Málaga parece estar sumida desde un tiempo a esta parte en un debate continuo sobre las dimensiones en vertical de determinados edificios. Algunos de ellos aún por hacer, como el hotel del puerto o las construcciones proyectadas sobre los antiguos suelos de Repsol; otros, como, las torres de Martiricos o las levantadas en el litoral oeste de la capital de la Costa del Sol, en fase final de ejecución.
Elementos todos ellos que vienen a poner el contrapunto a un urbanismo tradicionalmente alejado de las alturas y que ha apostado por bloques de una dimensión media, como la que luce desde hace décadas en el entorno de la Avenida de Andalucía o los aún más reducidos inmuebles del paseo marítimo de poniente.
El debate, encendido siempre que de la torre del puerto de habla, se ha visto complementado estas semanas por la impactante visión que desde buena parte del municipio se tiene de los colosos de 30 plantas que se levantan sobre el antiguo rastro de Martiricos.
Su crecimiento pareció pasar desapercibido durante meses, hasta que ha aflorado en toda su dimensión, tocando el cielo a algo más de 106 metros de altura. Para muchos, el blanco que lucen los inmuebles de la promotora AQ Acentor rompe la visión de los montes, arañando el paisaje.
Sea cierto o no, no hay que perder de vista que la concepción de estos dos gigantes que se levantan junto al cauce del Guadalmedina, en las proximidades de La Rosaleda, fueron concebidos hace más de una década, en el nuevo Plan General de Ordenación Urbanística (PGOU). Documento en el que también se dibujaba la ahora judicializada operación de Repsol.
¿Existe obsesión en Málaga por las alturas, ya sea para reclamarlas como elemento de modernidad o para cuestionarlas? Las construcciones más altas de la capital de la Costa del Sol son dos elementos industriales: la torre de la cementera de la Araña, con 114 metros, y la chimenea de Los Guindos, con unos 106 metros.
Muy por debajo queda la solitaria torre de la Catedral, que con 87 metros ha marcado histórica y simbólicamente el techo de la urbe. Una singularidad que ahora le ha sido arrebatada por las torres de AQ Acentor en Martiricos.
Las 30 plantas de las dos edificaciones, que tocan los 106,67 metros, perfilan el nuevo skyline. Son del orden de 26 metros más que las que alcanzan los tres bloques diseñados por Carlos Lamela en el litoral oeste para Metrovacesa y Sierra Blanca.
Estas son las medidas de los proyectos que ya son realidad en Málaga. Pero las mismas serán sobrepasadas, si se cumplen las previsiones, por los 116 metros que, según el fondo catarí responsable de su futuro desarrollo, alcanzará el hotel del puerto de la ciudad.
O los 126 metros pensados para la más alta de las edificaciones dibujadas desde hace casi 20 años en los antiguos suelos de Repsol. En este sector, donde el Ayuntamiento tiene aprovechamientos para tres de las cuatro torres previstas, se prevén construcciones de 105 metros (29 plantas), 112 metros (31 plantas), 119 metros (33 plantas) y 126 metros (35 plantas).
Alturas relevantes en una ciudad nada acostumbra a mirar al cielo cuando de urbanismo se refiere. Alejadas, no obstante, de las arquitecturas asentadas mucho antes en otras grandes capitales españolas. Los casos más superlativos son los de Madrid y Barcelona.
En la capital del reino el hito lo marca Torre de Cristal, con sus 249 metros de altura, mientras que en la Ciudad Condal este galardón lo ostentan Torre Mapfre y Hotel Arts, con 154 metros y construidos en 1992, con motivo de las Olimpiadas.
¿Qué ocurre en Valencia? Allí la referencia en vertical es para Torre Hilton-Hotel Meliá de Valencia, que alcanza los 117 metros y dispone de 29 plantas. La medida en Sevilla es ciertamente superior, ya que la bautizada como Torre Pelli, por el apellido de su diseñador, César Pelli, alcanza los 180 metros, siendo el edificio más alto de Andalucía y el séptimo de España.
Opiniones sobre la cuestión
Ante la cuestión de las alturas, EL ESPAÑOL de Málaga ha trasladado el interrogante a algunas personalidades de la ciudad. Una de ellas es José Manuel Cabra de Luna, presidente de la Academia de Bellas Artes de San Telmo.
"La cuestión es sencilla de resolver si no olvidamos una regla de oro de la arquitectura contemporánea: No hay arquitectura alta o baja, sino buena o mala. Otra cosa es dónde debe construirse la una y la otra. Por otro lado, hacer ciudad es algo muy caro y la construcción en altura permite mayores zonas comunes y verdes. Prefiero un edificio en altura que un edificio tumbado", opina.
Otra de las voces autorizadas es la de José Seguí, arquitecto de la contestada torre del puerto: "Las edificaciones en altura provocan una cierta dificultad en su percepción como actuaciones excepcionales que son. Creo que se entenderían mejor si se justificaran por su también excepcional objetivo de referenciar la creación de una nueva centralidad para la ciudad o una estratégica transformación de una importante actuación urbana y no por una actuación sin más objetivo que la realización del propio edificio en altura".
El también arquitecto Ángel Asenjo apunta: "La edificación en altura tiene sus propias determinaciones y, en todo caso, debe de ser parte del entorno en que se desarrolla. Si no es así, una torre aislada puede crear grandes tensiones urbanas, hasta el punto de ser rechazada".
"En la arquitectura en altura, como en cualquier tipología arquitectónica, debe ser concebida con calidad conceptual y formal, o lo que es igual, debe de ser una buena obra de arquitectura", añade, opinando que en el entendimiento de esta cuestión Málaga "no es distinta a cualquier otra ciudad".
"Diría que más bien todo lo contrario, pues está demostrando una cierta sensibilidad respecto de esta cuestión, aunque las opiniones, que se exponen no sean del todo certeras en todos los casos", añade.