, su velero. Esta embarcación, de apenas ocho metros de eslora, fue diseñada y construida en 1974 por Robert Clark. Este miércoles ha emprendido una vuelta al mundo para ayudar a recaudar fondos a la asociación malagueña Pozos Sin Fronteras.
Esta ONGD -Organización No Gubernamental de Desarrollo- realiza labores de cooperación internacional en países de Asia y África. El impacto de estas acciones
incide directamente en la lucha contra la pobreza extrema, ya que reduce la
mortalidad por enfermedades provocadas a causa de la ingesta de agua en mal estado. Asimismo, también mejora los parámetros nutricionales al estar incorporando a sus dietas hortalizas procedentes de cultivos ecológicos, carne y huevos.
A raíz de la función que desempeña este centro de Málaga surgió la idea del proyecto, que cumple con el objetivo de "disfrutar y compartir", además de la "enorme causa solidaria que se esconde detrás de las olas del mar", confiesa Manu.
De hecho, tener un velero "siempre ha sido mi sueño", expone, pero la "situación económica en casa era muy austera". Hoy vive dentro de él y surca los mares de todo el mundo "guiado por el presente y movido por la fuerza del viento". El viaje también cumple con los parámetros ecologistas, ya que aprovecha la energía del sol y se desplaza con las olas y el aire: "Es una travesía muy respetuosa", explica Manu.
La colaboración entre Pozos Sin Fronteras y Manu López se remonta hasta hace casi diez años. Por aquel entonces, este madrileño de nacimiento pero malagueño de adopción ha colaborado con la asociación en diversas campañas, pero esta "me hacía especial ilusión". Él mismo asevera que "quería viajar de la manera más solidaria posible", por lo que surgió esta idea y rápidamente "encajaron todas las piezas del puzzle".
El objetivo que persigue esta iniciativa es conseguir fondos para poder llevar agua -"el líquido más elemental"- a países subdesarrollados o en vías de desarrollo para "mejorar la calidad de vida de las personas que les ha tocado vivir allí". En estas naciones, beber agua "es un lujo de difícil alcance".
De hecho, para conseguir la mayoría de beneficio económico, además de emprender esta travesía, Manu ha destinado todas las ganancias de su libro 'Autografía de un náufrago' a la asociación Pozos Sin Fronteras. Por tanto, las 30.000 millas que tiene por delante son un aliento de esperanza para la sociedad, en quien confía "para seguir ayudando a quien realmente nos necesita".
Este largo camino también depende de la climatología y del "comportamiento del mar, al que hay que tenerle mucho respeto". Debe analizar a qué puerto debe ir y "aprovechar los días buenos" para navegar, lo que supone una probable tardanza en completar la travesía completa, pero Manu va "sin prisas, sólo disfrutando el momento impulsado por la energía".
Para este aventurero "no importa la distancia ni los días"; al final, relata, "el objetivo es llegar y aportar mi granito de arena". Por ello, todo el dinero que se recaude irá destinado a las cuentas de la ONGD malagueña para que las necesidades "más primarias" consigan llegar a países como "Burkina Faso, Etiopía, Togo o Bolivia", entre otros.
A través de estas acciones, Pozos sin Fronteras quiere "concienciar al tejido social y empresarial de Málaga" y su provincia sobre la necesidad "de aportar su gota de agua para la cooperación al desarrollo en las comunidades menos favorecidas", destaca desde a asociación.