Una semana “to’ perita” pero ‘con acento british’ se remata ahora, tras el impacto de la provincia en una nueva edición de la World Travel Market de Londres. Eso o, lo que es lo mismo, el mayor escaparate turístico del mundo para contar lo bueno que nos define a quienes luego hacen viable el discurrir de aviones llegados de Reino Unido a nuestro territorio durante todo el año.
Y no. No es la nuestra la única provincia que se siente huérfana de turismo inglés en los últimos meses pero sí que una de las más afectadas por un parón de nombre ‘pandemia’ y de apellido ‘medidas a lo loco’, al más puro estilo del pelo del prime minister británico. Y de eso se ha hablado mucho estos días en una WTM marcada por el reencuentro de los operadores turísticos, tras el parón de 2020. Porque si para algo han servido estos días de promoción de la Costa del Sol en Reino Unido es para darse cuenta de que mirarse al ombligo no va mal de vez en cuando.
Soy el primero que cae en el error de pensar que lo bueno siempre habita fuera, pero me coloco en primer lugar del escuadrón de arrepentidos que, aun aplaudiendo cada rincón de una ciudad como Londres, deben asumir que lo nuestro no está tan mal y que, en algunas materias, son ellos los que deben envidiarnos a nosotros. Y no: no voy a hablar de estilo de ciudad, de limpieza de sus calles o de la forma en que se entiende el verdadero concepto de ‘ciudad verde’, a partir de una herencia natural forjada en tiempos pretéritos. Parques y jardines de verdad, para una ciudad amante de lo natural… de verdad y no de refilón. Si las comparaciones son odiosas, lo de las zonas verdes, la densidad de éstas y la concepción del término ‘parque’ como una verdadera masa de bosque en plena ciudad nos deja a la altura del betún. Mejor no intentarlo por ahí.
Pero no hay nada como perder algo que deseas, para darte cuenta de lo mucho que lo necesitas. Y hay un poco de eso en lo que le ha ocurrido a Málaga en este año y medio de pandemia con su turismo. Una constante en nuestro destino con la que se ha errado, sí, pero que nos da mucho más de lo que nos quita. Y claro que volcar todos los huevos en el mismo cesto a veces puede ser errático, pero no olvidemos el papel que juega cada uno en este tablero global en el que, ante todo, somos receptores de viajeros y ‘repartidores de su felicidad’. Lo que pasa que en lugar de llevársela a la puerta de casa, en este caso se la servimos cuando asoman la cabeza por nuestra tierra. ¡Y se nos da de maravilla!
Otro día, si quieren, podemos hablar de la forma en que un destino como el nuestro se ha orientado hacia quien nos visita y podríamos debatir sobre si todo lo hecho ha sido bueno, si el modelo es 100% perfecto o si la fotografía actual de lugares como el centro de la capital es exactamente la que deseábamos, pero a estas alturas de la película, mal estaría que no pongamos cada cosa en su sitio y no demos a cada una de ellas el reconocimiento que merecen. Tres días de promoción del destino Málaga en Londres han servido para darse cuenta de que el inglés añora nuestra tierra y, posiblemente, sabe verle lo mucho bueno que tiene, incluso de una forma más contundente que como lo hacemos nosotros mismos.
Porque lo tienen claro los ingleses: su fish and chips tiene gracia, pero saben que en la Costa del Sol no hay que enmascarar el sabor del pescado fresco debajo de ningún rebozado y nada puede hacer sombra a un espeto o un buen adobo… ¡o unos boquerones al limón! Por no hablar de su lluvia fina y sus continuas nubes, que tienen encanto un día y llenan pantanos todo el año… pero su mejor sol no brilla ni de lejos como el de uno de nuestros días nublados. Y lo saben. Y no dudan en predicarlo. Y eso, miren, son buenas noticias, porque si ellos nos necesitan, nosotros también les necesitamos.
Y sólo el derrape de neuronas de un gobierno como el suyo ha impedido que las cosas le vayan mejor en los últimos tiempos y que su lucha contra la Covid sea real, palpable y, sobre todo, eficaz. Porque una cosa lleva a la otra y de ahí que el mensaje de responsabilidad cale (que no lo ha hecho) en sus ciudadanos. Para no ir más lejos, la mascarilla es el nuevo Wally (el de los famosos libros) al que se puede jugar a buscar en la calle o en espacios cerrados. También en eso ganamos un partido del que se saben perdedores desde antes del pitido inicial. Y de todo ello se ha dado fe estos días, en un encuentro profesional que deja la sensación de que hay mimbres suficientes para pensar en una recuperación completa a lo largo del próximo año, partiendo de unas cifras menguadas en 2020 y 2021.
No sé si Málaga habla inglés, pero estoy convencido de que los ingleses quieren seguir aprendiendo malagueño. Lo echan de menos y nos echan de menos. Para ellos Victoria fue una reina (la más grande de todos los tiempos) pero saben que esta victoria es nuestra.