Se llama Cristóbal, tiene 54 años, es bombero y este jueves realizó un salto base desde un edificio en construcción de Málaga, una de las torres de Martiricos, a 106 metros de altura. Quería ser el primero en saltar desde este rascacielos y lo consiguió, logrando huir rápidamente del lugar sin ser interceptado por la policía.
Cristóbal, que trabaja en el Real Cuerpo de Bomberos de Málaga, practica paracaidismo desde hace veinte años, aunque hace dos descubrió el salto base, que se ha convertido para él en "una adicción".
"Somos gente normal a la que nos gusta la sensación de peligro. Esto te engancha como una droga, tu cuerpo te lo pide", explica a EFE Cristóbal, que ha saltado desde puentes, globos aerostáticos, antenas y montañas en países como Francia, Italia o Suiza. El salto base de ayer, el número 35 de su carrera, fue el primero desde un edificio.
Cuenta Cristóbal que a "los pocos" que practican este deporte extremo -una cuarentena en toda España- les gusta ser los primeros en lanzarse al vacío desde una estructura, una roca o una montaña, por eso decidió hace tiempo hacerlo desde una de las llamadas torres de Martiricos, los edificios más altos de Málaga, actualmente en construcción.
"No me gusta saltar en ciudad porque hay un mayor peligro, prefiero el campo abierto, la naturaleza, pero siendo yo de Málaga tenía que ser el primero en saltar desde ahí, porque si no lo hubiera hecho otro", señala.
Cuatro meses planeando el salto
De una forma que prefiere no revelar, Cristóbal consiguió colarse en el edificio que promueve AQ Acentor junto al estadio de La Rosaleda, de 29 plantas de altura, y llegar a la azotea. Desde allí saltó al vacío y aterrizó sin complicaciones en el cauce -vacío- del río Guadalmedina.
Dice Cristóbal que llevaba cuatro meses planeando el salto, estudiando la manera de entrar al bloque y llegar hasta la última planta, lo que en su opinión fue "lo más complicado", y asegurándose de que lanzarse desde allí era viable y seguro.
De hecho, se preparó para saltar en dos ocasiones anteriores, aunque no pudo hacerlo por las condiciones climatológicas: "No lo vi claro, porque hacía viento, y decidí abortar".
Este jueves sí se dieron las condiciones óptimas para que pudiera efectuar el salto y así lo hizo: su gesta fue grabada por numerosos transeúntes, que captaron cómo se lanzó al vacío, abrió rápidamente el paracaídas, apenas un segundo después de saltar, y aterrizó en el cauce del Guadalmedina, situado junto a la torre.
Tras tocar suelo recogió el paracaídas y se marchó de la zona rápidamente para evitar ser localizado por la policía, pese a que muy cerca, a solo unos metros de distancia, hay una comisaría. Desde que saltó hasta que se fue no pasaron más de tres minutos.
De hecho, en todos sus saltos ha conseguido escabullirse de la policía, aunque en alguna ocasión ha tenido que pasar horas escondido entre matorrales para no ser localizado.
Cristóbal asegura que si realizó el salto desde el edificio fue porque estaba cien por cien convencido de que no iba a suponer un peligro para otras personas: "Jamás pongo en peligro a terceros, solo mi vida", subraya.
Ahora que ha saltado de la torre sur de Martiricos afirma que no volverá a hacerlo, ya que a estos deportistas les gusta ser los primeros en algo y luego buscar nuevos retos. "Una y uno más, ya queda inaugurada y doy paso a futuros saltadores", apunta.
Cristóbal, al que patrocina la marca Rasuri B.A.S.E., reconoce que a los saltadores base a menudo se les llama "locos", aunque han de tener la cabeza muy bien amueblada para organizar un salto con total seguridad.
Afirma que cuando salta siente "paz y tranquilidad, un bienestar que dura tres o cuatro días", y que es algo que de momento no puede ni quiere dejar, pese a que le ha costado separarse de su mujer, quien teme que uno de estos saltos le cuesten la vida, como le pasó a un amigo hace un año.