El pasado viernes 27 de enero fuimos invitados a participar en dos mesas en el Congreso de los Diputados un grupo de profesionales que llevamos años trabajando juntos en varios foros sobre cómo mejorar en Innovación que, en definitiva, es mejorar en economía.
Cuando Mario Cortés era concejal en Málaga y pergeñaba su proyecto del Polo de Contenidos digitales y otras iniciativas, ya debatíamos sobre este asunto de interés tanto público como privado, tanto local como de ámbito estatal. No sé cuántos malagueños saben que tenemos un diputado, que es ingeniero y Decano nacional del Colegio de Ingenieros Técnicos de Telecomunicaciones (COITT).
Trabajaron en hacer aportaciones y modificaciones en la Ley de la Ciencia que se aprobó sin ningún voto en contra. Hace tiempo que repetimos que la innovación sucede en las empresas e instituciones locales, que es allí donde, derivada de los diferentes retos, y desafíos, de competencia, de agilidad, de supervivencia, de crecimiento o de transformación, las personas encuentran los instrumentos para hacer las cosas de manera distinta, nueva, aportando más valor.
Si no hay aumento del valor, no hay innovación, puede haber invenciones, y creatividad, puede haber cambios, pero los resultados en términos de creación de mayores oportunidades para todos, personas, accionistas y planeta no serán mejores. Innovamos para vender más. Algunos colegas me dicen que lo explico demasiado vulgar. Lo siento, pero Charles Edquist lo ratificó.
Participó Gonzalo León Serrano, este Dr. Ingeniero de Telecomunicaciones, compañero del Foro de Empresas Innovadoras, Catedrático emérito de la U. Politécnica de Madrid, que ha sido Vicesecretario General del Plan Nacional de I+D y Secretario General de Política Científica, entre otros muchas responsabilidades institucionales como la de pertenecer al grupo de funcionarios de alto nivel del G8 para las grandes instalaciones científicas. Aportó sentido y recomendaciones de interés sobre la gobernanza de la innovación.
Tuve la oportunidad de trabajar con Gonzalo, Carmen Vela, ex secretaria de Estado de Innovación, Francisco Marín, ex director General del CDTI, Mateo Valero, director del BSC en un grupo de trabajo conjunto sobre Soberanía Tecnológica. El Covid nos bajó el nivel de la marea y se vio que algunos países en particular y Europa en general nadaba sin traje de baño.
Las reflexiones en campos como la salud, la microelectrónica y otros campos clave las llevamos a un documento que presentamos urbi et orbi, a legisladores, a patronales, a foros de transferencia tecnológica como Transfiere. Los motores fueron Francisco Marín (Premio Nacional de Innovación) y Jordi García Brustenga (presidente del foro IND+I y experto en ecosistemas de innovación).
Fue la primera vez que participaba metiendo horas de reuniones, lecturas, síntesis y redacción en un trabajo colaborativo entre el Foro de Empresas Innovadoras en el que Premo participa y colabora en la Cátedra CESIN de estudios de la innovación, dirigida por el Dr. Molero y el Foro IND+I, dos maneras distintas pero complementarias de ver los retos que tenemos por delante.
El resultado fue un documento que planteaba análisis, conclusiones y medidas. Yo me declaraba en contra de los manifiestos y a favor de la acción. No sé bien cuánto ha llegado a nuestras autoridades, pero la música de la soberanía sonaba por todas partes, en Bruselas empezó con fuerza el comisario Breton y luego la presidenta Von der Layden y la vicepresidenta Vestager cada vez han avanzado más decididamente en medidas de apoyo y defensa de las capacidades industriales, tecnológicas y estratégicas de la UE.
Antes, el Instituto Fraunhofer había sentado cátedra con el reto de la soberanía. A la vez, en Ametic sonaba la misma música, innovación por misiones, reindustrialización inteligente y sostenible, macroproyectos tractores que el Gobierno ha reconocido fueron la inspiración de los PERTE. La presidencia de la comisión de Innovación de CEOE permitió compartir y agrandar los consensos y sumar más apoyos a la idea de reforzar los recursos destinados a una España con más capacidades industriales, digitales, con más innovación y más sostenible.
El Gobierno le puso la etiqueta de recuperación sostenible e inclusiva y a mí me pareció que, por un momento, todo el mundo tocaba la misma música. Fue el milagro del Covid. Tuvimos un enemigo común y ante una calamidad nos pusimos todos a remar. Poco dura la alegría en la casa del pobre. Los PERTE llegaron sin la necesaria gobernanza y la enorme expectativa se iba estrellando ante los miles de manifestaciones de interés imposibles de digerir por una administración general del Estado que estaba en los huesos por años de no contrataciones de funcionarios de alto nivel y por una adicción excesiva a las consultoras.
Y el 27 de enero, en el salón constitucional, solo había señorías del grupo parlamentario que organizaba las jornadas. Creo que distinguí un diputado de otro grupo, atrás tomando muchas notas, pero no era de ninguno de la mayoría de gobierno. Ya no hay enemigo común, se acabó el COVID y eso de la innovación no suscitó un interés que superara las barreras entre partidos. Desolador. Tendremos que seguir predicando en todas partes que solo progresamos si innovamos y que eso poco tiene que ver con cosas que confunden como la disponibilidad abundante de tecnologías o la existencia de ciencia de calidad.
Un año más, salía el Global Innovation Index (GII) y España estaba en posiciones de vergüenza, muy por debajo de la posición que ocupamos en los rankings internacionales de Ciencia. España obtenía posiciones consistentes con el tamaño de su economía en Ciencia (posición 10) pero quedaba muy atrás en Innovación.
Hemos subido posiciones hasta el 29 en 2022 en el GII. La innovación no iba y para arreglarlo hicimos una Ley de Ciencia e Innovación que era sobre todo de la primera, abordando retos de Ciencia y los investigadores públicos, pero dejando la innovación sin abordar en profundidad.
Aumentos del gasto público en I+D mejoraron un poquito, pero nos dejaban muy por debajo de los objetivos fijados para el 2020 del 3% en I+D. Las estadísticas de 2021 mostraban un aumento de la inversión en I+D hasta el 1,43% del PIB, pública y privada. Sube de 15.700 millones de euros a 17.200 millones de euros (un 9,4% porque incorpora también un cambio metodológico en las medidas). Pero con solo un 0,02% más que en 2020 respecto al PIB (1,41%), a este paso no alcanzaremos a Europa antes de 30 años y nos llevará 80 para la meta ideal de la Agenda 2020. Mientras, China había superado a EEUU en producción científica y los grandes países habían más que duplicado el esfuerzo inversor.
Pensar que la abundancia de científicos e investigadores de calidad, excelentes, se traduciría automáticamente en un aumento del desarrollo económico, de las empresas innovadoras, como vaticinó en plan de Andreu Mas Colell, llenando Cataluña de excelentes instituciones científicas que no han tenido el impacto esperado, con honrosas excepciones, en la creación de empresas y productos innovadores, ha sido confundir el orden de las cosas.
Las sociedades industriales que han progresado en los últimos años primero copiaron (los EEUU de la antigua metrópoli al final del siglo XIX), el Japón de los 50 y 60 y luego los tigres asiáticos con Taiwán y Corea del Sur, seguidos recientemente de China, empezaron usando sus ventajas comparativas de costes directos para producir primero copias y luego, tal y como generaban plusvalía y capital, avanzaban por la senda de la innovación y la Ciencia hasta pasar a la vieja Europa, el continente ingenuo, que subcontrató como Roma con los “foederati” bárbaros su defensa a EEUU. Si Alarico levantara la cabeza se partiría de risa. Como la España del XVI rebosante de oro americano subcontrataba la producción de manufacturas a Flandes, Europa prefirió fabricar en Asia. Hasta que nos despertamos desnudos en la playa cuando bajó la marea.
Habló Gonzalo, ahora profesor emérito, de crear un marco dinámico y flexible, atentos a las palabras porque son importantes y lo que se lee por pasiva es que el de ahora no lo es mucho. Sacó, una vez más, la idea de la colaboración, y al del ecosistema de innovación. Una idea potente es la del equilibrio entre la gobernanza reactiva y la anticipatoria mediante el uso de “sandboxes” regulatorios. Me acordaba yo de aquello de que innovar no va de ser los mejores sino de ser los más rápidos, llegar los primeros, poder iterar una y otra vez de manera ágil, siempre pegados al terreno donde suceden las cosas, el cliente, el mercado, la acción.
Nos habló de que los actores debían estar interconectados, empresas grandes, etis y pymes, start-ups de base tecnológica, organismos intermedios como Parques, OTRIS , redes, y las AAPP. Cada palabra que aportaba mi admirado colega me recordaba a la arquitectura de nuestra Fundación Ricardo Valle de Innovación, estaban todos los elementos y pensaba para mí que íbamos bien con el diseño de nuestro pionero proyecto.
Que un experto dijera con claridad que la Ley de Ciencia en la modificación de 2022 ponía poca atención a la Innovación me reconfortó. Al menos no somos cuatro locos que lo vemos así. Aseguró que existía una fragmentación horizontal de la gobernanza por cuanto hay partes en Ciencia, partes en Educación, en Universidades, en Industria, en Economía, hasta en Trabajo, inmigración y condiciones laborales.
Conecté esa idea con la reivindicación de Ametic, que trasladó nuestro vicepresidente Luis Fernando Álvarez Gascón, de la necesidad, como ya han hecho en Francia, con Bruno Le Maire de una Vicepresidencia que agrupe economía, Industria e Innovación. ¿Acaso no están íntimamente ligadas?
Este mismo mes de enero Bruno Le Maire dijo que quiere convertir a Francia en la primera nación industrial verde. A mí siempre me ha parecido que el enfoque debe ser holístico, pero cuando el gurú sueco de la innovación Charles Edquist habló, justo antes de Gonzalo y Luis, y aseguró que el 90% del incremento del PIB proviene de la innovación me pareció aún más urgente y pertinente tener una Vicepresidencia que contara con la Innovación como instrumento necesariamente vinculado al crecimiento y la creación de valor.
El autor de varios libros clave sobre innovación y colaborador de la OCDE, UNIDO, EU, UNCTAD, ILO, UNDP, UNESCO, el ministerio de Industria Sueco y asesor de industrias punteras como NUTEK, VINNOVA, Astra-Zeneca, SAAB Aerospace, y Volvo nos dejó mensajes nítidos, imposibles de confundir. Uno de ellos fue que no confundiéramos innovación con investigación. Blanco y en botella.
Nos recordó que las políticas de innovación consisten en las actuaciones públicas que influyen en la mejora en calidad y cantidad de los procesos de innovación y que debían ser claramente diferenciadas de las políticas de Ciencia o Investigación. Clarito, clarito.
Suecia lleva años en las primeras posiciones del Global Innovation Index, este pasado año en el número 3 tras Suiza y EEUU. Estaría bien escuchar con humildad y aprender de los que lo hacen mejor que nosotros. Tenemos 28 por delante para copiar y superar.
Coincidió Edquist, “casualmente”, con Gonzalo León en que los instrumentos de políticas de innovación deben estar coordinados, por ejemplo por un Consejo Nacional de Innovación y que en Suecia tienen uno. A mí me recordó lo del chiste de la barca, los jefes y los remeros. Como innovamos poco ponemos funcionarios en un Consejo Nacional a gestionar a los cuatro gatos que innovan. Luego me miré mejor lo de su Consejo Sueco y no es funcionarial, es transversal, representa a todos los actores incluidas las empresas, cuenta con 5 ministros y otros 10 miembros cualificados de todos los sectores y ayuda a evitar la fragmentación horizontal que denunciaba Gonzalo. El camino al infierno está asfaltado de buenas intenciones. En la implementación estará la clave.
La otra fragmentación es la vertical, hacia las comunidades autónomas y la UE, con una pléyade de instituciones, órganos y programas que hacen ininteligible, confuso y lejano el bosque institucional. La cooperación entre la Administracion General del Estado y las CCAA y el alineamiento con la UE son clave para León y pensé de nuevo en la estrategia del Instituto Ricardo Valle, orientada a las políticas europeas y en sus líneas estratégicas como los IPCEI.
Paco Marín, como siempre escrupuloso con el respeto al tiempo, adelantó que tendremos escritas y listas más de 60 medidas concretas a final de mes y que las presentaremos urbi et orbi como hicimos con el plan de soberanía estratégica. Clamó por que se cambie la Ley General de Subvenciones que es un freno manifiesto a la agilidad y a la innovación.
Nos recordó Marín la importancia de la perseverancia para que las ideas, sustentadas en evidencias y en estudios comparados con los que mejor lo hacen, vayan calando. Se preguntó retóricamente por qué hemos tardado 18 meses en tener un Comisionado del Perte VEC y por qué los comisionados son personas casi solas sin estructuras ni mecanismos del poder de sus presupuestos. Clamó de nuevo por una gobernanza en la que las empresas, que deben poner 5 euros privados por cada euro público tengan algo que decir.
David Mellado de FIDE y socio de PWC dejó claro que las políticas fiscales son más eficaces, duraderas y sostenibles en el tiempo que las ayudas directas y que ir desplazando los incentivos de subvenciones a deducciones tenía evidentes ventajas. Así lo corroboraban las empresas en una encuesta de CEOE que nos recordó Francisco Marín.
Habló Mellado de distintas administraciones con distintos organismos con distintos instrumentos y criterios. Yo, para mí, miraba la sala en la que debatían y trabajaban los ponentes con los cuadros de los padres de la Constitución –Fraga, Roca, Abril Martorell, Solé Tura, Guerra…- presidiendo y me preguntaba en qué estarían pensando cuando decidieron que las políticas industriales, energéticas, educativas y de innovación estarían mejor gestionadas fragmentadas por 17.
Ahora todos hablan de coordinar, de enfoque holístico, de unir, pero lo único que nos une, a falta de un Consejo Nacional de Innovación, excepción hecha de las comunidades forales, es la AEAT. Quizá por eso las bonificaciones fiscales sean también preferidas porque el criterio sería único y compartido. Hasta la AIREF plantea que es mejor la deducción más una correcta planificación que estar como está ahora medio país despistado detrás de los PERTE.
¿Y qué dije yo? Ratifiqué lo que proponemos y anticipaba Luis Fernando, con la necesidad de un Pacto de Estado por la Educación, materia prima del talento que es la base de toda innovación. Pedimos un Pacto por la Industria y, cómo no, un Pacto de Estado por la Innovación. Señores legisladores, por favor, pónganse de acuerdo en las políticas de largo alcance, las que son transformadoras antes de que sistemas autocráticos nos acaben de superar por su mayor capacidad de tomar decisiones de largo alcance, mayor que los horizontes electorales.
La iniciativa europea recientemente anunciada por la presidenta de la comisión con 350.000 millones por la Autonomía Estratégica y la Reindustrialización verde y sostenible es un magnífico tren al que subirnos. Solo con modelos de alcance europeos alcanzaremos las necesarias economías de escala para competir con EEUU, China y el potente y dinámico sudeste asiático.
Me lamenté de que perdemos competitividad en todos los insumos de la innovación:
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Nos baja el nivel educativo, la madurez y la motivación de los jóvenes.
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Nos bajan las vocaciones STEM.
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Nos suben impuestos y costes y no tenemos seguridad jurídica para planificar inversiones y sus retornos.
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Nos baja la capacidad de financiación.
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Nos baja el mercado y la demanda en una Europa que envejece.
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Aumenta la burocracia y la complejidad.
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Aumentan los plazos de respuesta de la administración.
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Baja el tamaño relativo de nuestras empresas frente a las grandes economías. Perdemos escala.
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Europa, mientras habla de reindustrializarse, se desindustrializa.
Insistí en que la materia prima de la innovación no es ni la conectividad, ni la fibra, ni el 5G, ni las tecnologías, ni el cloud, en referencia a la ponente de AWS, ni la tan cacareada IA, ni siquiera la ciencia. Todas esas cosas son medios, son herramientas. La materia prima de la innovación son los retos, los desafíos y el talento. Personas preparadas y motivadas con retos que superar. Los retos vienen del mercado, cuanto más y mayores mejor. Las personas deberían poder venir de todas partes y las de casa las primeras en abordar los desafíos, sin aversión al riesgo. Los países sin industria no tienen retos industriales que resolver y se quedan atrás en innovación.
Les conté que nosotros, en el Ricardo Valle, trabajamos en federar la demanda, en hacer la innovación colaborativa impulsada y traccionada por las empresas y que el sistema no tiene hueco para este tipo de instituciones, que reuniendo lo que dicen los expertos somos “outsiders” y nos cuesta articularnos con lo público a pesar de la mejor disposición de nuestras universidades.
Que el índice bueno es el Índice C, el de la colaboración y que el H es para otra cosa y nos despista a los sabios y los jóvenes de la academia. Me quedó para la pregunta contarles que la mejor política industrial y de innovación es apoyar a las ETI’s, empresas de tamaño intermedio, empresas españolas de España, que exportan más, innovan más, internacionalizan más, crean mejores empleos, son más industriales, están más repartidas por todo el territorio y son más resilientes ante las crisis. Esto lo hizo Japón y luego Corea del Sur con gran éxito. Pero el moderador, con buen criterio, Juan Luis Pedreño, me cambió la pregunta y hablamos de patentes, de la necesidad de formar a los evaluadores para que nos garanticen patentes fuertes, que podamos defender y ganar cuando litigamos internacionalmente.
Les pedí, como hizo el experto sueco, que las empresas no quieren subvenciones, quieren pedidos y que la compra pública, como ha demostrado EEUU, es un poderoso tractor de la innovación. Del orden del 20% del PIB de los países avanzados es compra pública. Edquist dijo que si no saben qué hacer mejor no hagan nada. Yo pensé que mejor se leyeran su libro Holistic Innovation.
Cuando solo tienes un martillo todos los problemas se parecen a un clavo. Y aquí lo que hacen los legisladores es legislar. Me pareció que hay aspectos culturales, y transversales como decía Gonzalo que serán difíciles de abordar desde una Ley. El primero de todos estos aspectos es que la innovación, y por tanto el crecimiento del PIB, debiera ser un asunto de Estado y que deberían haber estado todos los grupos.
Los organizadores, Mario Cortés, Juan Luis Pedreño, catedrático de telecomunicaciones, experto en microondas y emprendedor él mismo con una innovadora secadora muy eficiente de microondas y Pedro Navarro López (Málaga, Cartagena y Zaragoza) demostraron conocimiento y compromiso, además de un excelente inglés en la conversación con Edquist, que siempre se agradece.