Paco se lo piensa. O eso hace creer. “No estoy en eso ahora mismo”, nos cuenta cuando se le pregunta por su futuro (que lo tiene, y mucho) y por un pasado marcado por la cifra de los dos patitos.
Veintidós años ha cumplido el alcalde en el cargo y la pregunta empieza a ser la misma de cada cuatro, cuando toca ir planteándose opciones, con unas elecciones municipales a la vista. Sí: De la Torre acumula a sus espaldas 22 años como regidor. Un periodo de tiempo en el que ha superado una crisis económica, una pandemia… y hasta una hospitalización por lesión cerebral. No hay quien pare a Paco. No hay quien pueda con tanta vitalidad, con tanto ímpetu… y con tantas ganas de gobernar. Y en eso, tampoco tiene rival. Y lo sabe. Y lo saben.
Asistimos de nuevo, a ese particular ritual, cual cortejo de pavos reales en un documental de La2. Sabemos que se gustan, sabemos que se necesitan… y sabemos que al final, habrá final feliz, al menos para los suyos (la oposición no piensa lo mismo).
Y es que hubo un tiempo en el PP de Málaga, en el que se dudaba acerca de la idoneidad de que Paco siguiera al volante. Seguramente porque contaban con algo así como una estrella a la que le tocaba chupar banquillo y pensaban que ya le tocaba ser alineado. Pero claro: para killer del área, ya estaba De la Torre. Él nunca dudó pero sí lo hicieron algunos (jamás lo reconocerán), que apelaban a aquello del “está mayor” para invitarle a dar un paso al lado que nunca dio, ni se planteó. Sin un goleador viable en elecciones, lo de Paco como cabeza de cartel ni cotiza. Solo resta que termine de meditar.
Dos décadas de mandato le contemplan. Dos décadas y dos años, para ser más exactos, desde aquel 4 de mayo del año 2000, en el que Villalobos dejaba Málaga por Madrid, para convertirse en ministra de Sanidad. Parecía transitorio. Transitorio, dice.
Ahora, cuando resta un año y pocos días para unas nuevas municipales, metidos de lleno en una precampaña que lo es, pero en clave autonómica, vuelve a resurgir aquello del Plan Renove; aquello de que si se atreve (¡y tanto que se atreve!) a presentarse por cuatro años más, y eso otro de que si el partido le ha consultado ya sobre sus intenciones y blablabla.
Y cuando decimos que la historia se repite, es porque se repite. El malagueño de calle ha aprendido ya que las elecciones son una cosa que nos llama a votar cada cuatro años, y donde siempre gana De la Torre. Es el as del Partido Popular en la ciudad, y ni siquiera tienen que guardárselo debajo de la manga, porque saben que la partida empieza ya ganada. Y por saberlo, lo saben los suyos, y los de la bancada contraria.
Presenció servidor una conversación hace algunos años, en la que un reputado profesional de lo suyo, que nunca necesitó de la política para vivir y al que situaron como candidato a la alcaldía de un gran municipio de la provincia, reconocía a un tercero que competir contra la entonces alcaldesa era algo así como un imposible. La aludida acumulaba ya varios mandatos a rodillo, sumando una mayoría tras otra. “Una cosa es decirle a la gente que se puede”, apuntaba, “y otra es pensar que es verdad”. Cierto es que la etapa de las mayorías se acabó y que la cosa ahora hay que roerla, pero sirva el ejemplo para aproximar lo que sucede en Málaga capital, cuando el cartel del PP lo ocupa Paco. La oposición lo pelea, lo trabaja, hace su parte… pero sigue chocando con Paco y sus hechuras de alcalde.
Ayer cumplía 22 años en el cargo, aunque él se hacía el remolón cuando se le recordaba la efeméride. “No había caído”, apuntaba con media sonrisa. Alcalde desde el año 2000. Normal que le parezca normal. En Málaga, se instauró hace tiempo que el alcalde viste de traje, rara vez se quita la corbata… y se llama Francisco. Claro que ahora, dice que es eso de quitarse la corbata lo que más añora, al menos a ratos. Que quiere más tiempo “para el deporte”, apunta, y que no se trata de ocio y sí de salud. “Mens sana in corpore sano”, empleaba ayer el regidor para explicar que quiere algo más de espacio personal. “Llevo seis meses sin nadar”, apostilla. Paco quiere más bañador y menos camisa, pero le tira la Casona. Tanto o más que su casa, probablemente.