Quevedo ha llegado a la prensa. Hace unas seis semanas que todos los grandes creadores de contenido y streamers en habla hispana reaccionaron (incluso en varias ocasiones cada uno) a su indiscutible canción del verano, hace más de cinco semanas que se convirtió en el primer español en tener la canción más escuchada del mundo en Spotify, Google ya te lo muestra en sus búsquedas antes que al escritor del Siglo de Oro, salir de fiesta ya parece ir a un parque temático de Quevedo; pero solo ahora ha llegado a la prensa. Y solo desde este viernes ha alcanzado el número 1 en la lista de España de Los 40 Principales.
Cuando ocurre algo así, y los grandes tótems de tu profesión por fin se enteran de lo que protagoniza tu vida y la de tu generación, la sensación es un poco la de presentarle tu novia a la familia y rogar por lo bajini que el abuelo no tenga ninguna salida de tono. Abe Simpson decía que él sí estaba en la onda, pero que luego cambiaron la onda, y entonces resultaba que estaba fuera de onda, la onda le resultaba extraña y escalofriante: a nosotros nos ocurrirá lo mismo. No sería malo que se aceptara con esa naturalidad que, muchas veces, uno no está interpelado por lo que la generación de sus hijos disfruta.
Quevedo no es la nada. Es el mejor rookie del año que recuerdo, un chaval ineludiblemente canario —quizás la mejor escuela de música urbana española de los últimos años— que no se ha viralizado desde una gran multinacional fabricante de algoritmos, sino desde la atracción de una voz ronca y personalísima (alguien dijo en Twitter que un caramelito de menta a tiempo le hubiera chafado la carrera) que ha sumado a uno de los mejores delivery de la escena y un olfato hasta el momento infalible. Aunque —I can't believe I still have to protest this sh*t— quizás tampoco sea obligatorio racionalizar y academizar el consumo artístico, sino que quepa la posibilidad de poder disfrutarlo intuitivamente en comunidad.
A la brecha generacional, hay que sumarle otro factor clave —creo— para que hayan tardado tanto las instituciones del canon en hacer caso al chaval. Quevedo no está con una multi sino con Taste the floor, la agencia del underground desde donde se hace mucha de la música que más me interesa de España últimamente (Las Ninyas del Corro, Foyone, Califato 3/4, los Locoplaya...), y Bizarrap no está sino con Dale Play Records, quienes han llevado al estrellato internacional a una generación irrepetible de artistas argentinos con la esencia de El Quinto Escalón: los Duki, Nicki Nicole o Wos. No me extraña que, para ellos, la pregunta sea qué carajos se les ha perdido en la prensa cultural más atenta a cumplir con las instituciones que a la plaza; cuando pueden llegar a todos los chavales al momento a través de, digamos, Ibai.
Esta columna en realidad no es una defensa de Quevedo. Con tremendo éxito, no la necesita; y ya se me ha repetido un poco la canción de tanto escucharla cada noche varias veces en la Feria de Málaga. Esta columna es una defensa del periodismo cara a mi generación: por favor, paciencia, todavía no está perdido, hay jóvenes cronistas peleando su hueco, apoyad lo que os guste e ignorad lo que no. Hay esperanza en un periodismo que no se vanaglorie de tener un criterio distinto al de la calle; que —como decían en El cielo sobre Berlín— mirar desde arriba no es mirar, hay que mirar a la altura de los ojos.