Luis Martos solo quiere que con su amigo Raimundo López, al que su entorno conocía como Ray, "haya justicia". Es el único motivo por el que saca hueco en el trabajo para atender a los medios de comunicación dejando a un lado la pena que le inunda por su fallecimiento. Su excuñado murió sobre las tres de la mañana del pasado 8 de octubre en un accidente de tráfico en la A-357, a la altura del campus universitario.

El motorista, de 44 años --en dos meses cumplía los 45--, falleció tras ser arrollado, presuntamente, por un guardia civil que conducía su coche bajo los efectos del alcohol. Sus propios compañeros de la sección de tráfico de la Benemérita lo detuvieron. "Como este país es como es, quiero que no se pase de largo con esto, y más habiendo un guardia civil implicado que debería estar para protegernos de las cosas malas, no para hacerlas", lamenta.

Aquella madrugada, Luis y Ray habían estado juntos en el Centro de Málaga con unos amigos, pero Ray decidió volver antes de tiempo a casa, con un desenlace fatal. Aunque en un principio ambos irían juntos a la cita en coche, decidió llevarse la moto, por si le apetecía volverse antes de tiempo. Así fue.

Según relata Luis, nada extraño ocurrió aquella noche. Tras cenar en un restaurante, fueron a un local de ocio nocturno, allí Ray comunicó a sus acompañantes que iba a ir a saludar a unas amigas a Malafama, otro establecimiento del Centro de Málaga. Comenzó a pasar el tiempo y Ray no aparecía, así que decidieron ir en su búsqueda, pero no estaba allí, aunque sí las dos mujeres con las que iba a encontrarse.

Una de ellas, según el relato de Luis, dijo que Ray le había escrito 40 minutos antes, pero que no lo vio hasta ese momento. Le escribió, pero no le contestaba. Tampoco respondía a las llamadas.

Luis pensó que Ray debió haberse aburrido y optó por marcharse a casa, no era raro que lo hiciera. Era un hombre reservado y en esas situaciones no solía comunicarlo para no cortar el rollo. Sobre que el teléfono apareciera apagado, pensó que quizá se había quedado sin batería de camino.

"Definitivamente se había ido... pero no llegó", dice, tras un suspiro, Martos, que al ver que su amigo del alma no contestaba, volvió a la casa donde ambos vivían desde hace unos meses, en la barriada de Colmenarejo, en Campanillas. Por el camino, a la altura de la A-357, Luis vio un dispositivo policial en torno a un accidente de tráfico. Parecía grave.

Disminuyó la velocidad y vio una moto blanca como la de su amigo. Le llamó por teléfono, pero este seguía apagado. Asegura que algo le dijo que tenía que bajarse del coche. Se paró a un lado de la carretera. Mientras caminaba por el asfalto, localizó una de las zapatillas del accidentado. Era igual que las que llevaba su inseparable amigo esa noche. Pero lo que le hizo corroborar que era él fue la matrícula de la motocicleta. No daba crédito.

Un guardia civil le preguntó qué hacía allí. Le dijo que pensaba que era "su cuñado". "Él tenía su DNI en la mano y me desmoroné. Me dijo su nombre completo. Ahí vi que todo se había acabado. Lo que menos me esperaba fue que la noche acabara de aquella manera", cuenta con angustia.

Al parecer, según Luis, Ray recibió un primer impacto del vehículo donde viajaba el guardia civil en estado de embriaguez, lo que provocó que cayera y muriera en el acto. Después, otro vehículo, en la oscuridad de la noche, lo arrolló una segunda vez, al no darse cuenta de que el cuerpo se encontraba en el asfalto. Ray deja a una niña de 19 años huérfana que aún no puede creer que tan joven haya tenido que despedir a su padre. También a una mujer y tres hermanos. 

Independiente y reservado

Luis califica a Ray como "un tío normal, independiente", "un poquito reservado". "No le gustaba dar la nota. Le gustaba el cachondeo, pero sabía con quién sí y con quién no. No solía ser sociable con los que no le conocían", recuerda. Sin embargo, en cuanto cogía confianza, solía soltarse más.

Así, era un hombre muy deportista. Aunque tuvo "su racha ciclista", en la última etapa de su vida solía acudir con frecuencia al gimnasio. Ambos querían apuntarse juntos al equipo de fútbol de veteranos de Campanillas, pero, como apunta Luis, "ya no va a poder ser".

"Y respecto a su profesión, él siempre estuvo trabajando en Famadesa, creo que no ha tenido otro trabajo en su vida. Lo han visto crecer allí. Su labor era siempre con los cuchillos, deshuesando", declara.

Superados los primeros diez días tras su muerte, Luis hace hincapié en que necesitan que se haga justicia para que ningún conductor ni familia más sufra algo como lo que están pasando ellos con Ray.

Sin antecedentes

El agente del instituto armado fue detenido por sus compañeros de Tráfico y trasladado ante el juez de Guardia que decidió su puesta en libertad con cargos. El Guardia Civil carecía de antecedentes. Actualmente, sigue el caso pendiente del informe definitivo del atestado.

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