Ni cancelada, ni estática. La cabalgata de los Reyes Magos se celebró en Málaga capital por grandes avenidas para entusiasmo de padres y niños, que -con sus mascarillas y medidas de seguridad- disfrutaron del reencuentro y del buen ambiente en la tarde y noche del 5 de enero en las calles del Centro histórico de la ciudad.
A las 18:00 horas se daba el pistoletazo de salida desde el Ayuntamiento a una comitiva que paseó por una ciudad ya anochecida. Los sonoros moteros contra el cáncer, seguidos del grupo de jóvenes ángeles patinadores del Club Maristas, abrían un cortejo de 13 carrozas, en el que no faltaron referencias a Frozen, Peneque el Valiente o pasacalles de personajes infantiles de la televisión.
El público respondió con palmas a la batucada Bazarkouta, que sirvió de avanzadilla para las carrozas bíblicas de las Cofradías de Semana Santa; que representaron el Belén, Egipto y la estrella que siguen los Sabios de Oriente.
Cuando las naves de Melchor, Gaspar y Baltasar asomaron la cabeza por el Paseo del Parque, los niños reunidos ya se habían aliado varias veces para cantar al unísono: "¡Ca-ramelos! (palmas) ¡Ca-ramelos!". Una vez estaban Sus Majestades frente a las familias malagueñas, fueron los padres los que se juntaron para entonar otra demanda: "¡Re-galitos! (palmas) ¡Re-galitos!".
Tuvo el desfile un aroma cofrade tanto en la salida del culto a la calle con las carrozas biblícas como por la cesión por parte de la Agrupación de las sillas para el recorrigo oficial. El mejor momento de conexión navideña-pascual fue, no obstante, el paso de la Banda de Cornetas y Tambores del Real Cuerpo de Bomberos interpretando Los peces en el río.
El rey Melchor, interpretado por el presentador del magazine matinal Llegó la hora Roberto López, demostró su carisma y no dejó de saludar, hasta el punto de que sus repartos de caramelos fueron muy celebrados. "¡Más fuerte!", fue el siguiente requerimiento por parte del respetable. Mientras, Melchor no dejaba de mirar a los ojos de todos los niños que podía, a los que incluso señalaba, como diciendo "sí, sí, a tu casa voy a ir", pero nunca de una forma tan terrorífica como la del Baltasar de 2020 de Francisco Pomares.
Mientras el rey Gaspar cruzaba el paseo del Parque, los padres se fotografiaban, saltaban y bailaban la música épica, como del videojuego Age of Empires, que acompañaban los cortejos orientalistas de los reyes. El mediano de sus Majestades, representado por el hermano mayor de la Crucifixión José Núñez, lanzaba dulces sin prisa pero sin pausa; sin rastro entre los asistentes, eso sí, de los clásicos paraguas al revés para coger más caramelos. Dónde están, ay, ubi sunt, las viejas maneras que nos definen como civilización.
El rey Baltasar repartió sus caramelos como achicando aguas, como Weligton despejaba los balones conforme le llegaban al borde del área: no había tiempo para el joga bonito, esos niños querían sus dulces. Pareciera que la corte que encabezaba la concejala socialista Rosa del Mar Rodríguez llevara meses entrenando para lograr la máxima eficiencia en la erupción de dulces. Si se hubiera instaurado en ese momento el sufragio infantil instantáneo, hubiera salido alcaldesa seguro.
Cerrado el capítulo de la cabalgata, muchas familias fueron al siguiente ritual de los 5 de enero: irse a tomar con otros padres un gintonic en una terracita del centro mientras los niños, nerviosos perdidos, se asustan de pensar que los Reyes iban a llegar a sus casas para encontrárselas vacías. Al final, como siempre, la sincronización entre familias y Majestades fue perfecta.