En el número 5 de la calle Fajardo de Málaga existe un local que te lleva al pasado con solo cruzar el arco de su puerta de entrada. Es diminuto, estrecho, pero a la vez profundo; en su mostrador no hay un datáfono ni una moderna caja registradora, sino una balanza antiquísima con un cartel donde se puede leer que se hacen agujeros en cinturones por un euro. También anuncia que los remaches cuestan 1,50.
A ojos de foráneo, no parece una tienda ordenada, pero su propietario, José Manuel Gómez Vera, tras el mostrador, sonríe dando a entender que él "se entiende dentro de un desorden" que tiene casi tres décadas de historia. Su tienda huele a cuero, el principal material que trabaja en sus artículos. Las paredes están repletas de cinturones de mil formas y colores, tanto, que esconden el gotelé. Para ser un establecimiento muy sencillo, la variedad es muy amplia.
En la fachada se puede leer “Manolo Cinturones - Arreglo Calzado - Alpargatería - Artículos de Zapatería - Artículos de Encofrado”. Manolo, que da nombre al local, es el padre de José Manuel, quien propulsó este negocio en calle Camas, a unos metros de distancia de donde se ubica el actual, en Fajardo.
En El Palo siempre le han conocido como ‘Manolo, el de las gomas’ porque creció y se fue ganando la vida entre alpargatas y cintas de cuero. Al parecer, un amigo de la familia tenía una tienda similar y empezó allí como aprendiz. Al final, le acabó dejando el negocio y su hijo, en el siglo XXI, ha seguido su legado. “En 1996 se mudó a Fajardo y yo le he ido ayudando siempre que he podido, pero en el 2000 comienzo a estar yo al frente. Eso sí, mi padre se pasa mucho por aquí a sus 90 años, más de una tarde se sienta aquí y vienen clientes de su época. Cada vez son menos, pero siguen viniendo algunos”, cuenta José Manuel.
En unos tiempos en los que proliferan las multinacionales en el Centro de Málaga, los Gómez se ven como unos auténticos supervivientes. “Sigo aquí gracias al hombre que nos alquila. Me ha mantenido un alquiler muy pequeño, precisamente por las condiciones que tienen las instalaciones. He intentado comprar algunos de la zona, pero es imposible. No sale rentable”, lamenta. Sin embargo, sí que reconoce que gran parte de su clientela es extranjera. Turistas que vienen con regularidad a Málaga y acuden a su tienda en busca de calidad y buenos precios. “Les llama principalmente la atención mis cinturones, siempre repiten”, cuenta José Manuel.
Igualmente la apena haber perdido clientes de “toda la vida” porque el centro se está deshabitando. “Quedan cuatro vecinos, esto se está deteriorando. Me da pena ver cómo todo se está dedicando al turismo, lo del tema de los apartamentos vacacionales ni nombrarlo… Es normal que los vecinos del centro hayan salido corriendo porque no aguantan, es lógico”, declara.
Con el paso del tiempo, aunque mantienen ese toquecito añejo, sí que han tenido que reinventarse, como por ejemplo, colgando en su entrada ofertas, algo que antes consideraba impensable. Principalmente de cinturones. Como en ocasiones entran grupos de turistas, suele ser útil tener ofertas donde se les incite a llevarse más piezas.
En los orígenes de la tienda, su padre vendía muchos productos a personas que trabajaban en el campo, como alpargatas, algo que ya prácticamente no vende. Es por ello por lo que se centra más en monederos, cinturones o incluso en materiales como cuerdas para realizar manualidades, mucho más solicitados en los tiempos actuales. "Pero aún seguimos teniendo cositas para los que lo piden, aunque menos; hay algunos que las actualizan año tras año", dice José Manuel.
Así, también dispone de algunos objetos artesanales como las bolsas de encofrador, que las hace el propio José Manuel igual que su padre hacía las alpargatas. "Ahora contamos con artesanos a los que se las compramos, pero siempre de calidad. Nuestros productos vienen de Elche y toda la zona de la Comunidad Valenciana, líderes en este sentido", asevera.
Gómez Vera se niega, por ejemplo, a habilitar el datáfono, pues cree que si lo hace, sus horas en la tienda, sumadas al pago del autónomo, ya no le rentabilizarían nada. Esto le lleva a perder algunos clientes, pero cree que merece la pena correr el riesgo. "Yo sigo aquí por no perder la tradición. Mi hija es pequeña y no sé si querrá seguir. Creo que no. El futuro es muy incierto, yo tengo 54 y me quedarían más de una década para jubilarme, no sé qué será de nosotros en diez años, pero reconozco que locales así hay muy pocos y me apena ver cómo compañeros como los de la zapatería Hinojosa han ido desapareciendo del Centro de la ciudad", zanja.