Este hombre es muy potente. Es de los que sólo encuentras uno entre un millón. Una mente clara y grandes capacidades directivas. Visión estratégica y gestión de equipos.” Ana María Peláez es una de las mejores psicólogas del trabajo que conozco y con la que he colaborado muchos años. Se fue a Madrid, a petición mía, a conocer al “ínclito”, que me había pedido si tenía alguien de confianza en mi equipo para una misión de team building y cambio cultural.
En 1996 no existían las redes de radiocomunicaciones digitales que tenemos hoy. Algunos recordarán que en una banda baja se comunicaban mensajes cortos. Los médicos de guardia, algunos directivos, personal de seguridad, llevaban un “busca”. Con ese ancho de banda y esos pocos datos comunicaban equipos industriales y profesionales.
El IoT antes de Internet y antes de las Smart Things conectadas. Ellos ya estaban ahí, antes de que los de marketing les dieran nombre a las cosas. Con la electrónica de un busca y la red que había conectaban dispositivos que se hablaban entre sí. Tampoco había Smart meters para el control, tarificación ni compras prepago de energía eléctrica.
Los sistemas de seguridad de “hombre muerto” de trenes eran rústicos por no llamarles pedestres y se empezaban a conocer en España los enclavamientos electrónicos de vía. ¿Recuerdan las agujas que movían los raíles con una palanca giratoria y una enorme contrapesa? Ustedes seguro que no, pero si has crecido en Bobadilla Estación, el tren y las vías eran tus juguetes, los señores que las manejaban eran los guardagujas y llevaban un mono amarillo, por lo que les llamábamos “canarios” . El ínclito y su equipo de guerreros de las Termópilas las transformaron para siempre, convirtiéndolas en enclavamientos electrónicos, compitiendo con gigantes como Alstom o Siemens.
Sistemas SCADA cuando no se les llamaba SCADA, telecarga de programas en remoto, PLC con chips de Intellon a un bajo “baud rate” pero que sirvió para que los comprara Qualcomm y desarrollara tecnologías de transmisión por powerline años antes que los demás, Smart Meters antes de que los de marketing les llamaran smart…
Un día de 1997 nos llamó el dueño de Premo, Javier Gazo, y nos dijo que los señores de Eliop tenían un reto con unas antenas para un dispositivo. Se conocían de Aniel, la precursora de Aetic. Vinieron 3 señores, uno era “el ínclito” y mi compañero Felipe les hizo un loop de litz de elevadísimo Q que les resolvió el problema. Fue la primera vez que fuí a Los Mellizos en el polígono de Benalmádena con 23 años. Aquella nave de pescados y mariscos me pareció una idea tan simple como brillante. Hoy están en todas partes, La Carihuela, Puerto Marina, la playa del Bil Bil en Benalmádena, incluido el Centro de Málaga.
En aquella época, siendo un mero ingeniero de I+D no podía imaginar que un día ese señor inauguraría en 2015 nuestro centro de Innovación de Málaga, él como director del CDTI y yo como CEO.
Durante años Premo les había suministrado componentes para electrónica profesional. Nuestros interlocutores, Miguel Andújar en compras, y Antonio Romero y José Vicente en I+D.
Cuando conocí al “ínclito” debía tener mi edad actual. Su dominio del mundo de Madrid, Renfe, Revenga, Fenosa, eléctricas, energéticas… No había proyecto de electrónica profesional en que no estuviera Eliop. Habían salido de Electro- Óptica Juan de la Cierva, empresa creada por Juan de la Cierva Hoces, el sobrino del inventor del autogiro y ganador de un Óscar técnico en 1970 por sus aportaciones a la estabilización de las cámaras de cine mediante giróscopos. Ojos claros, barba atusada, elegante, coqueto y galante. Sonrisa generosa y mirada penetrante. Miraba el reloj. Siempre miraba el reloj. Como si fuera extremadamente consciente de que nuestro tiempo es finito y las tareas muchas. Siempre me llamaron la atención sus trajes de verano, elegantes pero arriesgados.
Un día del 2002, la UMA me llama a dar una ponencia en la Cátedra Extenda de Internacionalización. El ponente que me precedía era el eminente economista profesor Dr. Molero de la Complutense. Yo pensaba que los economistas eran ángeles que usaban su sabiduría para mejorar la sociedad con su ciencia, lector de Fabián Estapé, Velarde, San Pedro, Tamames, ahora famoso por otras cosas. No había descubierto, aún, la escuela de Chicago. Con La Gran Búsqueda, Sylvia Nassar me devolvió la fe en la bondad de la Economía como ciencia social.
Este miembro de la European Science and Arts Academy me dejó con la boca abierta. Todo lo que yo veía e intuía de mis viajes al exterior, y el contraste con nuestra acomplejada España, lo tenía caracterizado y dominaba el impacto en la economía de las Políticas Públicas, Internacionalización y la Innovación. Con los datos. Imposible no acercarme a conversar con “Pepe Molero”. En los primeros 5 minutos de conversación ya había salido a relucir “el ínclito”. No podía imaginar que un día nuestra empresa patrocinaría su cátedra CESIN de Estudios de la Innovación con empresas de la talla de GMV, Tecnalia y Airbus.
“Te tiene mucho respeto”, me dijo Ana María. “Es mutuo, querida Ana”. No conseguí saber más. Al poco tiempo supe que habían trabajado juntos cuando lo nombran director del CDTI.
Descubrimos juntos al Tony Judt de Algo va Mal, que yo ya admiraba por la Historia Intelectual del siglo XX, a Mariana Mazzucato de El Estado Emprendedor, a Jeremy Griffith, debatimos sobre la crisis y sus causas con Y la Música Paró de Alan Blinder, discutimos en el sentido anglosajón de la palabra, sobre The Green New Deal de Jeremy Rifkin, de Homo Deus y de Sapiens de Harari... No había libro bueno que cayera en mis manos que el ínclito no hubiera leído.
Cuando me enteré de la muerte de Carlos Vivas lloré como un niño. Me fui al tanatorio de las Corts y abracé a Lara como si fuéramos hermanos. Pocos días antes, había desayunado un bocadillito de jamón en Pedralbes. Cogía desde La Mallola, en Esplugues, el tranvía y, una vez al mes, desayunábamos juntos. En temporada, me traía una bolsa de magníficas naranjas de su huerta. Estaba más orgulloso de todas las personas a las que había hecho crecer que de su propia carrera, estudiando mientras ayudaba en el puesto a sus padres y empezando en Braun, donde hizo su primera patente y luego desarrollando HP, donde participó en que vinieran a Sant Cugat y en que se montara la sede europea de Agilent en el World Trade Center de Barcelona.
Tuvo un rol importante en el Forum de las Culturas y transformó Secartys, impulsó Solartys y fue un pionero defensor de las renovables. No pudimos reconocerle en vida. La muerte inesperada de alguien que siempre está te golpea dos veces. Nos dejó demasiado pronto. En casa Fuster, su hija y su esposa recogieron la medalla una semana antes de que nos confinaran en un MWC ya cancelado por el COVID.
“Sólo se ganan las batallas que se dan. Las que no se dan están perdidas de antemano”, me solía recordar. En Aetic, la precursora de Ametic, allí dimos muchas, con la convicción de que debía haber políticas de oferta y de innovación y de que todas las empresas eran bienvenidas, pero los principios fundamentales eran los relacionados con el impulso de un sector tecnológico español competitivo. Políticas de oferta pero también de demanda.
La defensa numantina de las empresas españolas de España. En este bando caí, sin querer, cuando, tras convertirme en CEO en 2006, me ocupé de las funciones de mi predecesor, Javier Gazo, en las responsabilidades institucionales y asociativas. Allí estaba “el ínclito” y Pedro Mier, y Rogelio de la Fuente, José Manuel de Riva. Y muchos más, que aún siguen, y otros que recuerdo con especial cariño como Javier Cáceres, en aquel momento de Ikusi, hoy director de la Asociación de Empresas de la Ciencia.
Un día, los operadores decidieron quitarse la piel de cordero y dar un golpe de estado. “O nosotros o el fin” en un revival descafeinado del “Après moi, le déluge” de Luis XIV. Defendíamos la pluralidad, aquello de “un hombre un voto”. No nos dejamos. Forzaron a sus proveedores a irse con ellos esperando la muerte de la asociación patronal tecnológica más representativa, más comprometida y más antigua con 50 años en 2023.
Ficharon a un ex Ministro y aun ex Secretario de Estado y esperaron nuestra muerte por inanición. Ni el ínclito, ni Mier ni José Manuel de Riva, su presidente entonces, ni muchos otros cejaron. Hoy somos más que tras el golpe y lideramos en propuestas de progreso y bien común, como la idea de los PERTE, el compromiso con la reindustrialización, la sostenibilidad, la igualdad, la colaboración en red o la innovación.
Con 35 ediciones en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, con Digital Tourist en Benidorm, con el evento de IA y la participación en Gaia X, con una reflexión profunda sobre las consecuencias de la transformación digital en Córdoba, con la participación en Transfiere y DES en Málaga, con su participación en el evento de 5G de Valencia, con su presencia en Bruselas en Digital Europe, los que dieron la batalla de las ideas, han conseguido una asociación inclusiva y extensiva a la vez, de todos y enfocada a un país innovador y competitivo que preside la comisión de Innovación de CEOE. Esta es la Ametic que hizo del Mobile World Congress el lugar de encuentro para reconocer a los maestros, a los grandes del sector. Cada año, en un lugar singular de una Barcelona milenaria y moderna, acogedora y cosmopolita.
José María Aldekoa había defendido la industria tecnológica vasca y llegó a presidir la corporación Mondragón tras impulsar Fagor Electrónica donde fueron pioneros en salas blancas y fabricación de semiconductores discretos. Defendía sin ambages la industria y las políticas industriales como motor de prosperidad.
José María Vilá fue el tecnólogo de las olimpiadas, el director de Indra en Barcelona 1992, el impulsor de la fusión de Sedisi con Aniel para crear un sector más fuerte, presidente de la Fundación Tecnologías de la Información, colaborador y pionero hasta estar hoy impulsando el asociacionismo y el desarrollo en torno a la Computación Cuántica. Rodeado de parte de su magnífica familia, nos dejó un mensaje de visión a largo, y estar siempre en la frontera del conocimiento en el Palau de la Música.
Un día de 2008, en el que aún no se vislumbraba la crisis con claridad, en el ascensor en el edificio de la CEOE , “el ínclito” me preguntó cómo habíamos hecho el Leveraged Buy Out en Premo. Fue un “elevator pitch”, literalmente. Le dije que era clave que tus inversores conocieran y compartieran genuinamente tu estrategia, si no te la cambiarían y te arruinarían. “Tenemos que hablar“, me dijo.
Ángel Iglesias se hizo famoso por el triste secuestro por ETA de su sobrino Julio Iglesias Zamora. Yo tenía 9 años y sonaba cada día en el telediario. No tantos saben que empezó con una bici instalando antenas en Guipúzcoa y que su marca Ikusi estaba en todos los aeropuertos, con presencia en medio mundo, con una fuerte implantación en Méjico.
Javier Cáceres tras pasar por GE y dirigir Gaia, le dio un alma internacional y cosmopolita. Ángel, un día en Ametic, me dijo que la Globalización era como un tubo que transfería riqueza de los países ricos a los pobres. En parte tenía razón. Le faltó decir que en el proceso algunos se forraban y otros quedaban excluidos. Quince años después, los excluidos alentaron los populismos y los “make our country big again” y los “exits”. Hoy Ikusi, con Ormazábal, es parte del grupo tecnológico industrial Velatia. Paco Polo le entregó la medalla en el Gran Teatre del Liceu con la audacia de decirle que ambos eran emprendedores iguales.
“¡Le han dado el Premio a la Trayectoria Innovadora!” Me dijo Armando Guerra felicísimo. Se la dan en Granada. Armando había puesto en marcha muchas de las ideas e innovaciones de Eliop, aterrizándolas al mercado, escuchando clientes en medio mundo y abriendo Turquía y Siria, a la vieja usanza, picando piedra y creando confianza. Proyecta sus valores sociales y empresariales en La Quita del Sordo, un acelerador de empresas culturales y sociales, un coworking de músicos, guionistas, pintores, escultores, poetas, diseñadores y artistas en pleno centro de la Villa y Corte.
Diez años antes, en 2011, me plantea que quiere impulsar un fondo de Venture Capital, en plena crisis financiera. Me pareció de tal ambición, tan necesario en aquel momento y tan difícil a la vez, cuando estaba todo el mundo despidiendo “hasta el gato” para salvarse, que me impliqué con él y unos cuantos formidables más en buscar y acompañar buenas empresas tecnológicas para invertir nuestro dinero y nuestra experiencia en algo tan necesario como complejo. Levantar 22 millones en la España de los hombres de negro y los rescates no fue fácil. Invertirlos bien, menos.
Joan Majó fue alcalde de Mataró, Director General de Electrónica e Informática, Ministro de Industria, Asesor de la Comisión Europea, miembro de la directiva de Aniel, uno de los impulsores con Antoni Garrell y otros del Cercle pel Coneixement en Barcelona, y sobre todo, un visionario que creó Telesincro, la primera gran fábrica de servidores de España que acabó con SECOINSA en la SEPI y siendo participada por Bull. Hasta hace poco, Bull Telesincro fabricaba miles de datáfonos para pago por tarjeta en Sant Cugat. Luego se llamó Ingenico. Majó nos dio otro recital de emprendimiento, compromiso, industria e innovación en la Fundación Miró.
Una vez, los operadores quisieron imponer medidas y propuestas que tocaban de muerte la Televisión Radiodifundida y la TDT, un servicio universal que debía llegar a todo el mundo tuviera o no internet, gratuitamente. Yo pensaba en mis abuelos en Bobadilla, en la mesa camilla viendo la tele. “Ezequiel, hay que dar la batalla de las ideas. Hay que explicar y contar el qué , el por qué y el para qué”.
Presidía la comisión de I+D de la patronal y el Foro de Empresas Innovadoras y en cada uno defendía que las empresas deben estar en el centro de las políticas de innovación. Se hizo eco de que la falta de inversión privada y de un sistema desarrollado de capital riesgo, limitaba el crecimiento de las empresas. Sobre todo, de las Deep Tech y Deep Science y trabajó en todos los frentes, invirtiendo su propio dinero e impulsando luego el Invierte, el fondo del CDTI que coinvierte en las empresas con los inversores privados. Reunió primero en Málaga y luego en las Atarazanas Reales de Barcelona a todos los delegados del Programa Eureka en todo el mundo incluida Corea del Sur.
Felipe Romera había dirigido el mayor I+D de España, el centro en el que hacían el programa Tesis y el debugging de chips de Intel, en el que se gestó un sistema digital de conmutación de paquetes para digitalizar las redes de telecomunicaciones y en el que probaron los chips de AT&T, la famosa foundry de Tres Cantos. Felipe es famoso por el Málaga Tech Park, pero hay mucho más que eso y nos lo contó delante de Francisco de la Torre, su alcalde, su familia y amigos y el Conseller Roger Torrent en Barcelona en el Hospital de Sant Pau.
Miembro de varios consejos asesores, en Ayming, en Foro Transfiere de Málaga, en Cotec, en Ministerio de Ciencia, activo gestor de inversiones en tecnología desde el Fondo Conexo de GED, coordinador del Grupo de Reflexión de Ametic y un largo etcétera, ya todos hace tiempo que saben que “el ínclito” -del latín Ínclitus: Ilustre, esclarecido, afamado- es Francisco Marín Pérez, Paco Marín, tan gato, gato, de 8 apellidos madrileños, como amante de Cádiz, de su costa y su cultura, incluido el flamenco y el carnaval.
El día 28 de Febrero, rodeado de más de un centenar de colegas y autoridades del sector e-tic, de la mano de la secretaria general de Innovación, Teresa Riesgo, del Conseller de Empresa y Ocupació, Roger Torrent, y de la Tercera Teniente de alcalde de Barcelona, Laia Bonet, recibió, bajo la réplica de la capitana de Lepanto, en el mayor astillero medieval del Mediterráneo, las Reales Atarazanas (Drassanes), como anteriormente los citados, la Medalla de Oro de Ametic, la que sólo un puñado de héroes tiene, en reconocimiento de todo el sector a una trayectoria. Amenazó con no dejar de trabajar por el bien común. Nos lo creemos.