El pasado martes 29 de noviembre pude compartir en Caixaforum de Madrid el evento anual del Foro de Empresas Innovadoras, que otorga prestigiosos reconocimientos a empresas, instituciones y personalidades en el emprendimiento innovador, la trasferencia e intercambio de conocimiento y la actividad investigadora innovadora. Los galardonados fueron PLD Space, una start-up que conocí hace 10 años impulsada por dos brillantes soñadores de Elche y que me contaron en el restaurante Daps de la Vía Augusta, cómo pensaban hacer un cohete de combustible sólido y por qué era importante para el New Space. Hoy son 115 personas y muy pronto, desde el centro del Arenosillo lanzarán el primer cohete.
La institución reconocida por el intercambio de transferencia de conocimiento e innovación fue el Barcelona Supercomputing Center, un Consorcio público de la Administración General del Estado, la UPC y la Generalitat que emplea a centenares de investigadores, genera valor con y para las empresas y ha creado, desde que legalmente ha sido posible, decenas de spin-offs. Mateo Valero siempre dice que la Ciencia no solo ha de ser excelente, sino que ha de ser relevante y para ello ha de impactar positivamente en los territorios, economía las y sociedades donde se hace. La trayectoria investigadora e innovadora de la profesora en Farmacia, la doctora Mª José Alonso con más de 20 patentes de fármacos y con el ánimo que su gran mentor en EEUU le inculcó, le decía “Think Big”, piensa en grande, y nos dejó una lección magistral: “Si de algo me arrepiento en mi carrera es de no haber siempre pensado todo lo grande que se podía”. El Rey está desnudo de esta semana se la anticipé a mis amigos y compañeros del FEI en el que menciono especialmente por paisano malagueño y colega en Fundación Ricardo Valle a Antonio Gómez Guillamón. Ojalá pronto haya muchos más.
El pasado lunes 15 de noviembre presentamos 3 solicitudes de patente PCT, el tipo que se solicita para extender de manera más eficaz y económica a muchos países del mundo. Cuando hacemos una solicitud ya le precede un estudio interno y otro externo del estado de la técnica. Si existe innovación y actividad inventiva se pueden pedir, pero además nosotros ponemos otro requisito, obvio, que haya interés patente de mercado por la solución que resuelven nuestros productos de manera nueva aportando más valor.
El proceso suele venir de un desafío, de un reto. Los retos los tenemos vinculados a nuestra estrategia y el equipo, más de 100 profesionales trabajando en procesos vinculados con la innovación en materiales, productos y procesos, puede llevar sus ideas a una app que permite compartirlas y que los compañeros las valoren y enriquezcan con sus aportaciones. Una vez que las ideas han sido evaluadas y votadas, el equipo de innovación, que incluye a personas de distintas áreas, no solo técnicas, evalúa las mismas en función de su apoyo, su viabilidad y su impacto, en nuestra empresa, en el cliente o en el planeta. La triple P (people, profit, planet) esa es la guía para el impacto que redunda siempre a corto, medio o largo plazo en más valor.
El martes 16 participábamos en la mayor feria de componentes electrónicos del mundo. Desde 1964 en Múnich, la capital de Siemens (Erlangen, Nuremberg) se empezaron a exponer todo tipo de componentes electrónicos. Allí lleva Premo exponiendo desde hace 42 años. Allí se presentan nuestros productos y nuestras innovaciones y, desde 1996 nos propusimos, llevar al menos una que fuera una disrupción en nuestro campo.
Hace una década unos cuantos economistas con Tyler Cowen de la George Mason University, Robert Gordon de Nothwestern a la cabeza, decían que el mundo occidental estaba pasando por una sequía de ideas. Después, se han sucedido una serie de innovaciones en genética, inteligencia artificial, en incluso lanzadores espaciales y hoy tenemos un buen ejemplo con PLD, que han puesto de manifiesto que, más que una falta de ideas, hay una crisis en el modelo de incentivos y motivación para los innovadores.
Los nuestros trabajan en aplicar nuestra suerte de ley de Moore a la densidad de potencia en los componentes electromagnéticos y, como cada vez que duplicábamos la frecuencia de conmutación multiplicábamos por 4 la densidad de potencia, y así durante años, fuimos llegando hasta el límite de los semiconductores, que de tecnologías bipolares, pasaron a JFet y luego Mosfets y luego empezamos a mejorar las prestaciones de los sistemas con topologías con control digital, y vino luego la rectificación controlada y las topologías de onda completa y sin pérdidas en la conmutación a 0 corriente o a 0 tensión. Las topologías resonantes permitieron seguir elevando la potencia por unidad de volumen y la llegada del GaN (Nitruro de Galio) y del Carburo de Silicio permitieron trabajar a frecuencias, corrientes y tensiones aún mayores. Así, duplicando la densidad de potencia cada dos años, llegamos a los límites térmicos de los componentes y seguimos presentando innovaciones en la utilización de materiales ferromagnéticos con cada vez menos pérdidas, cada vez más permeabilidad electromagnética, cada vez más inducción magnética. Y pasamos de aceros magnéticos laminados a materiales metálicos amorfos, metales nanocristalinos, núcleos de nano partículas metálicas y espinelas de óxidos de hierro, manganeso y níquel.
Muchos podrían pensar que nuestra capacidad de innovar se secaría, como Gordon y Mason anticiparon, que nuestra capacidad de elevar la densidad de potencia tendría un límite, como la ley de Moore. Pero la utilización de conductores avanzados y de composites que hicieran que los plásticos fueran funcionales, que pudieran tener propiedades como la permeabilidad magnética, la conductividad eléctrica y térmica, la permitividad, podrían hacer que los plásticos no fueran simples soportes mecánicos sino autopistas del calor o del campo magnético y eléctrico.
Las teorías fundamentales y los grandes descubrimientos en el electromagnetismo se habían desarrollado completamente antes de los años 20 del siglo XX pero Nicholas Bloom, Charles Jones y Michael Webb de Stanford evidenciaron que, si bien no hemos hecho grandes descubrimientos, la inversión real en nuevas ideas ha crecido de manera sostenida un 4% anual desde los años 30 y que cada paso, como duplicar la densidad de transistores en los circuitos integrados, ha necesitado cada vez mucha más inversión y personas.
El Nobel de Física Albert Michelson había asegurado en un discurso en 1894 que las leyes fundamentales de la física estaban todas descubiertas. Pocos años después llega la relatividad y la mecánica cuántica a desmentirle radicalmente.
En nuestro caso, no acabó ahí la capacidad de seguir duplicando las prestaciones de nuestros componentes y empezamos a superponer campos ortogonales trabajando sobre el mismo núcleo multiplicando de nuevo por 3 la densidad de potencia. A estas alturas, el lector que no se haya perdido, puede pensar que nuestros componentes ahora deben ser microscópicos pero las aplicaciones han pasado de demandar unos pocos watios de potencia en domótica o telecomunicaciones a ser el corazón del sistema de gestión de la energía en un vehículo eléctrico con potencias de más de 22kW que hoy ocupan la mitad de un papel A4 en superficie.
El pasado viernes salió el primer barco para EEUU de uno de los vehículos eléctricos más innovadores y competitivos del mundo al que la Administración Biden ha concedido una ayuda de 4billion USD para hacer una planta en Carolina del Norte. El fabricante no es europeo. Se creó en Vietnam un año después de nuestra primera planta de Vietnam en 2017. Monta nuestras innovaciones.
Hoy no solo los fabricantes europeos, japoneses, coreanos y americanos conocidos por todos sino más de 10 fabricantes chinos entre los que destacan BYD, Vinfast y empresas nuevas americanas como Rivian, Canoo o Tesla trabajan con Premo.
Una vez alcanzados los límites de los semiconductores, y a la espera de nuevos avances, estamos trabajando en el desarrollo de nuestros propios materiales. En dos años hemos desarrollado 20 en nuestros propios laboratorios de Málaga Tech Park y algunos están en producción masiva en Barcelona. Materiales que reducen el uso de derivados del petróleo en un 90%, que incorporan nanopartículas y cargas presentes en la naturaleza, que incorporan materiales 100% reciclados y que permiten transmitir el calor a gran velocidad o con muy baja resistencia térmica o con gran capacidad de absorción a temperatura constante por incorporar micropartículas que cambian de fase y absorben gran cantidad de calor latente. Materiales que explotan la química del silicio y las sinergias entre sus formas, silanos, dióxidos, carburos y filosilicatos y que han permitido volver a duplicar la densidad de potencia.
Pero esto no acaba ahí. Un día le explicamos esto al que era CEO de Extenda, la agencia de comercio exterior de Andalucía. Visitó nuestro centro de innovación y, sin ser técnico, vio que nosotros poníamos muchísima potencia en muy poco volumen y que estábamos obsesionados con la gestión térmica. Sigo pensando que el que domine la refrigeración dominará la fusión nuclear, que es un problema fundamentalmente térmico. Arturo Bernal ya no es CEO de Extenda, ahora es consejero de la Junta de Andalucía, pero nos presentó una empresa que tenía una patente para hacer un kilogramo de hielo con un litro de agua. Algo tan simple, hasta ahora precisaba del orden de 10 a 15 litros de agua fría recirculando y tenía una eficiencia energética del 40%, es decir se tiraba agua y energía a go-gó. Nuestra colaboración con esta compañía no veía cubitos de hielo sino componentes electrónicos de potencia o celdas de batería. Si podemos enfriar de manera instantánea podemos cargar la batería de manera casi instantánea. Y así inventamos otra solución que permite duplicar de nuevo la densidad de potencia. Y el desafío continúa. Hacemos una solicitud de patente PCT cada mes o mes y medio y superamos las 140 patentes vivas. Nuestras ventas de 2023 tendrán más del 60% con productos de menos de 2,5 años de vida.
¿Por qué innovamos? Porque la única manera de sostener nuestro crecimiento y nuestro margen es la innovación. Crecemos a más del doble de tasa anual que nuestros competidores. Tenemos un margen bruto del doble que nuestros competidores más directos y esto hace que podamos crear empleos de calidad con personas que piensan que el desempeño de la compañía es bueno y que el 2023, a pesar de la coyuntura adversa creceremos más de un 20% y crearemos más 200 empleos nuevos.
¿Cómo lo hacemos en un mundo que dice que el recurso escaso es el talento? Creando y participando activamente en cátedras con las universidades cercanas como la UMA, facilitando que los jóvenes desarrollen su potencial en la automática, la IA, el SW, la química y física de materiales, la electrónica, la mecatrónica, la simulación y la robótica. Mostrando con el ejemplo que la mayoría del comité de dirección un día fueron estudiantes becados en la compañía con el CEO el primero. Tenemos cola de jóvenes que quieren trabajar con nosotros porque desarrollarán proyectos que les darán la oportunidad de trabajar en innovación con ingenieros de Google, de Amazon, de Tesla, de BMW, Continental, Hyundai o de ABB, con las mejores empresas del mundo en las tecnologías más avanzadas y demuestran su valía y su creatividad.
Pero no he venido aquí a explicar que somos muy innovadores, esto ya lo hacen nuestros premiados. Vengo a contar lo que hacemos y lo que vemos en los lugares donde tenemos actividad comercial y de I+D+I, Seúl, California, Grenoble, Frankfurt, Fürth, Barcelona, Shanghái, Shenzhen, Wuhu, Wuxi, Da Nang, Bangalore y Málaga.
Vemos en resumidas cuentas lo que todos. Que aquí todo es burocrático y lento. Que los centros de investigación y tecnológicos no son ni ágiles ni competitivos, que volamos con plomo fiscal en las alas y que eso hace que España, que pasa de gastar poco o nada y asegurar que la mejor política industrial es la que no existe, a invertir mucho dinero público en el sistema público de investigación. Lo que pasa en España es que nadie quiere correr riesgos con la empresa innovadora, cuando no te piden avales, te dan financiación más cara que el banco o te dicen que no eres Pyme y que te vayas a la misma cola que Telefónica, Ferrovial, Indra…
Vemos que las instituciones públicas de investigación sudan tinta para tener productos en TRL’s altos en plazos cortos y que cuando te dicen que ya tienen un producto, ni es comprable, ni escalable, ni fabricable y nadie ha pensado en serio en su competitividad real en mercados internacionales. Cuando tenemos una solución a un desafío, lo primero que hacemos es proteger la IP, invertir en hacer una o varias iteraciones hasta un MVP (producto mínimo viable) y luego ir corriendo al cliente a empezar un proceso de design thinking y lean innovation.
La innovación, y la innovación “lean”, particularmente, va de ser ágil, de ser rápido, de ser el primero en dar una solución que cubra el 80% de las necesidades y de pivotar e iterar hasta que se consigue y, muchas veces, se co-crea el producto final. Contra esto compite el perverso efecto incentivador. Nadie te ha de apoyar si tu ibas a hacer la inversión de todas formas.
Se lo digo al revés, nadie que pueda ganar una posición relevante de mercado va a esperar a perderla para obtener una ayuda al I+D+I. ¿Entonces que proyectos se acaban pidiendo? Los que pueden esperar, es decir los que no tienen clientes esperando con urgencia una solución y si un competidor lo resuelve te deja fuera. Competimos no con Europa ya, competimos con China, el sudeste asiático y EEUU.
Hace años que cada vez que se publican las estadísticas de I+D+I nos quejamos de lo poco que invertimos comparado con Europa y de la mala posición que ocupamos en los distintos rankings de innovación, uno de los más sangrantes es el Global Innovation Index que publica la EUIPO. Ahí salimos mal. Nuestra posición está muy por debajo de nuestra posición en ciencia (publicaciones) y muy por debajo del puesto 10 que nos corresponde por el tamaño de nuestra economía.
Cada vez que una administración nos solicita certificados de estar al corriente de pago con Hacienda, o la Seguridad Social o que, con 96% de exportaciones, el 10% de inversión en I+D+I y más de un centenar de patentes te piden que justifiques el carácter innovador de la empresa o, a pesar de tener una memoria y auditoría no financiera que recoge todos los planes de igualdad, de sostenibilidad etc, te lo vuelven a pedir, me desespero.
Kenneth Arrow desarrolló, en los años 60, trabajos teóricos que convencieron a sus colegas de que el sector privado no podría, por sí mismo, aportar la cantidad de innovación que las economías necesitaban para maximizar sus crecimientos. La coincidencia empírica de los años 50 de que el aumento del gasto público en I+D había mejorado muchísimo la productividad, le dio el espaldarazo. La innovación, por misiones, los grandes programas y la compra pública con los programas militares y espaciales a la cabeza fueron la puesta en marcha de este modelo en EEUU.
Tras la crisis financiera de 2007-10, Alemania, y Francia anunciaron aumentos muy importantes de su inversión en I+D+I. En particular Francia anunció un aumento anual del 30% durante 10 años, la OCDE puso la meta del 3% del PIB y gobiernos como Japón pusieron dotaciones para “moonshots”. El plan “Bidenomics”, con su Chip Act y su IRA, es un macro-impulso a la inversión industrial, la autonomía estratégica y el I+D+I.
La semana pasada, las estadísticas de 2021 mostraban un aumento de la inversión en I+D hasta el 1,43% del PIB, pública y privada. Sube de 15.700 millones de euros a 17.200 millones de euros (un 9,4% porque incorpora también un cambio metodológico en las medidas). Pero con solo un 0,02% más que en 2020 respecto al PIB (1,41%), a este paso no alcanzaremos a Europa antes de 30 años y nos llevará 80 para la meta ideal de la Agenda 2020 del 3%.
Las Administraciones Públicas en 2021, que ya tenían fondos NextGen, han incrementado solo un 5,7% de 2.700 a 2.900 millones. Lo malo, es que Europa ya es no solo el continente ingenuo -Xavier Ferràs dixit- que puso a Rusia de gasolinero, a China de fábrica y a EEUU de Sheriff, sino que hace años que China le superó en Ciencia y Tecnología y que en estos momentos está instalando más renovables que Europa, EEUU e India juntos. Este pasado verano China superó a EEUU como primer productor mundial de ciencia de calidad. La media europea ya no es la que hay que alcanzar porque Europa se despega de China, EEUU y Korea del Sur en campos como la microelectrónica, la computación cuántica, las redes avanzadas 5G y 6G y otras tecnologías. Hay que medirse con los chinos y estadounidenses. China consume el 42% de la producción química mundial, el 38% de los coches, el 35% de los semiconductores, el 30% de la joyería o el 23% de los electrodomésticos del mundo y, por tanto, es el mayor espacio para los retos de innovación del planeta. Es su industria y su mercado interno y externo el que tracciona la actividad innovadora y no al revés. No hace ciencia excelente para producir transferencia y crear industria, es su industria y mercado la que, en su madurez, tracciona de su ciencia e impulsa la innovación.
En España la mayor parte de las ramas industriales (solo 13 de 40 recuperan) no ha recuperado los niveles de inversión en I+D+I de 2008. Tal y como el peso la actividad industrial cae, vamos viendo cómo la inversión en I+D+I cae y no levantan cabeza sectores como la industria eléctrica, electrónica, del plástico, minerales no metálicos, cartón y papel, construcción civil y naval, entre muchas otras, invierten del orden de 50% menos en I+D+I que en 2008.
Pienso que las cosas que hacemos las hacemos porque somo industriales, fabricantes, y tenemos desafíos que se conectan con el cómo se hacen las cosas. La Industria nos trajo la Máquina de la prosperidad y nos permitió escapar del hambre y la muerte prematura, como demostró el Nobel de Economía Robert Fogel. Pero la máquina la destruyeron Thatcher, Reagan y sus emuladores, alentados por las teorías de otro Nobel Gary Becker. No solo hemos perdido la clase media. La desindustrialización nos ha privado de los desafíos, y del saber hacer. No solo basta con saber. Hay que saber hacer. Lo único que se espera de nosotros es que si tenemos un reto lo compremos fuera, pero la necesidad de fabricarlo de manera masiva y competitiva por ti mismo te confronta con desafíos de innovación no solo en el área de producto sino en los propios procesos productivos y de negocio. Mientras el peso de la industria sobre el PIB baje- en España estábamos en el 30% en 1980, el 18,7% en 2000 y el 16% en 2021- no habrá inversión en I+D+I que nos haga levantar cabeza. Las políticas de Innovacion deben ir de la mano con las de protección y desarrollo de las capacidades industriales. Dejar morir Isofotón, Siliken, Silicio Solar y 12 años después comprar 70.000 millones de euros en paneles solares a China es de locos. Tenemos, como dice Guillermo Dorronsoro, que recuperar la industria para nuestros hijos, no solo porque recuperaremos empleos de calidad, bienestar y revertiremos el deterioro de la clase media sino porque traeremos los retos y desafíos cercanos al mercado que impulsan la Innovación.
Las últimas dos plantas que hemos construido en pleno Covid en China y Vietnam se hicieron en el mismo plazo que en España se resolvía una objeción con Parques y Jardines sobre un olivo del jardín de una parcela en la que pensábamos construir y se nos pasó el arroz mientras se resolvía la suerte del árbol. Es anecdótico, pero sucedió así.
La semana pasada en el evento anual de la ETI (Empresas de Tamaño Intermedio) al que asistió la presidenta del ICEX, María Peña y el director general de Industria del que depende la DGPyme Galo Gutiérrez, Carlos Mira, el presidente de la Fundación Cre100do explicó, y lo comparto, que se acabó la era de la eficiencia. Desarrollar y fabricar más barato en cualquier sitio del mundo no es la opción (en contra de Gary Becker y Thatcher en su testamento político Statecraft) porque lo más eficiente y barato no te aporta resiliencia, diversificación, cohesión social, plusvalía, innovación ni protección frente a riesgos geoestratégicos. Pero, si queremos fabricar cerca de clientes y proveedores, deberemos crear el valor añadido suficiente para que nos paguen la prima respecto de países de bajo coste.
Hay indicadores de inversión en I+D+I y su correlación con las mejoras de calidad de vida en los territorios, sin embargo, poca gente busca la correlación entre la actividad industrial de un país y su actividad innovadora y las patentes que solicita. De poco sirve aumentar el esfuerzo en I+D+I si destruimos actividad industrial.
Este verano los señores de Mckinsey nos recordaron lo que publicaron en 2012 Why Manufacturing Matters (Por qué fabricar es importante). Los señores del, nada sospechoso de bolchevique, think tank norteamericano, The Brookings Institute publicaron además Which manufacturing matters (Qué fabricación es importante). Y aseguran en su documento que la fabricación aporta la parte del león de la inversión en I+D+I y de la innovación.
Estamos seguros de que la mejor política social y redistributiva es la industria, pero también de que nos falta un instrumento como el instituto Fraunhofer y que nos falta aprendernos la tabla de multiplicar por 17 en lugar de dividir. No es asunto de conocimiento e investigación, que la hay y muy buena. La ciencia es para la humanidad y es generosa por naturaleza. La innovación es local, y la realizan las empresas e instituciones en los territorios.
Es momento de centrarse en el saber hacer, no solo en el saber. Pasar de la fracasada idea de transferencia al concepto de tracción e intercambio de conocimiento, tracción empresarial orientada a mercado. El incentivo del investigador no debe ser el “paper”, la publicación, el índice H ni el sexenio de investigación. El rector de la UPF Oriol Amat decía literalmente: “Hacemos muy bien la investigación, para generar conocimiento que ha de tener impacto y que haga que la ciencia avance. Lo que no conseguimos es que este conocimiento llegue a la sociedad”. Más claro agua. Si no hay tejido y mercado el conocimiento lo aprovecharán aquellos países que lo tengan, y de paso se llevarán parte de nuestro mejor talento.
Necesitamos instrumentos de colaboración privada-pública que aúnen a las administraciones con las empresas privadas a la velocidad que marquen sus clientes. Sí queridos, hay que correr. Si queremos que se cumpla la aportación privada al I+D que establece la Ley de la Ciencia, tendremos que instrumentarlo en redes de empresas innovadoras, en polos y clústeres en toda nuestra geografía que permita evitar redundancias y mitigar riesgos. Por cierto, las empresas no invertimos en I+D+I porque lo diga una ley.
Tenemos más de 40 centros tecnológicos con escasa escala y con una financiación siempre justita que es una fracción de lo que destinan a este fin Francia o Alemania. Con mucho más dinero podrán investigar más, pero está por ver que se hagan innovaciones reales que se lleven a la sociedad como dice el rector Amat.
En la era en la que se ha invertido en 2021 el 2% del PIB mundial en I+D+I, no solo hay que elevar los presupuestos, quitar las trabas y burocracia, eliminar el plomo en las alas de las empresas sino facilitar que haya industrias, porque es allí donde se dan grandes desafíos y la parte del león de la innovación y la inversión en I+D+I. Los países de éxito no vinculan la Innovación a Ciencia e Investigación sino a la Industria y sus retos. El mayor de todos, el de la descarbonización acelerada de la economía para evitar la extinción.