Los que tenemos la suerte de que nos guste nuestro trabajo, solemos caer en la tentación de estar siempre muy pendientes del mismo. La pasión y el compromiso nos impulsan a ello, pero también es importante reconocer la necesidad de desconexión y descanso, y las vacaciones son un buen momento para hacerlo. Procuremos abandonar las pantallas, que han sustituido a mirar al techo cuando nos desconectábamos en nuestra adolescencia, estableciendo límites digitales y disfrutemos del tiempo libre, mientras lees con tranquilidad una novela que te transporta a otros mundos, te ríes con amigos con una cervecita bien fresca o tienes una conversación familiar, con escucha activa, larga y profunda. Estos intercambios nos recargan de energía, reducen el estrés y nos recuerdan la importancia de las relaciones cercanas en nuestras vidas.
Leí en una pintada en la pared, “Sé el adulto que necesitabas cuando eras niño”. Ello me llevó a reflexionar que, a medida que cumplimos años, es natural que vayamos despidiéndonos poco a poco del joven que fuimos en el pasado. Me gusta pensar y recordar a aquel chico que, por momentos, me dice adiós, pero sin permitirme el olvido. Incluso esa reconexión sirve para cicatrizar algunas heridas de la infancia y despejar así el camino para alcanzar una vida adulta más plena. Porque, cuando ese niño interior se queda herido, no cabe duda de que condicionará y afectará a nuestra evolución personal. Queramos o no, todos llevamos dentro las vivencias que tuvimos y gestionarlas es importante para la salud emocional. Tener un equilibrio en nuestro mundo interior es la mejor herramienta para mejorar el crecimiento personal y el autoconocimiento.
Mirko Badiale, filósofo italiano, escribió que “en cada niño se debería poner un cartel que dijera: Tratar con cuidado, contiene sueños”. Nuestro crecimiento personal, nuestras experiencias vitales y nuestras aspiraciones actuales se construyen sobre la base de los sueños y las vivencias de nuestra infancia y juventud. En ocasiones nos disculpamos con él, porque hemos renunciado a alguno de esos sueños que teníamos.
En la mayoría de los casos, no es que se olviden o abandonen, es que por el camino han ido apareciendo otros. Espero que nos perdone ese cambio de prioridades, a lo que algunos llaman madurar. Otros sueños aún los seguimos persiguiendo. También le daría una buena noticia, con los años encontrarás herramientas para gestionar el dolor y las heridas que la vida te va presentado. No será fácil, pero esa impotencia y sentimiento de incomprensión son parte del aprendizaje. Las experiencias, buenas y malas, tienen su sentido y, a ellas, le debemos gran parte de lo que somos hoy.
Dado que el futuro es incierto y cambiante, pero es el lugar en el que suceden las cosas, no está de más, como comentaba, aprovechar el descanso veraniego para tomarnos unas vacaciones de nosotros mismos. Así que muchas veces, en estas fechas, lo mejor es tener ganas de no tener ganas y charlar un poco con ese niño que aún vive en nosotros y espera ser escuchado. Siempre tendrá cosas relevantes que aportarnos.