El chorro de la guerrita cultural; si hay o no algo que celebrar los 12 de octubre, los gritos de niñatos de un colegio mayor, la construcción gramatical de Irene Montero, ¡qué lejos se ven cuando estás ocupado construyendo cosas en casa! Premiamos con un boleto para la montaña rusa de las peleítas nacionales al pobre diablo al que hayamos convencido de que estar informado le hace mejor ciudadano.
Mi sensación es que la polarización ya no vale para encauzar el hartazgo, sino que justamente la alimenta. Ya uno no se entusiasma con alternativas políticas, no se mira a la carrera de San Jerónimo con la ilusión de que sus poderes le vayan a salvar a uno de nada. Al contrario que Jabois, que en la España en ebullición política de la década pasada sentía que pareciese que en la capital del reino no tenían nada que hacer más que esperarle, de lo que ahora se habla es de irse de Madrid. Pero es otra trampa.
La periferia es más que no-Madrid. El cambio de eje debe ser total: ya no se gira en torno a la meseta. Incluso aunque nos digan que gane, Málaga no es (o no solo) un campo de batalla secundario de una gran guerra ajena. Calibrarse con la vara de medir del otro es garantía de derrota a la larga.
¿De qué bando son Delaossa, IlloJuan, Spoksponha? Son de Málaga. La suya es también nuestra trinchera: reivindicar nuestros barrios, las oportunidades en la periferia, que la pertenencia no sea incompatible con la excelencia.
Málaga como bando en la guerrita cultural no es autoexotizarnos y fingir que esto es un anuncio de colonia continua; sino asumirnos como una realidad compleja, pero con capacidad sobre nuestro propio destino. A veces, es más valioso dejar una huella grande en tu barrio que una minúscula en el mundo. Nada más persuasivo que crear un buen ejemplo.