La ciudad es poliédrica, y por ello un acercamiento eficaz a la hora de analizarla exige un número similar de perspectivas.

En los años 60 se iniciaron los primeros ejercicios de aproximación urbana basados en el valor de los trazados y las tipologías arquitectónicas tradicionales. Tuvo que ser en Italia, por supuesto, el lugar donde los estragos de la Segunda Guerra Mundial en el patrimonio fueron más evidentes.

El concepto de patrimonio histórico evolucionó durante la segunda mitad del siglo XX desde el valor del monumento, que ya existía, ampliándose a las tramas urbanas, las tipologías residenciales tradicionales e incluso el paisaje cultural.

La sensibilidad surgida en el seno de la Academia y la profesión especializada se trasladó en los años 80 al planeamiento urbanístico, propiciando la puesta en valor y la protección de elementos que hasta entonces no habían sido considerados objeto de protección. El Plan General de Málaga de 1983 fue pionero en la protección de las pinturas murales de las fachadas de los edificios residenciales del centro histórico.

Recuerdo que en los años 90, un profesor de la Escuela de Arquitectura de Sevilla decía en clase que el recién aprobado Decreto 72/1992 de 5 de mayo de accesibilidad y barreras arquitectónicas era absurdo porque no tenía sentido que todos los edificios se llenasen de "rampitas para minusválidos”.

Según él, eso afectaría negativamente a la buena arquitectura limitando las capacidades creativas del arquitecto proyectista. Afortunadamente para todas las personas con limitaciones en la movilidad, incluidas las personas mayores, la opinión de aquel profesor no supuso ningún impedimento a su aplicación. Sólo se trataba de incorporar el reto de las determinaciones del Decreto y aplicar una buena dosis de creatividad en el proyecto.

La atención a la consideración de los límites del planeta que dio su pistoletazo de salida en 1972 con el informe elaborado por el Club de Roma, puso de manifiesto la necesidad de incorporar una nueva perspectiva al planeamiento urbanístico y al desarrollo inmobiliario.

Hace tiempo que la palabra “ecologista” ya no se vincula a una serie de energúmenos que bloquean el crecimiento económico. La perspectiva ambiental ha pasado a formar parte del análisis habitual de cualquier proyecto, mejorándolo con soluciones creativas e incluso económicamente rentables.

A la perspectiva ambiental se le sumó hace unas décadas la perspectiva del paisaje y también la sanitaria, que considera la afección de los proyectos, su ejecución y los materiales utilizados a la salud de las personas.

En los años 50 las ciencias sociales comenzaron a incorporar los estudios de género para evitar distorsiones en los resultados de las encuestas. No es lo mismo considerar el número de personas que usan el transporte público que el dato segregado por sexos. Resulta que las mujeres son las mayores usuarias de transporte público, y esto aporta mucha información sobre movilidad y economía.

Aunque los estudios de género aplicados al urbanismo comenzaron a ser más visibles en España a principios de este siglo, no es hasta ahora cuando están siendo conocidos por la población en general, y aplicados a los proyectos arquitectónicos y al desarrollo urbano.

En general, la perspectiva de género supone la incorporación al análisis de tres aspectos fundamentales: los cuidados, la seguridad y la representación. Independientemente del debate sobre las diferencias entre hombres y mujeres a nivel genético o cultural, lo que está claro es que desde un punto de vista estadístico, las mujeres son las que de forma mayoritaria (no exclusiva) se ocupan del cuidado de quienes necesitan ser cuidados, ya sea dentro del ámbito familiar o siendo contratadas para ello.

Su visión incorpora la de quienes no suelen tener voz en los asuntos urbanos: las personas mayores, los niños o las personas enfermas. El hecho de desplazarse por la ciudad acompañando a alguien que requiere de cuidados no es lo mismo que hacerlo individualmente, pues a las limitaciones propias se suman las de quienes dependen de ellas.

Por otra parte, la percepción de la seguridad no es la misma si eres un hombre o una mujer. Aún me sorprendo ante la cara de “anda, pues es verdad” de muchos hombres cuando en una conferencia explico que no es lo mismo considerar el riesgo de que te roben que el riesgo de que te violen.

Conozco muchas historias de gente que cuenta indignada y con todo detalle cómo le robaron la cartera o el móvil, pero no conozco a nadie que vaya contando cómo la empujaron, la abrieron de piernas y la violaron. Independientemente de que eso ocurra o no, el simple hecho de pensar que puede ocurrir hace que la forma de movernos por la ciudad sea diferente.

Finalmente, y pasando por encima de la cuestión de la representación de las mujeres en los nombres de calles, plazas y edificios, no hay que perder de vista que la apropiación de los espacios públicos no es la misma para hombres y mujeres. En este sentido invito a trascender nuestra propia experiencia.

Particularmente me encanta pasear sola o ir a un restaurante a cenar sola. Es la parte que más me gusta de viajar por trabajo. Sin embargo, los trabajos de análisis urbano realizado con mujeres me han enseñado que hay muchas de ellas que se ven incapaces de ocupar esos espacios sociales si no van acompañadas al menos por otras mujeres. El ámbito rural y los barrios más vulnerables socialmente son los más sensibles a este prejuicio que limita las posibilidades de realización social y profesional de muchas mujeres.

La perspectiva de la soledad que sufren personas mayores y jóvenes, la de la identidad cultural de los migrantes económicos o tecnológicos, o la perspectiva de la incidencia del cáncer de piel en los territorios meridionales como el nuestro, son aspectos que mejoran el análisis de la ciudad para proponer proyectos más acordes a los retos del presente y del futuro.

La sociedad va incorporando el interés por problemáticas específicas a medida que éstas son dadas a conocer por colectivos activos en determinadas reivindicaciones. Somos una sociedad multiperteneciente en la que podemos estar enfrentados a alguien que piensa que las cuestiones de género son una tontería, pero coincidir en la reivindicación de un carril bici seguro. Por eso es tan importante la incorporación técnica, rigurosa y sin prejuicios de todas estas cuestiones al análisis y la propuesta urbana.

Aunque es cierto que aún existen algunas resistencias en determinados sectores profesionales y políticos, el mundo empresarial tiene claro que un proyecto mejorado es mejor que un proyecto sin mejoras. El mundo sigue avanzando.