Hubo meses en los que la construcción del Metro de Málaga concentraba en el tajo a casi 1.600 obreros; en los que las pantalladoras dominaban el horizonte que alcanzaba la vista en Carretera de Cádiz, en Juan XXIII, en calle La Unión. Eran los días en los que el gigante empezaba a abrirse paso bajo las calles, trazando su particular recorrido por las entrañas de la ciudad.
Episodios de un pasado no tan remoto que se enlazan quince años después con un presente que casi toca el Centro urbano, la penúltima etapa de un proyecto en constante revisión. Ahora son muchos menos los operarios que se encierran a diario en el túnel para ensamblar las últimas piezas del ferrocarril.
247 hombres y mujeres. Éstos son los que se vienen afanando en las últimas semanas en la terminación de la arquitectura de las estaciones Guadalmedina y Atarazanas, los dos puntos de parada que tendrá el Metro a la altura de El Corte Inglés y la Alameda Principal, respectivamente; en la colocación de las vías por las que circularán los trenes; en completar las instalaciones y los sistemas de comunicación que a modo de sistema nervioso garantizará la seguridad del ferrocarril.
El mecano en el que se convierte la infraestructura malagueña, una vez completada la bautizada como obra civil, permite visualizar la agitación en el subsuelo, en el que se mezclan los oficios y las tareas. La organización se antoja clave en el kilómetro de tramo soterrado que aleja el intercambiador de El Perchel de la Alameda, en el que se entremezclan las operaciones, del corazón mismo de la ciudad.
Todo movimiento tiene un objetivo común: el Metro al Centro antes de finales de 2022. Sin fecha aún marcada en el calendario, éste es el horizonte temporal que hay sobre la mesa. La misma que sostuvo a finales de 2020 el documento que plasma el nuevo contrato de concesión que obliga a la Junta de Andalucía ante sus socios privados.
Negro sobre blanco, se subraya la necesidad de que sea antes del 30 de noviembre del año que viene. Es decir, a un año vista. Y, pese a la renuencia a decir más, la consejera del ramo, Marifrán Carazo, constata que sí, que los malagueños podrán llegar a la Alameda antes de las navidades del año que viene.
Muestra del avance de las actuaciones, Carazo hablaba estos días de que a lo largo del mes de febrero el escenario bajo tierra quedará ya por completo despejado, dando por concluidos todos los trabajos vinculados a los dos tramos aún en ejecución: Renfe-Guadalmedina y Guadalmedina-Atarazanas. A partir de ese momento, tiempo de pruebas y comprobaciones antes de la puesta en servicio oficial.
El salto al Centro adquiere una trascendencia superlativa para el presente y el futuro del ferrocarril urbano. De un lado, porque cualifica el viaje, dando sentido cierto al desplazamiento de los usuarios que buscan acercarse al casco urbano desde los extremos fijados en el Martín Carpena y Teatinos. De otro, porque cuantifica el peso cierto de la demanda real del medio.
Los números apuntan que alcanzar la estación Atarazanas permitirá disponer de unos 18-19 millones de pasajeros anuales, valor que contrasta con los 6,9 millones contabilizados en 2019, antes de la pandemia, que se sitúan como el mejor registro desde que los trenes empezasen a recorrer los túneles a mediados de 2014.
Para dar este último paso en dirección al casco urbano, la Junta va a poder disponer de los fondos necesarios, pese al revés que le ha supuesto el rechazo en el Parlamento del Presupuesto regional para 2022. El mismo contenía 25 millones de euros para inversión en el suburbano, así como 86 millones para garantizar su explotación comercial.