La peseta nos abandonó (o la abandonamos nosotros) hace ahora veinte años. ¡Qué recuerdos aquellos, de la inversión permanente en nuestras mentes, cuando nos acercábamos a cualquiera que fuese el negocio a pagar con esos relucientes billetes de euro que, ya por entonces, empezamos a descubrir que no harían sino encarecer nuestra vida y redondear (siempre a favor del otro) cada una de nuestras compras. La peseta fue nuestra amiga durante décadas y todavía algunos la mantienen en su memoria, e incluso la utilizan como particular unidad de medida; si no para calcular el coste de un producto cualquiera, al menos para saber cuán cara se ha puesto la vida en este periodo, en el que los salarios jamás supieron muscularse tanto como nuestra índice de precios.
Una peseta, dos pesetas… Como las que el portavoz del Partido Socialista, Daniel Pérez, dijo haber recibido ayer de la concejala de Fiestas, Teresa Porras, en pleno Pleno. Una no demasiado meritoria acción de la veterana edil popular; que, harta de los mensajes socialistas en este caso aludiendo a una (a su entender) dudosa manera de hacer las cosas en la Sociedad Municipal de Aparcamientos, acabó por recordar (realmente, el que lo hizo fue el concejal de movilidad, José Del Río) que otros casos de acusaciones de la bancada socialista al equipo de gobierno, acabaron desestimados por la justicia y sólo justificados por el “difama que algo queda”, que parece manejar bien la eterna oposición en Málaga.
Una peseta se entiende aquí y en Pekín. En España, además, fue moneda, pero el gesto es universal y llega de mucho antes de que De la Torre accediese a la alcaldía, mandando al PSOE a una posición de continuo control de la acción del gobierno local… que nunca es el suyo propio, porque se sienta en la bancada opuesta. Un gesto tan reconocido allende los mares, como innecesario en algunos escenarios, como aquel en el que un grupo de personas (treinta y una, para más señas) no hace sino representar la voluntad popular y llevar —se supone que avala— el nombre de “la muy Noble, muy Leal, muy Hospitalaria”.
Se dice que Calígula, que fuese emperador romano, tenía predilección por eso de la peseta, a modo de gesto de humillación a sus súbditos. “Dadme un dedo y mosquearé al mundo”, debió pensar ayer Teresa Porras, a quien escuchar de nuevo de parte de la oposición asuntos vinculados a ese ya olvidado caso Villas del Arenal puso nerviosa, hasta el extremo de hacer un gesto que sobraba a una oposición cuyos argumentos, al menos entonces, se demostró que también sobraban. Para muestra, lo que por entonces dijeron los tribunales de la aludida y de su compañero de bancada Francisco Pomares, señalados por entonces con un dedo tieso pero hacia el frente y finalmente liberados de cualquier duda, aunque meses después de aquel temporal urdido por el Partido Socialista.
Casualidades o no, a apenas siete meses para las elecciones municipales, el asunto candente en el pleno de ayer (también en el anterior) ubicaba el argumentario en SMASSA, la forma de actuar de su gerente y la situación denunciada por la ya ex jefa de obra del aparcamiento de Pío Baroja, en El Palo, que acusa a Manuel Díaz de un supuesto caso de acoso, del que se defiende con un “no hay nada” que ayer expresó a los medios, denunciando que la campaña de derribo contra el PP ya ha comenzado. Un debate agrio, cargado de cruces de declaraciones, de turnos de palabra incumplidos e incluso sobrepasados en el pleno… y de mucha gresca que de haber instalado un puesto de palomitas en la puerta, habría agotado el maíz. Espectáculo (bochornoso o de dudoso gusto, por cierto) de los que hacía tiempo no se veían en el Salón de Plenos, con un alcalde presidiendo (y mediando) ante los gritos de uno, los gestos de otro, las salidas de tono de un tercero y hasta los gestos… que nos recordaron a aquellas broncas sesiones en las que Limasa centraba el argumentario… y donde por cierto también Porras era protagonista, en ese caso directa al comandar la labor municipal en esa gestión.
Un euro, ciento sesenta y seis pesetas. Un pleno, dos pesetas. Y un homenaje a Calígula.